What are days for?
Days are where we live.
They come, they wake us
Time and time over.
They are to be happy in:
Where can we live but days?
Ah, solving that question
Brings the priest and the doctor
In their long coats
Running over the fields.
Days are where we live.
They come, they wake us
Time and time over.
They are to be happy in:
Where can we live but days?
Ah, solving that question
Brings the priest and the doctor
In their long coats
Running over the fields.
Para qué sirven los días?
Los días son donde vivimos.
Vienen y nos despiertan
una y otra vez.
Están para nuestra felicidad:
¿Dónde vivir sino en los días?
Ah, para resolver esa cuestión
El médico y el cura
se ponen sus largo abrigos
Y con prisa recorren los campos)
Días. Philip Larkin
Pocos dudan del efecto del tabaquismo en la mortalidad, o de
la utilidad del ácido acetilsalicílico como agregante. La magnitud de su efecto
es similar a la que tiene la buena relación clínica en los resultados en salud
de los pacientes; y sin embargo a ésta no se le presta la misma atención, ni se
la convierte en objetivo clínico de los servicios sanitarios , como sí ocurre
con las dos anteriores.
Un grupo de investigadores de Harvard y de la Universidad de
Basilea publicaron hace un par de años un metanálisis en PloS sobre la
influencia de la relación médico-paciente en los resultados en salud. Definían
esa relación, a efectos de investigación,a partir de sus componentes
emocionales (empatía, respeto, confianza mutua,veracidad,aceptación,cordialidad
) y cognitivos (integración de la información, educación del paciente,
capacidad de compartir información y gestión de las expectativas), admitiendo
que el límite entre unos y otros es difuso , y que ambas se retroalimentan.
Para su estudio descartaron todos aquellos trabajos que no
fueran ensayos clínicos aleatorizados, excluyendo estudios observacionales o
aquellos que midieran resultados intermedios como la satisfacción del paciente;
seleccionaron finalmente trece ensayos. Su metanálisis demostraba que una buena
relación médico-paciente tiene un pequeño efecto, pero estadísticamente
significativo, en los resultados en salud; pequeño, pero no menor que el
obtenido en los estudios sobre el ácido acetilsalicílico como antiagregante o
el efecto del tabaquismo sobre la mortalidad a 8 años en hombres.
Todos los servicios de salud han ido implementando medidas,
a menudo ligadas a incentivos económicos, para reducir el tabaquismo o aumentar
la prevención de enfermedades vasculares con antiagregantes. Pero ninguno ha
hecho nada para fomentar una mejor relación entre profesionales y pacientes.
La razón está clara. La escriben Ribin Youngson y Mitzi
Blennerhazzet en un editorial del último número del BMJ: “ Después de décadas de campañas por disponer de sistemas sanitarios más humanos, concluimos que
los valores subyacentes de los servicios sanitarios son incompatibles con la
compasión, la comprensión o la curación. Aunque los profesionales se preocupan
profundamente por sus pacientes, los valores del sistema son el la competencia,
racionalismo, la productividad, la eficiencia o el beneficio. No hay espacio
para la curación ( Healing). Llamamos a esto “la industrialización de la
medicina”.
Probablemente porque los propios valores sociales que han
acabado por predominar no alientan precisamente la compasión, la empatía o el
consuelo.
En Arm in arm with righteousness ( cogiso del brazo en
honradez) Iona Heath recuerda las diferencias que Paul Plsek señalaba entre
lanzar una piedra o lanzar un pájaro: mientras la trayectoria de la primera
puede ser en cierta forma predecible, la de la segunda es completamente
imprevisible a menos que inmovilicemos al animal y lo despojemos de su propia
naturaleza. Algo parecido ocurre, señalaba Iona, cuando intentamos medir la
calidad de la atención sanitaria ignorando la presencia de dos seres humanos en
interacción, el paciente y el profesional;lo que habitualmente realizan los
sistemas de gestión de las organizaciones sanitarias, que no solo ignoran lo
más precioso del encuentro clínico, sino que lo degradan a una actividad
industrial más, en que solo la
productividad importa.
Tiene razón Javier Padilla cuando señala que los
responsables de la implantación de las políticas de recorte y precarización
están inhabilitados para defender estrategias de humanización, por muchos y
pomposos departamentos que creen al efecto. Basta con que se reconozca la complejidad del acto clínico, permitiendo disponer de profesionales
capaces de mantener una atención regular, mantenida a lo largo de los años, garantizándoles
el tiempo adecuado para recibir, escuchar, tocar y acompañar. Lo que ningún servicio permite ni realiza.
Si la poesía es, como escribía Robert Frost, la distancia
emocional más corta entre dos personas, la que escribe y la que lee,
necesitamos mucha más poesía y muchas menos guías de práctica clínica. Los
poemas nos obligan a pensar, escribía Iona Heath recientemente, y la mayor
parte de nosotros , cuando nos encontramos enfermos queremos tener alguien
capaz de pensar y ayudarnos. Nada más y nada menos que el juego de la curación.