La historia es suficientemente conocida. Un Airbus 320 de US Arways despegó del aeropuerto de la Guardia, en Nueva York, con 155 personas a bordo rumbo a Charlotte ( Carolina del Norte).el 14 de enero de 2009 Al mando estaba el segundo de la aeronave, Jeffrey Skiles que acompañaba al comandante Sullenberger ( SuperSully desde entonces). Aunque parezca mentira por lo que sucedió después, nunca habían volado juntos. Los dos eran pilotos muy experimentados. Pero como señala Atul Gawande en Check List Manifesto eso, en otro tipo de profesiones, no necesariamente es una ventaja. La tripulación tampoco conocía a los pilotos. En definitiva, al entrar en el avión eran un conjunto de individuos; pero que se convirtieron en un equipo de trabajo gracias al hecho de que en cada vuelo (en los que afortunadamente no suele ocurrir nada) repiten una y otra vez las mismas rutinas: hacer el briefing ( decirse unos a otros algo tan sencillo como “que van a hacer”), o repasar de forma abreviada, pero completa, todas las fases del procedimiento de despegue, vuelo y aterrizaje a través de un checklist.
Aunque los aviones están preparados para la emergencia de absorber pájaros por sus motores, que esto ocurra en los dos motores es muy raro, y que los pájaros sean gansos canadienses ( mucho mayores de lo normal) aún más. El comandante instintivamente tomó dos decisiones: intentar amerizar en el Río Hudson ( al considerar que las alternativas de aterrizaje que le proponían estaban demasiado lejos) y tomar los mandos del avión ( simplemente porque había hecho más recientemente los cursos de refresco). Según cuenta Ric Elias sobre su experiencia en TED lo primero que se oyó fue un ruido tremendo en la cabina, el crac crac crac del motor y finalmente un pavoroso silencio en un avión que estaba en ese momento volando.
Los instrumentos del avión informaban de que disponían de tres minutos de planeo antes del impacto con el agua. Skiles se concentró en intentar re-encender los motores y preparar el avión para el amerizaje. No tenía tiempo para revisar más cosas del check list. Sully se concentró en buscar el lugar más adecuado ( sin barcos y suficientemente cerca de la costa para facilitar el rescate) y buscar el ángulo idóneo de penetración en el agua (un ángulo equivocado podría haber partido el avión). Las azafatas siguieron todo el procedimiento de preparación para el impacto y evacuación aunque (como señala el pasajero Elias) el terror estaba en sus ojos. Gracias a ellas el avión fue evacuado en menos de los tres minutos que tenían de margen. Sully salió de la cabina para revisar todo el proceso. Skiles se quedó en ella para revisar el check list de evacuación. Solo después salieron los dos.
Por supuesto, la suerte tuvo una importancia crucial ( ¿en qué no la tiene?): las cosas hubieran sido muy diferentes si el impacto con los pájaros hubiera sido algo más tarde, o se hubiera producido de noche.
Pero lo que ha permitido que el pasajero Elias pueda contar en TED las tres cosas que aprendió mientras el avión se estrellaba, fue (como señala Gawande en su libro), la capacidad de toda una tripulación que nunca había trabajado junta, de seguir a rajatabla los protocolos cuando eso era imprescindible, de mantener la calma bajo presión ( a pesar del terror que supone pensar que la muerte está a menos de tres minutos), pero también de improvisar, cuando es preciso improvisar.
Las habituales comparaciones cuando hablamos de seguridad entre la aviación y la medicina,tienen su sentido y también sus limitaciones, como señalaba un Head to Head del BMJ recientemente. Entre ellas que nuestra suerte no está ligada a la de nuestros pacientes, aspecto que no es menor. Pero la necesidad de encontrar el adecuado equilibrio entre el trabajo individual y el trabajo en equipo, entre seguir determinados procedimientos de la forma más sistemática posible y mantener un espacio para la creatividad individual, sí lo es.
Aunque los aviones están preparados para la emergencia de absorber pájaros por sus motores, que esto ocurra en los dos motores es muy raro, y que los pájaros sean gansos canadienses ( mucho mayores de lo normal) aún más. El comandante instintivamente tomó dos decisiones: intentar amerizar en el Río Hudson ( al considerar que las alternativas de aterrizaje que le proponían estaban demasiado lejos) y tomar los mandos del avión ( simplemente porque había hecho más recientemente los cursos de refresco). Según cuenta Ric Elias sobre su experiencia en TED lo primero que se oyó fue un ruido tremendo en la cabina, el crac crac crac del motor y finalmente un pavoroso silencio en un avión que estaba en ese momento volando.
Los instrumentos del avión informaban de que disponían de tres minutos de planeo antes del impacto con el agua. Skiles se concentró en intentar re-encender los motores y preparar el avión para el amerizaje. No tenía tiempo para revisar más cosas del check list. Sully se concentró en buscar el lugar más adecuado ( sin barcos y suficientemente cerca de la costa para facilitar el rescate) y buscar el ángulo idóneo de penetración en el agua (un ángulo equivocado podría haber partido el avión). Las azafatas siguieron todo el procedimiento de preparación para el impacto y evacuación aunque (como señala el pasajero Elias) el terror estaba en sus ojos. Gracias a ellas el avión fue evacuado en menos de los tres minutos que tenían de margen. Sully salió de la cabina para revisar todo el proceso. Skiles se quedó en ella para revisar el check list de evacuación. Solo después salieron los dos.
Por supuesto, la suerte tuvo una importancia crucial ( ¿en qué no la tiene?): las cosas hubieran sido muy diferentes si el impacto con los pájaros hubiera sido algo más tarde, o se hubiera producido de noche.
Pero lo que ha permitido que el pasajero Elias pueda contar en TED las tres cosas que aprendió mientras el avión se estrellaba, fue (como señala Gawande en su libro), la capacidad de toda una tripulación que nunca había trabajado junta, de seguir a rajatabla los protocolos cuando eso era imprescindible, de mantener la calma bajo presión ( a pesar del terror que supone pensar que la muerte está a menos de tres minutos), pero también de improvisar, cuando es preciso improvisar.
Las habituales comparaciones cuando hablamos de seguridad entre la aviación y la medicina,tienen su sentido y también sus limitaciones, como señalaba un Head to Head del BMJ recientemente. Entre ellas que nuestra suerte no está ligada a la de nuestros pacientes, aspecto que no es menor. Pero la necesidad de encontrar el adecuado equilibrio entre el trabajo individual y el trabajo en equipo, entre seguir determinados procedimientos de la forma más sistemática posible y mantener un espacio para la creatividad individual, sí lo es.