El Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad del gobierno de España en la persona de su portavoz plenipotenciario Fernando Simón, y su ministro Illa, han presentado al presidente del gobierno sus “Recomendaciones sanitarias para la estrategia de transición” ante el COVID-19. Un listado de declaraciones genéricas cuyo única medida concreta, es la de disponer de forma inmediata de “acceso, en caso de necesidad, del doble de camas de Unidades de Cuidados Intensivos (UCIs) respecto de la capacidad pre-COVID e identificación de espacios que permitan un incremento de hasta el triple de la capacidad pre-COVID”.
En una pandemia en la que España presenta la segunda mayor tasa de muertos por millón de habitantes del mundo,se sigue enfocando el desafío como un problema fundamentalmente de carácter hospitalario, y cuya solución parece residir en doblar o triplicar la capacidad de las unidades de cuidados intensivos. Será del agrado posiblemente de la mayor parte de los medios de comunicación del país, que enfocaron de la misma forma la emergencia. Pero esas “Recomendaciones” siguen ignorando algunos de los factores clave de la situación actual: el más importante, el que cerca del 68% de los 22.000 muertos (más de 15.000) residían en residencias de mayores: nada menos que dos tercios del total de fallecidos, a lo que contribuyó en buena medida la inacción culpable de todas las administraciones públicas del país, y el maltrato y la avaricia desmedida de muchos de sus propietarios privados. Estas “Recomendaciones” del Ministerio apenas hacen referencia al problema, desviando el foco de los epicentros de la pandemia a la población general: sólo un par de llamadas a “asegurar las medidas de control de la infección en centros sociosanitarios” o “Identificación de posibles focos de transmisión en colectivos específicos (residencias, centros socio-sanitarios, penitenciarías y otros”. Sin garantizar que este tipo de centros son realmente seguros no sera posible controlar la pandemia.
Las medidas respecto a la Atención Primaria de Salud (APS) no defraudan, como nunca lo hacen las que proponen todo tipo de expertos y responsables sanitarios cuando tienen que referirse a ella, y que se resumen exclusivamente en un verbo: “REFORZAR”. Hay que doblar el número de camas de UCI, reducir su ocupación a menos del 50% o alcanzar un porcentaje de ingresos por COVID-19 . Pero para la Atención Primaria basta con “reforzar”. En el documento de Simón y colaboradores este “refuerzo” se concreta en “reforzar la atención domiciliaria”…pero “ en la medida de lo posible”, “dotar de las capacidades para la toma de muestras para el diagnóstico de COVID-19 y los mecanismos logísticos para el traslado de muestras a los laboratorios” y sobre todo en “protocolos”,muchos protocolos que es lo que tienen que hacer los profesionales de APS. Al fin y al cabo la dócil y obediente AP lleva décadas aceptando incrementar su carga de trabajo, sus funciones y obligaciones a coste cero, siempre con los mismos recursos, cuando no con menos.
¿Por qué no pueden concretar nada más? ¿Tal vez porque ignoran qué es, cómo trabaja y para qué sirve la APS? ¿Quizá porque nunca recurren a un profesional de Atención Primaria para esos comités técnicos, esos expertos de pantalla de plasma?
La enorme utilidad de la Atención Primaria no se mide en aparatos. Su efectividad depende del trabajo silencioso y anónimo de sus profesionales: personas que escuchan, tocan, acompañan, que conocen a las personas, y en quienes éstas confían.Si se necesita doblar la capacidad instalada de forma instantánea del doble de camas de UCI, ¿por qué no doblar la capacidad de la Atención Primaria, también de forma inmediata? Si se desea afrontar de verdad los nuevos compromisos que va a implicar la pandemia,¿por qué no estabilizar de una vez a sus plantillas, acabar con la precariedad de sus contratos, dotarlas de un número significativamente mayor de profesionales adicionales puesto que van a incorporar funciones nunca abordadas hasta la fecha? ¿Por qué no incorporar nuevos perfiles profesionales que apoyen en el abordaje de nuevas necesidades, ccomo planteaba hace unos días en Lancet el grupo de Andy Haynes solicitando la incorporación de 100.000 a agentes comunitarios ( a la menra de Brasil) en Reino Unido para la detección precoz, el seguimiento de casos y personas más vulnerables, en especial ancianos?
Desde hace varias semanas en este humilde blog venimos publicando experiencias “desde la trinchera”, iniciativas de centros de APS de diferentes lugares para abordar la pandemia. Su objetivo no es otro que dar a conocer ideas que probablemente pudieran resultarles útiles a colegas de trincheras parejas.
Todas y cada una de las ”propuestas” que Simón y sus expertos incluyen en sus Recomendaciones para la organización de la Atención Primaria se han reflejado en este blog, y llevan aplicándose en España desde la detección de los primeros casos, cuando muchas administraciones ni siquiera habían pensado cómo debería hacerlo la Atención Primaria. Desconocer esta realidad es imperdonable para cualquier responsable lidere una estrategia de abordaje de la pandemia. Ignorarlo si se conoce, es aún peor, es una falta de respeto a quienes llevan ya meses soportando buena parte del peso de la pandemia. El número de sus profesionales infectados y muertos por “no hacer nada” por “no existir” hasta ahora, así lo atestigua.
Sin equipos de protección real de sus profesionales, sin pruebas para hacer correctamente la detección precoz y el seguimiento, sin tiempo suficiente y profesionales adecuados no es posible "doblegar" ninguna curva.
Si quieren realmente enmendar realmente los errores tendrán que hacer una inversión descomunal en Atención primaria. Cualquier otra medida no sirve. Y la paciencia de la Atención primaria se agota.