En el Palaís de Nations de las Naciones Unidas en Ginebra, lugar donde se celebra la
Asamblea Mundial de la Salud cada año , hay una sala que lleva por nombre Sala
de los Derechos Humanos y Alianza de Civilizaciones. Su estructura es similar a
algunas de las gigantescas salas del Palacio , pero su techo es impresionante:
la cúpula, decorada por Miquel Barceló ,es una impactante combinación de formas
y colores, en que se alternan superficies irregulares con excrecencias
colgantes a manera de estalactitas y estalagmitas.
La obra artística fue una donación del gobierno español de
José Luis Rodríguez Zapatero en el año en que se iniciaba la crisis. Algunos
calcularon su coste cercano a los 20 millones de euros. Y hubo quienesjustificaron el gasto con el argumento de que el arte se ha financiado siempre a
través de mecenazgos de variado signo y origen. Pero cabe preguntarse si un gobierno no especialmente rico ,entra
en la categoría de mecenas, si debería serlo en tiempos de crisis económica, y
en último término si la mejor manera de
aportar nuestra contribución a la Organización Mundial de la Salud (OMS)
es a través de la creación de nuevas Capillas Sixtinas.
Nunca se ha sabido que beneficio obtuvo España, y en
especial su sistema sanitario, por aquel acto de ostentación.
La Asamblea
Mundial de la Salud no es una reunión de la OMS ; es una reunión de los países
del mundo en que la OMS actúa de secretaría de lujo. Cuando ésta se equivoca ,a
menudo sus equivocaciones son fruto de los errores de los países que la componen y de las negociaciones
que realizan para llegar a acuerdos. En dicha Asamblea se priorizan y debaten los asuntos que
deben regir las agendas de salud en el próximo año. Y que cada país afronta
procurando velar más a menudo por sus propios intereses antes que por los
intereses globales. Precisamente por eso las representaciones políticas de los
estados habitualmente son del mayor nivel institucional posible. Acuden los
Ministros de Salud o Sanidad , a lo sumo los subsecretarios o secretarios de estado..
España es diferente. La representación ,sobre todo en los últimos años, es de
tercer o cuarto nivel.
En la última Asamblea la aprobación de la Resolución del
Marco de Atención Integrada centrada en las personas ( al que nos referíamos
ayer) llevó tres días de debate
con aportaciones de cerca de 50 países. España no estaba entre ellas. No
parecía interesarle el tema.
La participación en foros internacionales debería tener tres
objetivos fundamentales: el primero, ingenuo , es contribuir a la mejora de la
salud en el mundo, y no solamente en tu propio país. El segundo , proteger los
intereses de salud de los ciudadanos cuando pueden verse amenazados por
terceros ( algo muy evidente en el TTIP que, sin embargo, sigue siendo invisible
en estos foros). Y el último , pero no menos importante, es reclamar la
rendición de cuentas en especial si tu país contribuye financieramente al
sostenimiento de una institución, política o programa.
Alguien me decía que es mejor que España envíe a algún
técnico de segundo nivel antes que al Ministro ( o Ministra) de turno.
Probablemente tenga razón. Al menos pasará desapercibido, lo que no ocurrirá si
en las discusiones participan personajes como Alfonso Alonso, Ana Mato, Leire
Pajín o Trinidad Jimenez.
Pero pasan los años, se suceden los partidos y las
legislaturas, y seguimos sin contar con Ministros ( y Ministras) competentes,
habiéndolos para mayor desgracia, en cualquier partido. Y lo que es peor,
seguimos aceptando cualquier decisión absurda, impulsiva o bochornosa de
nuestros responsables políticos, con el simple argumento de que tienen la
legitimidad de las urnas para hacer lo que quieran.
Sin petición y exigencia de rendición de cuentas a los que
nos gobiernan seguiremos jugando el papel que muy a menudo jugamos como país:
en el mejor de los casos, Pagafantas.