Hace 20 años el presidente Nazarbayev decidió construir una ciudad en medio de la nada, Astana, a donde trasladó la capitalidad de Kazajistán desde Alma Ata ( hoy Almaty). Hoy tiene una población de cerca de un millón de habitantes y una estructura de ciudad artificial, de grandes avenidas y descomunales edificios. La Conferencia global sobre Atención Primaria de Salud , en conmemoración de los 40 años de la declaración de Alma Ata, se ha celebrado estos dos últimos días con el objetivo principal de presentar la nueva Declaración de Astana sobre la que escribíamos ayer. Desde finales del año pasado se viene trabajando en diferentes borradores y documentos técnicos que vienen a soportar los fundamentos de la nueva Declaración. Sobre ella se han recibido más de 1000 propuestas, y fue presentada y difundida en el día de ayer con cambios sustanciales respecto al último borrador. Dos tipos de asistentes participan en la Conferencia: por un lado políticos de más de 140 países, con rangos que van desde Ministros de salud hasta funcionarios de escasa relevancia. Por otra parte un heterogéneos grupo de profesionales de organismos variados, académicos y una limitada representación de estudiantes de todo el mundo seleccionados por méritos, y que ponen afortunadamente un punto de realidad e ilusión entre tanto ilustrado escéptico. Pero como muy bien dice la profesora de Medicina Familiar canadiense Katherine Rouleau los dos ingredientes, el mundo político y técnico, apenas se mezclan, forma extraña de preparar un plato.
La Conferencia fue organizada por el gobierno kazajo, la Organización Mundial de la Salud y UNICEF. Pero junto a ellas en el acto de clausura estaban presentes organismos como el GAVI (Alianza Global por las Vacunas), The Global Financing Facility, USAID, y las siempre omnipresentes entidades del Banco Mundial y la Bill& Melinda Gates Foundation. Algunos de sus instrumentos, como el PHCPI ( Primary Health Perfomance Initiative) estaban bien presentes para conocimiento de los asistentes.
De forma que aunque exista un acuerdo mayoritario respecto a los habituales tópicos incluidos en la Declaración final ( promover la salud , empoderar al paciente, dar servicios de calidad), bajo la superficie coexisten dos formas de entender el problema: los que consideran que la salud es fundamentalmente un derecho, y los que la contemplan principalmente como un bien de consumo más; los que centran toda su atención en atender a enfermedades con cretas a través de sus programas verticales y los que piensan que lo que existen son personas únicas que pueden tener múltiples problemas; los que consideran la inversión privada como algo complementario adecuadamente regulado, y los que por el contrario piensan que la única forma de dar servicios es abriendo los sistemas al mercado del aseguramiento privado, de forma que la cobertura universal en salud suponga que todo el mundo pueda “pagarse” un seguro. Los que piensan que no puede haber APS sin medicina familiar y los que creen que un médico es demasiado caro para que ciertos países se puedan permitir ese lujo.
Es decepcionante comprobar como en la Conferencia cuando se habla de futuro o innovación en lo que se piensa es en nuevas tecnologías, uso de dispositivos móviles e historia clínica electrónica. Y aún más comprobar que los “paneles” de discusión se convierten en interminables sucesiones de monólogos en que no existe más que excepcionalmente espacio para la confrontación de argumentos e ideas , algo que debería ser esencial en una Declaración de tal influencia. De forma que si esto fuera un concierto cabría hablar de que aquí solo se cantó en play back.
Es ilustrativo que pese a la presencia de expertos ampliamente reconocidos en la Atención Primaria de Salud , intervengan como simples espectadores, mientras las intervenciones las monopolizan políticos que en ocasiones tienen un nulo conocimiento de lo que es la APS.
De una Conferencia que prometía más de lo que dio es ilustrativo su final , donde la única persona capaz de levantar a los asistentes de sus asientos no fue el Director General de la OMS, ni la de UNICEF, ni mucho menos otros organismos, sino la Directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa Ettienne, quien en su vehemente intervención dijo cosas como ésta: “ estoy esperanzada porque sabemos qué hay que hacer. La salud es un derecho humano fundamental, no una mercancía, un producto. De la misma forma que la salud es un derecho de las personas, su mantenimiento es responsabilidad de los gobiernos”. Y dirigiéndose a los políticos remarcó: “inviertan en personas, inviertan en sus sistemas, en lugar de hacerlo en guerras. El momento de la APS es ahora y no podemos volver a fallar”.
La Declaración debe aún pasar por un periodo de consultas y modificaciones hasta su aprobación final en la Asamblea Mundial de la OMS en mayo de 2019. El tiempo dirá si realmente hay otra oportunidad para la Atención Primaria