“ Para
el carácter autoritario el término igualdad no posee significado real o
importancia, puesto que se refiere a algo ajeno a su esfera emocional.Para él,
el mundo se compone de personas que poseen poder y otras que carecen de él, de
superiores e inferiores.Sobre la base de sus impulsos
sadomasoquistas,experimentan tan solo la dominación o la sumisión, jamás la
solidaridad. Las diferencias , sean de sexo o de raza, constituyen
necesariamente para él signos de superioridad o inferioridad”
El
miedo a la libertad. Erich Fromm.1941
1976. Eric
Clapton, Slowhand, durante un concierto en Birmingham muestra su apoyo al
discurso xenófobo del Ministro de Salud británico, Enoch Powell. En su opinión Inglaterra
corría peligro de convertirse en una colonia negra; parece que Clapton estaba
borracho pero nunca se desdijo.Él, un tipo cuya música bebía de los negros manantiales
del blues, y que acababa de tener un enorme éxito con su versión de I Shot the sheriff,
la canción del “negro rastafari” Bob Marley: "¿Quién mató al sheriff, Eric? Tan
cierto como el infierno que fuiste tú," le espetaron.
Aquellos
tiempos son ya lejanos, pero ya se sabe que el tiempo es circular: al final de
los 70 del pasado siglo Inglaterra atravesaba una intensa crisis social con un
crecimiento espectacular del racista National Front y que culminó con la elección
de Margarte Thatcher. El efecto que aquello tuvo en el mundo llega hasta el día
de hoy. Aquellos exabruptos de Clapton sirvieron de detonante para la creación de
Rock Against Racism, un proyecto de David Widgery, un médico general británico,
para el que su labor no podía limitarse a la consulta sino a la intervención
sobre los factores que determinaban que sus pacientes enfermeraran, incidir en
su contexto: pensaba que lo que ocurría fuera incidía en lo que sucedía dentro
de su oficina.
Hoy España
observa un proceso similar, con un crecimiento mantenido de la extrema derecha,
que podría tener consecuencias imprevisibles en el futuro.
En su
análisis de la inequidad (Brahmin Left vs Merchant Right: Rising Inequality and
the Changing Structure of Political Conflict), Thomas Piketty sostiene que la
mutación del votante característico de los partidos socialistas, laboristas o
demócratas en Europa y Estados Unidos durante las últimas décadas, de los
trabajadores a las élites universitarias, dejó a los primeros huérfanos de un
partido que defendiera realmente sus intereses. Ya hemos visto en las últimas
entradas cómo buena parte de los fundamentos políticos y la esencia de las
propuestas socialistas no difieren de los partidos de la derecha, al no
cuestionar apenas el marco neoliberal, dominante en el momento actual.
La alternativa para muchos de ellos pueden ser, según Piketty los populismos de
signo diverso, siendo el fascismo uno de ellos. No ocurriría por
primera vez: el ascenso de los fascismos antes de la Segunda Guerra Mundial no
hubiera sido posible sin el apoyo de una parte importante de las clases
trabajadoras, cansadas de las promesas incumplidas reiteradamente por los
partidos tradicionales.
El
carácter autoritario, mira al pasado, sostenía Eric
Fromm hace casi un siglo; en el Miedo a la Libertad escribía: "actualmente el
hombre no sufre tanto por la pobreza, como por el hecho de haberse vuelto un
engranaje dentro de una máquina inmensa, de haberse transformado en un
autómata, de haber vaciado su vida y haberla hecho perder su sentido”. Esa
pérdida de sentido, fruto de políticas destinadas a fomentar la desigualdad muy
probablemente esté detrás de los conflictos en buena parte de Latinoamérica,
del crecimiento de los fascismos en América y Europa. Las políticas neoliberales
no sólo fomentan el crecimiento del carácter autoritario en la masa de “residuos humanos” que señalaba
Bauman, sino que los partidos que las aplican toleran, disculpan o apoyan los
planteamientos neofascistas, como acaba de ocurrir en el parlamento de Madrid
con la aprobación de las propuestas de
Vox de proponer la ilegalización de los
partidos que no respeten la unidad de España: ilegalizar al que piensa diferente,
el primer paso hacia la eliminación de la libertad de expresión y asociación.
La
tolerancia y colaboración de los partidos de derecha con los fascismos tiene
una larga trayectoria: ya ocurrió en Alemania, Francia o Italia, e incluso en
la postura tolerante de Chamberlain, el primer ministro británico, ante Hitler.
Por eso no es una sorpresa lo que está ocurriendo hoy en España. Sí lo es el
silencio de periodistas y políticos supuestamente progresistas,como el
presidente del gobierno ,ante los exabruptos, las mentiras reiteradas y las provocaciones
de los líderes de la extrema derecha española.
Como
hizo Widgery ante Clapton, al fascismo y la xenofobia no se combate con el
silencio o la indiferencia. Es demasiado peligroso como para no hacerles
frente.