La vicepresidenta del gobierno de España,
Carmen Calvo, se dispone a iniciar “el reparto”. Al ser preguntada respecto al objeto
del viaje del buque de la Armada española Audaz hacia las costas de Lampedusa respondió que éste “ es un buque que está deprácticas y que está en disposición para estar cerca o ir en caso de que seponga en marcha el reparto”.
La Real Academia Española de la Lengua
recoge diversas acepciones del término reparto: desde la relación de personajes
de una obra artística al barrio residencial en Cuba o República Dominicana,
incluyendo, claro está, la acción de repartir una cantidad; las personas pueden
ser beneficiarias de dicho reparto, pero no son los elementos objeto del mismo: se reparten
panes, derechos de riego, beneficios y dividendos, tortillas de patata y tartas
de cumpleaños, pero no seres humanos por pobres, negros y desgraciados que
sean. Los migrantes del Open Arms, y por extensión los migrantes en cualquier
lugar del Mediterráneo se han ido convirtiendo paulatinamente en cosas, objetos
inanimados que aparecen en las pantallas de televisión a la hora del almuerzo. Los
medios de comunicación, los políticos de turno, no hablan de las historias que
definen a cada una de estas personas, simplemente mencionan las patera, el
número de ocupantes de las mismas, su distribución por edad y sexo. Son sólo
objetos.
Ejemplo de este proceso de “reificación”,
de cosificación progresiva del extraño que quiere contaminar nuestra inmaculada
Europa son las declaraciones de Pablo Casado, el líder la derecha, en que asemeja la situación
actual con un juego de estrategia entre gobiernos y mafias, en que el objeto de
intercambio es una cosa (la patera) rellena de otras “cosas” ( “desdichados
inmigrantes”) que carecen de voz propia y deseos personales.
Es políticamente muy incorrecto censurar
a los que ocupan los botes que atraviesan el Mediterráneo; es inhumano hablar
mal de las muchedumbres que cada año se juegan su triste suerte a la ruleta
rusa de comprar boleto buscando que el tambor del revólver no les deposite en
el fondo del Mediterráneo, ese lindo mar que cantaba Serrat. Resulta embarazoso
acusarles de poner en juego nuestra tranquilidad, nuestro admirado estado del
bienestar, nuestra envidiable cultura cristiana. Por ello el procedimiento más
idóneo es despojarles de su entidad de seres humanos, dotados de opinión y
voluntad propia y convertirlos en simples objetos que se reparten, como reparte
la herencia la gente de bien.
Solo considerándoles objeto y no personas
puede entenderse que la “progresista”
vicepresidenta del “progresista” gobierno de España pueda amenazar a la
organización que less salvó de morir, Open Arms, con multas de cerca del millón
de euros, el mismo día que las personas por ellos rescatadas duermen por vez
primera en tierra tras 20 días de angustia en el mar: “nuestro país es un
estado de derecho y las instituciones , poderes públicos y ciudadanos estamos
todos sometidos a las leyes, nadie está a salvo de esto, incluido un barco".
Calvo otorga así a un barco la capacidad por sí mismo de vulnerar la
ley. Pero además apostilla refiriéndose al Open Arms: “ Tiene una autorización
para ayuda humanitaria y esas son las condiciones en que puede salir y puede
operar; se lo recordó el ministro y en nuestro país todos sabemos lo que se
puede hacer y lo que no”. Es decir, que si alguna vez ve usted en la playa a alguien
pidiendo auxilio y ahogándose, absténgase de intervenir puesto que probablemente
usted carezca de autorización adecuada para ello.
Sólo desde la consideración de los
migrantes como objetos inertes es posible entender “el reparto”. En ese aspecto
los políticos europeos no se equivocan, no emplearon inadecuadamente el término: ningún político europeo, ningún miembro del gobierno español, desde el
mudo presidente bronceado a la inefable
Calvo ha sido capaz de mostrar la más mínima sensibilidad a las trayectorias
humanas, a los dramas personales o los proyectos de vida de cada una de las
personas que fueron rescatados por el Open Arms.
Ninguna vida, biografía o expectativa
puede ser repartida como si se tratara de atunes de Barbate. Una vez más, se
observa el abismo que separa a los que ayudan de verdad a las personas que
escapan de muerte, hambre, persecución o violencia , de las que las convierten
en números, mercancías, simples amenazas a nuestra agradable vida occidental..
Escribía Zygmunt Bauman en Mortalidad,
inmortalidad y otras estrategias de vida: “Mi
responsabilidad por el Otro es mi significación-toda la significación que
tengo, que puedo tener y puedo soñar con tener. Mi responsabilidad significa
que la suerte del otro depende lo que yo haga. Mi existencia importa , tiene consecuencias
, es más que un simple episodio en la monotonía de la reproducción de la
especie…Agnes Heller plantea que el yo debería actuar como si el alivio del
sufrimiento de cada ser dependiera de su acción. Solo actuando de esta forma mi
vida cuenta; su finalización, su dejar de ser, mi muerte deja de ser un sin
sentido, un absurdo…”.
Considerar que nuestros congéneres, los
seres humanos que tuvieron la desgracia de nacer en el lugar equivocado, no
tienen derecho a buscar una vida mejor es privarnos de la posibilidad de
encontrar sentido a nuestra vida; esto sí es convertirnos en objetos, autómatas
preocupados por leyes, reglas, acuerdos y cifras. Son estos burócratas,
políticos autómatas, ( y no los migrantes) lo que deberían entrar en el reparto
de enseres inservibles.