En mi
primer día de trabajo como residente de medicina familiar y comunitaria, una
mezcla de excitación ante lo que comenzaba y responsabilidad mal entendida me
llevó a quedarme en el despacho de medicina interna un poco más allá del
horario establecido. Y de esa forma la enfermera de planta acabó recurriendo a
mí para revisar la placa de abdomen que acababa de llegar de uno de los
pacientes ingresados: era un varón de cerca de 70 años, con insuficiencia renal
moderada, varices esofágicas, e insuficiencia cardiaca derecha;pálido y
sudoroso le pregunté si no había otro médico en la planta y me respondió que
no. Miré tembloroso la imagen en el negatoscopio y me pareció distinguir, con
mucha imaginación, ciertos niveles en la misma; apenas había visto una decena
de radiografías en la carrera.Sin saber que hacer fui recorriendo la planta
hasta encontrar en uno de los cuartos a un par de médicos del servicio; según
deduje después, debían estar escribiendo un artículo. Cuando les pregunté si les
podía hacer una pregunta, uno de los dos me contestó de mala manera: ¿ pero qué
quieres?. Cuando
le dije la situación en la que estaba y que tenía dudas sobre si estaba
obstruido el paciente, cogió la placa y tras echarle un vistazo rápido, despreciativamente contestó:
¡sí, procede¡.
Afortunadamente
otro residente mayor que apareció por allí tiempo después, acabó asumiendo el
caso y librándome de mi angustia.
Durante
los años de residencia que comenzaron aquel día me acostumbré a esa especie de “servicio
militar sanitario” que menosprecia a los que dudan, a los que piden ayuda u
opinión a los que son los verdaderos responsables del paciente, a los que
llaman al adjunto de guardia o al jefe de la guardia; me pensaba mucho cuándo y
cómo reclamar consejo, limitando mi aprendizaje a lo que me enseñaban algunos residentes
compasivos y las enfermeras de puerta apiadadas de mi completa ignorancia. Fueron
muchos los días de angustia por haber mandado a la calle a pacientes sin tener
mucha idea de lo que les ocurría, pero tuve suerte y jamás tuve una reclamación
o una demanda. Otros colegas no tuvieron la misma suerte y acabaron pasando por
el juzgado por alguna muerte inesperada ocurrida después de un alta.
Pensé
que ese tipo de situaciones eran cosa tan del pasado como las anécdotas de macho que cuenta la gente que fue a la mili. Pero hay cosas que no cambian
nunca. Y los que fuimos residentes de primer año y pasamos miserias nos
convertimos en residentes mayores, los residentes mayores en adjuntos y éstos
en jefes de servicio. Y generación tras generación las formas de actuación
siguen sin sufrir apenas cambios. Y 30 años después seguimos aplicando el
escalafón guerrero a la hora de atender pacientes.
Como
hoy comentaba en Twitter Javier Padilla las medidas de recorte (que no de austeridad)
implantadas en el conjunto del estado desde el año 2009 supusieron un
continuado deterioro del sistema nacional de salud, a través de la reducción tanto
del gasto hospitalario, como ( en mucha
mayor medida) de la atención primaria y la salud pública. Solo aumentó la
partida destinada a contratar médicos residentes, una forma mucho más barata de
tapar las vergüenzas y disimular el desguace; aunque no tengan aún la
competencia suficiente para tomar decisiones autónomas; aunque pasen angustia;
aunque no aprendan lo que se les prometió aprender.
Los
residentes de los hospitales fusionados y desfusionados de Granada llevan meses
denunciando esta situación de asunción de responsabilidades que no les
corresponden, de falta de supervisión y carencia de recursos. Una situación que
sobrepasa la situación “militar” de sobrecarga del eslabón más débil, y que entra de lleno en el
deterioro acelerado del antaño envidiado sistema nacional de salud. Después de
ver que cuantas denuncias y llamamientos a solucionar la situación no han
tenido respuesta alguna ni conato de solución han decidido convocar una huelga indefinida para el próximo viernes, 27 de abril.
En el
año 2016 los residentes ingleses comenzaron la que, en palabras de Jeremy Hunt,
su Ministro de salud, constituyó la peor
huelga que había vivido el NHS. La razón de la misma fue la introducción de un
nuevo contrato que suponía la ampliación del horario “estándar” (de 7 AM a 7PM
de lunes a viernes) en 30 horas semanales, (de 7 AM a 10 PM de lunes a sábado),
con el fin de mejorar la atención en fines de semana que, por aquel entonces ,
se consideraba que aumentaba la mortalidad hospitalaria, según se publicó en
varios artículos muy controvertidos.
También
allí los residentes fueron utilizados como herramienta barata para parchear un
sistema que se desmantela por momentos. Pero había una diferencia: los
residentes fueron mayoritariamente respaldados y apoyados por la profesión,
incluida la directora del BMJ Clara Gerada y buena parte de los académicos más
relevantes del país, al entender que lo que se estaba poniendo en riesgo era la
salud de los pacientes y la motivación, salud y compromiso de los residentes
para seguir siendo médicos. No en vano Gerada señalaba el incremento acelerado
de residentes que buscaba ayuda en el Practitioner Health Programme, un
programa para ayudar a médicos con dificultades, hasta entonces copado por
médicos veteranos
Aquí,
por el contrario seguimos pensando que si los residentes protestan es porque no
son tan fuertes como deberían, y que lo que deberían hacer es aguantar como
hicimos nosotros. Y así, los residentes de Granada estarán solos en su
reivindicación, ante el silencio cómplice de tutores, unidades docentes,
sociedades y colegios. Porque al fin y al cabo, ¿Cuándo hemos estado mejor?