miércoles, 20 de enero de 2021

La importancia del desacuerdo


“At this moment of massive uncertainty, with data and analyses shifting daily, honest disagreements among academic experts with different training, scientific backgrounds, and perspectives are both unavoidable and desirable. It’s the job of policymakers, academics, and interested members of the public to consider differing point of views and decide, at each moment, the best courses of action. A minority view, even if it is ultimately mistaken, may beneficially temper excessive enthusiasm or insert needed caveats. This process, which reflects the scientific method and the culture that supports it, must be repeated tomorrow and the next day and the next”.

Vinay Prasad.

 El 13 de mayo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en su página web un informe sobre la gestión de la pandemia en Italia elaborada por un grupo de expertos dirigido por el consultor de la organización Francesco Zambon, un hombre muy respetado en este entorno ( “Called an unprecedented challenge:Italia’s first response to covid-19”). Fue retirado al día siguiente a requerimiento de Ranieri Guerra, asistente del Director General para cuestiones estratégicas, quien previamente había sido director general del gobierno italiano en el periodo 2014-2017, y miembro del grupo de expertos de dicho gobierno durante los primeros meses de pandemia. La razón esgrimida fue que sus conclusiones suponían una crítica a la gestión de la pandemia por parte del gobierno italiano al indicar que el plan de abordaje de estas situaciones no había sido actualizado desde 2006, considerando la respuesta hospitalaria inicial “improvisada, caótica e inventiva”. A Zambon se le prohibió también declarar ante las autoridades judiciales que investigaban las muertes en la primera ola.

La OMD definía el 9 de junio de 2020 inmunidad de rebaño (herd immunity) como “la protección indirecta de una enfermedad infecciosa producida cuando una población es inmune, bien sea a través de la vacunación o inmunidad desarrollada a través de infecciones previas”. El 13 de noviembre, cinco meses después, modifica la definición sin dar más explicaciones de forma que “la inmunidad de rebaño (también llamada “inmunidad poblacional) es un concepto usado en vacunación en el que una población pude ser protegido de un determinado virus si se alcanza un determinado umbral de cobertura”. Semejante cambio de criterio no se acompañó de argumentos ni referencias que justifiquen la modificación. Indirectamente convierte a la vacunación en la única forma de adquirir inmunidad, algo no demostrado.

El Dr.Anthony Fauci (Director del National Institute of Allergy and Infectious Diseases de Estados Unidos, principal asesor para la pandemia de Trump y por lo que parece también de Biden)  afirmó inicialmente que el porcentaje de población necesario para adquirir inmunidad de rebaño en su país debería ser entre el 60 y el 70%; sin embargo fue modificando la cifra ( entre el 70 y el 75, sobre el 80…, más tarde el 85%) en función del porcentaje de población americana que en las encuestas afirmaba estar dispuesto a vacunarse, según reconoció el propio Fauci. El Dr.Vinay Prasad señaló en un artículo publicado en Medpage Today que no es la primera ocasión en que alguien tan importante como Fauci cambia sus afirmaciones en función de sus intereses (como ya ocurrió a propósito de las mascarillas).La pregunta que se hace Prasad a propósito de los dos casos es si los expertos deben limitarse a dar los datos existentes o queremos que además hagan cálculos adicionales usándolos para modelar sus comentarios.

En España el ex director del hospital de IFEMA y actual viceconsejero de sanidad Dr.Antonio Zapatero publicó una carta en los blogs del BMJ analizando las causas del elevado número de infectados entre los profesionales sanitarios; en él además de dar su opinión personal crítica sobre las medidas establecidas por el gobierno de España, identificaba como una de las principales causas de la misma los daños estructurales producidos en el sistem,a sanitario en las últimas décadas, en especial la falta de inversión en salud. Afirmación desvergonzada, puesto que el partido político responsable de dicha política (PP) es precisamente el que gobierna en la comunidad de la que él es uno de sus máximos responsables en materia sanitaria. En su artículo inicial no reconocía conflicto de interés alguno, pero ante las múltiples y justificadas críticas recibidas, el propio BMJ instó a su autor a reconocer el citado conflicto. Meses después el equipo del Dr. Simón, coordinador del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad español publicó otra carta, esta vez en Lancet, analizando también desde su punto de vista algunas de las causas del desastre español. En ella vertían opiniones, sin referencias que las demostraran en muchos casos. Tampoco consideraron que presentaban conflicto de interés alguno, como si no lo fuera tener tan alta responsabilidad en la gestión de la pandemia. En este caso sin embargo, la revista no reconoció la existencia de conflicto de interés, y muchos de los que clamaban por la desvergüenza de Zapatero, aplicaron otra vara de medir al caso Simón. Probablemente porque “era de los nuestros”.

Si los poderes oficiales (instituciones internacionales, gobiernos) manipulan la información, no lo hacen menos los “poderes informales”. Twitter, Instagram o Facebook censuran o bloquean afirmaciones u opiniones por no coincidir con lo que consideran cierto, aunque esas afirmaciones se basen en trabajos científicos, como denunciaba hace unos meses Carl Henegan, director del Centro de Medicina Basada en la Evidencia de la Universidad de Oxford.

Prasad en el articulo citado señalaba que los científicos y expertos en salud pública deben sólo reportar la verdad completa y sin ambajes, sin intentar distorsionar la realidad. Y debe ser así por varias razones:

-          1.Los científicos ya no son depositarios de una información reservada ni son más inteligentes que el resto de los mortales que pueden acceder a prácticamente la misma información que ellos en internet.

-          2. No presentar los datos puros y duros jugando a interpretar cómo los utilizará la sociedad es un juego muy arriesgado.Arriesgado porque está en juego la confianza en ellos y el coste de su pérdida es incalculable. Como escribe Prasad “¿Fauci me está diciendo esto porque la ciencia lo demuestra, porque él lo cree o porque cree que escuchándolo podría generar un cambio de conducta por mi parte?

-          3. Esta distorsión roba el poder a la gente al dársela a los científicos. La ciencia es necesaria pero no es suficiente, afirma Prasad. Un científico debe transmitir la verdad como él la entiende, pero es la sociedad la que debe decidir cuál debe ser la política.

El impacto de la pandemia por covid-19 es descomunal. Y por desgracia seguimos desconociendo demasiadas cosas, no sólo respecto a su mejor prevención y tratamiento, sino también sobre el efecto que los intentos de controlarla están causando en la vida global de las personas: vida que se va progresivamente limitando, empobreciendo, arruinando o acabando, como resultado de la falta de atención a las enfermedades que ya no parecen importar. Sin embargo, cada vez más, la discusión no se establece en función de la solvencia de los argumentos, o la solidez de las pruebas (que ni siquiera parecen importantes) sino en función de quien lo afirme, de si pertenece a los “nuestros” o al "enemigo". En buena parte de los países del mundo el debate sobre qué y cómo hacer, especialmente en las redes y los medios de comunicación se asemeja cada vez más a las antiguas “argumentaciones” de hooligans en los estadios de fútbol: apoyar a los nuestros, insultar y despreciar al que no lo es. Se llega a identificar políticamente a alguien simplemente por mantener dudas respecto a la efectividad, seguridad u oportunidad de vacunarse. Se insulta, mofa o desacredita, tras la protección de una cuenta anónima sin dar un argumento. Mala manera de afrontar la mayor amenaza para la humanidad quizá en siglos.

Ayer, Prasad participaba en un debate argumentado con David Aronoff, en relación con la conveniencia o no de relajar las medidas de distanciamiento o empleo de mascarillas una vez vacunados. Prasad está claramente a favor, pero reconoce que la argumentación de Aranoff es soberbia. Aronoff está en contra de la medida. El tono era de profundo respeto, la discusión se basaba en argumentos. Y cada lector puede sacar sus propias conclusiones.

Si ésta ha sido siempre la forma más humana de afrontar incertidumbres y divergencias, ahora se precisa más que nunca. El desacuerdo es una oportunidad preciosa para aprender. “Toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara el fascismo”, escribía Camus. Por eso el desacuerdo merece respeto, no desprecio.