“Los partidos se han desconectado tanto del resto de la sociedad y se dedican a una competición tan carente de significado, que ya no parecen capaces de sostener la democracia en su forma actual”.
"Gobernando el vacio".Peter Mair, citado por Ricardo Dudda en “la privatización de la política”
El responsable es el pueblo. Esa gente vil y miserable que no permite, con sus extraños comportamientos que bajen las cifras, que disminuya la incidencia acumulada, que dejen de morirse de una maldita vez y nos siga colocando en ese puesto de honor que supone estar entre los 10 países del mundo con mayor número de muertos y el cuarto en muertos por millón entre los países con mayor número de casos. La gente es responsable de estar donde estamos por no ponerse la mascarilla en cualquier lugar y circunstancia, por querer tomarse una cerveza, por salir al monte, por reunirse a comer con la abuela un año después de que la pesadilla comenzara, por hacer fiestas…Por supuesto que en España existen impresentables, irresponsables y tarados de diversa consideración, algo que en otras circunstancias no hemos querido ni asumir ni reconocer. Éramos un país casi perfecto en que casi todo funcionaba bien y la ciudadanía era sabia y responsable. Pero dudo mucho que el porcentaje de imbéciles español sea mayor al de Holanda, Turquía o Colombia. La mayor parte de la población es sensata, razonable y se comporta con una paciencia incluso excesiva. Sin embargo no es esa la imagen que (en una alianza perfecta con los diferentes gobiernos españoles) transmiten los medios de comunicación: todos los telediarios del país dedican buena parte de su duración a reproducir una y otra vez imágenes culpables ( del pueblo por supuesto): una mujer sola a la que los abnegados policías deben reducir de forma contundente ante su negativa a ponerse una mascarilla en una calle solitaria de noche, semidelincuentes bebiendo una cerveza en una terraza sin mascarilla, o adolescentes pillados in fraganti debajo de un colchón en una fiesta privada. Como semejante campaña de generalización de comportamientos punibles no está teniendo mucho efecto en el descenso de las cifras hasta la mítica incidencia de 50 la irritación de políticos y lacayos del poder crece.
Dos medidas vienen a darle otra vuelta de tuerca al pueblo, miserable y desobediente: una es la obligatoriedad absoluta de portar mascarilla en todas las circunstancias y lugares, incluido por ejemplo en playas y piscinas, o al simple hecho de caminar al aire libre manteniendo la distancia de seguridad: el mismo argumento que se emplea para justificar la apertura de terrazas (la menor transmisión mediante aerosoles) se emplea para justificar lo contrario ( aún así puede transmitirse si se está tumbado en una playa). Por cierto, algunos de los países con mejores resultados en la gestión de la pandemia siguen sin considerarla de uso obligatorio en exterior. Pero mejor prevenir que curar, mejor reprimir que tolerar. En la misma línea va la segunda medida, mucho más grave: la vulneración de un derecho constitucional, la inviolabilidad del domicilio, con esas imágenes que debería avergonzar al gobierno y a su policía de destrozar puertas con arietes para entrar en domicilios particulares para detener a gente sin mascarilla, y que recuerda los peores momentos de la ley Corcuera de patada en la puerta, también curiosamente establecida por el partido socialista como bien señalaba Manuel Jabois. Con todo lo que hay que hacer, ¿no les parece grotesco, patético, penoso este ejercicio? ¿Como va a poder entrar la policía en un domicilio con el argumento de que el morador se niegue a que entre? Uno imaginaría ese tipo de leyes en gobiernos como el de Bolsonaro, el gobierno militar birmano o el de Orban. Pero es obra del moderno gobierno socialista español, medida que defiende con vehemencia y ante la cual la parte correspondiente a Unidas Podemos, calla.
Mientras tanto, nadie habla en llos noticieros de los responsables de “las causas de las causas” que señalábamos en el último post y que han conducido al desmantelamiento de un sistema sanitario público que se desangra mientras se atiende a si el cuerpo lleva la mascarilla adecuada. Gobiernos populares y socialistas se alternaron durante la primera década de este siglo de reducir año tras año el presupuesto destinado a la Atención Primaria, a incrementar su carga de trabajo reduciendo sus profesionales y a jugar con el empleo según sus intereses convocando oposiciones de forma arbitraria e interesada.
Gobiernos de todo signo político aceptaron con sumisión el objetivo establecido por la Troika de reducción del gasto sanitario público del 6.47 en 2011 al 5,5 en 2020, casi un punto del PIB, que como bien demostró Juan Simó afectó especialmente a la Atención Primaria.
No son temas para entrar en el telediario, claro. Como tampoco lo es la falta casi absoluta y casi generalizada de reforzamiento real de los profesionales, con contrataciones efectivas, estables y dignas de nuevos refuerzos; el argumento esgrimido por los verdaderos Responsables de esa medida es que no los encuentran: lean por favor esta noticia sobre los que optan por marchar, y esta otra (sobre los que no pueden entrar) para averiguar donde están los responsables, que por cierto no se esconden en ninguna fiesta clandestina.
Una de los medidas reiteradamente señaladas como más necesarias en cualquier pandemia es realizar una adecuada trazabilidad de los casos: Testar, Trazar, Aislar y Apoyar. Hacerlo bien requiere de una gran inversión, puesto que se precisa contratar, formar y retribuir a muchos profesionales, y los fondos para el último verbo ( Apoyar) pueden ser descomunales. Hace casi un año presentábamos en este blog las necesidades de profesionales que debería llevar una adecuada campaña de trazabilidad si España se comportase como lo estaban haciendo otros países. En ella también señalábamos que, según lo realizado en los países asiáticos que mejor habían realizado esta estrategia, llevaba al menos 12 horas realizar el seguimiento de un solo caso a un profesional. Nada de ese refuerzo, de esa dedicación de tiempo, de esa captación de contactos ( 4 en el mejor de los casos en España frente a más de 30 según el ECDC) hablan de la grave responsabilidad gubernamental en lo que está ocurriendo. Pero eso no es noticia.
No es en modo alguno que la solicitud de evaluación externa de la gestión de la pandemia en España haya sido respondida por el gobierno español con el más absoluto de los desprecios. De hacerse pondría el foco en un ámbito de responsabilidad de la que los políticos y sus asesores huyen como de la peste. Hablando de epidemias, le temen mucho más a eso que al verdadero control de la pandemia.
Dibujo de El Roto en El Pais