El buen clínico, del que ayer
hablábamos, floreció en un tiempo antiguo, en el que ( según Greenhalgh) “la
medicina y la enfermería eran vocacionales, la atención sanitaria se
consideraba un bien público, y el enfermo un ciudadano vulnerable que tenia el
derecho a ser cuidado ". Nuestro tiempo, sin embargo está presidido cada
vez mas por los valores del mercado, donde la medicina es un negocio, la
atención sanitaria una transacción y el paciente un consumidor de servicios
sanitarios.
Como señala Greenhalgh, de forma
subrepticia el factor determinante de la excelencia ha pasado a ser la
elección informada por un paciente adecuadamente empoderado en un escenario de
suma cero: es decir, el empoderamiento de un paciente informado va acompañado
de un empobrecimiento correspondiente del poder del profesional: nada peor en
este nuevo escenario que no alcanzar una alta satisfacción del paciente al que
se trata.
En aquel viejo modelo, la enfermedad
hacía vulnerable al paciente en una doble dimensión: por un lado al entregar su
confianza a un profesional para que a través de sus conocimientos y
experiencia abordara el problema. Pero a la vez el paciente manifestaba su
vulnerabilidad al exponer su propio cuerpo y sus miserias a la mirada del otro
. En definitiva , como escribe Schei, se aceptaba entre el clínico y el
paciente una jerarquía legitima, en la que ( en palabras de Tudor Hart)
paciente y clínico se convertían en productores de la salud del primero.
A diferencia de entonces, hoy el
paciente debe ser un “elector” racional respecto a las decisiones que afectan a
su salud. Como escribe Greenhalgh, desde el modelo de “paciente experto” del
NHS hasta el modelo de autogestión de enfermedades crónicas de Stanford, se
fomenta un modelo de “Paciente Racional” , encargado de controlar continuamente
sus parámetros biológicos, además
de mantener un estilo de vida saludable. Los sociólogos Pickard y
Rogers consideran que se promociona un modelo basado en el " conocer" mas que en el
“experimentar”. Nadie parece admitir que un hombre de 50 años con una presión
arterial de 200/120 vaya a ser diferente de otro hombre de la misma edad con
similares cifras tensionales, por lo que el tratamiento estandarizado de la
guía de turno será siempre la mejor opción. En este nuevo modelo de consumidor
experto, médicos y enfermeros se convierten en simples suministradores de
items de información para que los pacientes tomen sus decisiones. Sin embargo, si como
parece, el futuro estará presidido por una muchedumbre de pacientes crónicos
con múltiples enfermedades, la lógica de la elección ( qué comer, que fármaco tomar)
debería complementarse con la lógica del cuidado ( continuada, centrada en la
relación, intersubjetiva, impredecible) , tal y como defiende la filosofa
Annemarie Mol. En esa lógica el profesional médico o de enfermería es también
esencialmente un oyente activo, un testigo en definitiva, imprescindible para
abordar adecuadamente el proceso de la enfermedad, algo que nunca solucionará
por sí mismo un paciente "activado"
Andrew Sawyer diferencia en este
aspecto entre el ser racional y el ser
razonable. En el primero, el foco se coloca en los medios y no en los
fines, se centra en el objeto y lo objetivo; en el segundo, por el contrario,
el énfasis se coloca en los fines, en las circunstancias concretas y no generales,
basado en el conocimiento tácito de lo que sucede. La diferencia entre racional
y razonable de Sawyer podría asemejarse a la existente entre scientia y
caritas de la que hablaba Greeenhalgh. Ninguna nueva evidencia científica
podrá dar respuesta al estado de vulnerabilidad e incertidumbre respecto el
futuro que lleva consigo la enfermedad.
Como concluye Greenhalgh en su
ensayo, “la buena practica va mucho menos
de conseguir una distribución equitativa del poder y del predominio de la
elección, y mucho más de conseguir que los clínicos ejerzan sus virtudes
personales ( integridad, honradez), así como el poder otorgado socialmente para
construir una relación sanadora dirigida a llevar a la práctica aquellas
acciones que mas benefician al paciente”.
Se trata en definitiva, de ser mucho
más razonables, y mucho menos racionales