En la
conocida fábula del escorpión y la rana, esta última muere picada por el aguijón del
primero, después de comprometerse a cruzarle el arroyo con la única condición de que no le
picara: como explicación de su perverso (y suicida) comportamiento el
escorpión esgrime que el hecho de picar,en cualquier
circunstancia y a cualquier ser, forma parte de su carácter.
Que el
Partido Popular esté decidido a acabar con el estado del bienestar y el sistema
nacional de salud forma parte de su carácter; comportamiento ponzoñoso que
comparten con él aquellas formaciones políticas que consideran, legítimamente,
que para que las sociedades prosperen el estado debe reducirse a su mínima
expresión, y la salud convertirse en una mercancía más sometida a las
transacciones del mercado: con sinceridad y claridad meridiana lo impulsó
Margaret Thatcher, ideóloga de los sucesivos jefes del partido derechista
español; lo comparte el actual partido conservador en Reino Unido y Ciudadanos
en España, y por supuesto la Troika. Por ello es completamente coherente que el
gobierno del señor Rajoy se comprometa ante tan excelsa trinidad a reducir el
gasto sanitario público al 5,57% del PIB en 2020, nada menos que un punto por
debajo del límite que establece la OMS para hacer viable un sistema sanitario
de cobertura universal.
Lo que
era menos entendible es que un partido que se hace llamar pomposamente “la
izquierda” permitiera con su abstención que se siguiera avanzando por esa senda
de recorte sobre recorte hasta que llegara un momento que el daño fuera
irreversible, como ya comentamos aquí.
Pero
como no merece la pena llorar sobre la leche derramada, y dando por hecho que
el dinero para sanidad será progresivamente decreciente hasta el fin de los
tiempos, cabría mirar en otra dirección al menos para reducir los
daños de tal recorte. Y eso sólo puede pasar por actuar decididamente
contra el despilfarro, puesto que ya
hemos renunciado también a actuar contra la causa que hace insuficientes los
recursos para garantizar la sostenibilidad del sistema, y que no es otra que el
fraude fiscal, convertidos en protagonistas permanentes de todo tipo de papeles,
ya se llamen Panamá, Paraíso o Pamiquela
Los
americanos estimaron en un tercio de su gasto sanitario ( un 6% de su PIB) el
perdido en despilfarros varios: además de excesivos costes administrativos,
fraude, o excesivo costo de las intervenciones, identificaban como una de las
causas del mismo la reralización de intervenciones innecesarias.
Puesto
que damos por aceptado (a la vista de quien gobierna y quien gobernará) que el
presupuesto en materia sanitaria será cada vez menor, convendría ser muy
cuidadosos a la hora de decidir en que debe gastarse el dinero. Y lo primero
que habría que decir a la ciudadanía en telediarios, emisoras, o comparecencias
de plasma sin pregunta,s es que NO es posible financiarlo todo: que no cabe disponer
a la vez, de hospitales en cada pueblo, trasplantes de todo tipo y color,”atenciónprimariacentrodel sistema”,
crónicos estratificados a manera de peras y para colmo “medicina de precisión”
de última generación. Esta última especialmente es inviable con un modelo
sanitario basado en la solidaridad, equitativo en función de necesidad y no ordenado
en función de ingresos, porque adecuar cada tratamiento a las necesidades
específicas de cada ser humano individual es simplemente inviable en un sistema
universal de salud.
Pero
además, el fundamento científico como estrategia a implantar en un sistema sanitario
es menos que débil, como brillantemente expone Abel Novoa. Sin reiterar sus
argumentadas baste con resaltar dos que identificaba David Hunter en NewEngland: en primer lugar la contradicción que supone que para conocer la supuesta
efectividad de intervenciones específicas en seres únicos, la fuente de
conocimiento proceda de grandes estudios poblacionales necesarios para suponer
que las conclusiones sean reproducibles (¿). Y por otro que el término
precisión es difícilmente compatible con incertidumbre, que domina la mayor práctica
de la decisión clínica, ya sea sobre diagnóstico, tratamiento o causa, y cuya aplicación multiplicará exponencialmente los "trade-off" de las decisiones, es decir cualquier ganancia supone un coste.
La
propuesta del Partido que se autodenomina “la izquierda” de exigir al partido
de la derecha una Estrategia Nacional de Medicina Personalizada de Precisión (bonito
pleonasmo) viene a demostrar que la “rana” de la “izquierda” sigue sin aprender
nada de los innumerables picotazos del alacrán que han dejado reducido el sistema
nacional de salud a su mínima expresión, a costa de ir perdiendo ranas en los
trasbordos.
Su
complejo de no “parecer” suficientemente moderno le lleva sistemáticamente a
abrazar modas sin fundamento, ya se llamen, áreas integradas, modelos radar,
programas de estratificación de crónicos, bancos de células madre y ahora
medicina personalizada y precisa. Mientras tanto su abandono, desprecio y
maltrato de la Atención Primaria ( sobre la que sí hay evidencia de sus
resultados) es público y notorio en todas las comunidades en las que tuvo o
tiene responsabilidades de gobierno
Esperaremos
con interés el próximo viaje del escorpión a lomos de la rana; eso sí “ de la
izquierda”.