En la ventana de una modesta casa de Punta Arenas, casi en
el extremo meridional de Chile, el punto más al sur con acceso aéreo si
excluimos la Antártida, un cartel hecho a mano reivindica a su manera la
necesidad de contar con un especialista especialmente relevante: el oncólogo. A
principios de año el único oncólogo que trabajaba en el Hospital de Magallanes
renunció, posiblemente en busca de un mejor salario y condiciones de vida menos
dura que las que se ofrecen en la Patagonia austral. Los especialistas tienden
a concentrarse en las grandes ciudades, en el caso de Chile en Santiago
especialmente , donde reside más de la mitad de la población chilena. Los
habitantes de Punta Arenas han de conformarse con desplazarse en avión a más de
2000 kilómetros; buscar en Valdivia o en el propios Santiago la atención médica
que no es posible prestar allá , no por decisión administrativa, sino por falta de
médicos dispuestos a trabajar en el fin del mundo. El problema se reproduce en otras
localizaciones remotas, no solo de Chile, sino de toda Iberoamérica.
Hace también
unos meses, la Presidenta de la Sociedad Castellano Leonesa de Medicina
Familiar y Comunitaria declaraba que mantener un consultorio en un pueblo de 50
habitantes no es eficiente: “Desde nuestro punto de vista no da calidad que un
pueblo de 50 habitantes tenga un consultorio médico, con un profesional que
acude de vez en cuando con un fonendo y un bolígrafo. Eso no es calidad de la
atención. Ayudar a esas personas a desplazarse fácilmente al centro de salud,
donde hay un equipo humano con medios y muchos más recursos diagnósticos y
terapéuticos mejoraría mucho la atención”.
Posiblemente sea cierto.
Desde un punto de vista economicista sin duda es poco eficiente que un médico
se desplace a un pueblo de 50 habitantes para atender a sus vecinos;
posiblemente tampoco lo sea si en vez de 50 son 100, o tal vez 1000.
17 provincias españolas
sufren problemas demográficos importantes. La llamada Serranía Celtibérica, el
territorio formado por las provincias de Soria, Burgos, Teruel. Cuenca y
Guadalajara con parte de los territorios de Zaragoza y la Rioja, presenta una
densidad de población de menos de 8 habitantes por kilómetro cuadrado, lo que
le hace acreedor al título de Laponia del Sur. Por debajo de esa cifra, según
la Unión Europea, una zona tiene un problema de despoblación urgente. Más
pronto que tarde, quedará desierta, convertida en objeto de especulación de
agencias voraces.
Algunos piensan que entre el skype y el helicóptero se podrá
prestar la atención a los que se empeñan en vivir en zonas rurales.
Paradójicamente una empresa piensa que la solución está justo en lo contrario
de lo que plantea la Presidenta de Socalemfyc: acercar los servicios, desde la
alimentación a los electrodomésticos pasando por la peluquería, a los pueblos
más lejanos.
Privar a éstos de educación y sanidad es condenarles, tarde
o temprano a la muerte. Es posible que ese sea el signo del futuro,
concentrarnos todos en grandes centros urbanos dotados con todos los servicios
a la vuelta de la esquina, y reservar el medio rural para escapadas de fin de
semana y visitas de los niños urbanos a la granja escuela para conocer la vida del pasado.
No es un problema anecdótico. Por supuesto es preciso reconocer las legítimas reivindicaciones y expectativas de los profesionales sanitarios. pero eso no es contradictorio con mantee un servicio digno y cercano para cualquier habitante.
La Escuela de Medicina y Salud
Pública de la Universidad de Madison en Wisconsin ofrece ya programas de gradoen medicina rural ( Wisconsin Academy for Rural medicine o WARM) , con los
mismos requisitos y nivel de exigencia que el grado normal de medicina, pero
dirigido a aquellos estudiantes que están dispuestos a trabajar a lo largo de
su vida en el medio rural.
Porque esa es una necesidad evidente de la atención primaria
de todo el mundo. Y probablemente es allí , en esos entornos tan poco
atractivos, donde es posible realizar una medicina de familia más necesaria,
valiosa y reconocida.