Probablemente
sí, en el caso de que usted fuera Lewis Hamilton, condujera un Mercedes y se
tratara exclusivamente de cambiar neumáticos al empezar a llover; pero en el
resto de los casos probablemente desconfiara. Si un coche merece un mínimo
tiempo de atención para averiguar por qué no funciona bien, un ser humano no debería
merecer menos. Y sin embargo cuatro, cinco, a lo sumo siete minutos en los
casos de extrema generosidad, es el tiempo que (según los diferentes servicios de salud
españoles) merece un ciudadano que acude a su centro de Atención Primaria.
A la
vez esos servicios de salud presumen de estar a la última en las tendencias de
moda en los servicios sanitarios: seguridad del paciente, toma de decisiones
compartidas. Como escribíamos en el último post en Reino Unido, se considera que
la elaboración de una decisión compartida precisa al menos de 5 minutos:
precisa de la exposición de la información disponible a una persona que,
habitualmente, es lega en la materia; precisa de un tiempo para aclarar dudas y
consecuencias, precisa de una negociación de ciertos aspectos; precisa de unos
minutos para elaborar un plan, para confirmar que se ha entendido bien, para
establecer su seguimiento. ¿De qué hablan los servicios de salud, el andaluz,
el madrileño, el catalán, cuando hablan de decisiones compartidas?
La
opinión popular considera que los centros de Atención Primaria están para
atender naderías: el catarro, la gripe, la diarrea intempestiva. Los
responsables de sus servicios sanitarios también, en su mayor parte. Éstos diseñan
y presentan continuamente estrategias en materia de seguridad: lavado de manos,
bacteriemia cero, checklist quirúrgico. Pero no ven el elefante que ocupa toda
la habitación de sus servicios sanitarios: entre todas esas naderías, todos
esos catarros banales, todas esas cefaleas vulgares, todos esos dolores
abdominales tediosos, todas esas pérdidas de apetito irritantes, se esconden
también, una entre 100, una entre 1000, una entre 10.000, el cáncer de páncreas,
la angina que será infarto, la sarcoidosis o el lupus, enfermedades que causan
sufrimiento y muerte. Sí, cuando oigas cascos hay que pensar en caballos…pero
también en cebras como tan lúcidamente señalaba Paul Clay Sorum en este editorialen Medical Decision Making: lo más probable es siempre lo más probable, pero
ello no descarta la improbable, lo raro, lo atípico, y los médicos de familia
están ahí, en la puerta de entrada al castillo del sistema sanitario,
para detectar lo más precozmente posible lo anómalo. ¿Cómo es posible saber si
los cascos que escuchamos pertenecen a una caballo ( infección de vías altas) o
a una cebra ( tromboembolismo pulmonar) en apenas 4 minutos? ¿De qué seguridad
hablan los responsables de los servicios sanitarios?
En
Estados Unidos, donde las consultas duran 15 minutos de media ( y les parece
insuficiente) solo en una cuarta parte de las ocasiones se da al paciente la
oportunidad de de exponer completamente su motivo de consulta, a pesar de que
habitualmente no emplean más de dos minutos y medio en ello; en ese mismo
estudio se observó que los pacientes exponían el problema clínicamente más
relevante al final de su exposición.
En otro
libro capital, The inner consultation, publicado hace nada menos que 30 años
por Roger Neighbour, se definían 5 puntos clave en una de esas consultas
banales y vulgares de la medicina general: el primero va destinado a establecer
una buena relación con el paciente; el segundo, va dirigido a resumir:
averiguar por qué ha acudido ese día, emplear diferentes habilidades para
aproximarse a sus ideas, a sus expectativas y preocupaciones, y chequear con él
si lo que hemos entendido es correcto; el tercero aspira a establecer un plan
de acción entre ambos, al que sigue la elaboración de un plan de contingencia
ante el peor escenario posible, algo fundamental. Y por último , llega el turno
del servicio de “limpieza” personal, desprenderse del impacto emocional que
tuvo esa conversación y prepararse para la siguiente. ¿Hay tiempo para esos 5
puntos, para limpiar la mente entre paciente y paciente, para cumplimentar los
mil y un datos de la historia clínica ( necesarios unos y ridículos otros) con
73 pacientes? ¿O con 50?
La
reforma de la Atención Primaria en España cometió un grave error en sus
orígenes fruto de la peor de las demagogias: no poner límite superiores al
número de pacientes que podían ser atendidos en el mismo día en Atención Primaria, de forma que si hipotéticamente los 1600 pacientes de un cupo quisieran
ser atendidos en el mismo día, su médico debería hacerlo. Y tampoco se estableció
un límite inferior, un tiempo mínimo de dignidad que merece un paciente, de
forma que puede llegarse ( de seguir así) a dedicar tiempos de 1 minuto a cada
paciente.
En
ningún país europeo ni americano dan crédito cuando se explica la forma de
atención española. Cabría preguntarse por qué a nosotros no nos sorprende