“Recuerda que las únicas cosas realmente seguras son la muerte y pagar impuestos”
La salud enferma. Fernando Fabiani
Cada cierto tiempo, cada vez con más frecuencia, las grandes burocracias institucionales o las grandes revistas generadoras del “conocimiento experto” publican sus análisis y estrategias ante los graves problemas de la salud en el mundo: ya sean los determinantes sociales, las brechas de equidad, el enfoque de género o la tan manida y lastimosa situación de la Atención Primaria , todas ellas tienen su informe, estrategia o Comisión para definir el camino a seguir. Uno las lee con avidez siempre, esperando encontrar ideas nuevas a problemas viejos. Pero habitualmente lo que encuentra es la misma repetición de tópicos, lugares comunes, y palabras políticamente correctas que en su informe predecesor del que, habitualmente, es corta y pega. Igual de políticamente correctas son las presentaciones de los informes, donde lo difícil es encontrar una aportación novedosa y sorprendente, en lugar de esos rictus de extrema gravedad que se presentan ante la gravedad del problema.
Lo primero que suelo hacer cuando me encuentro ante uno de esos informes, declaraciones o consensos trascendentes es buscar la lista de referencias, y el compendio de autores. Y salvo excepciones rara es la referencia que llama la atención por su excepcionalidad, siendo lo habitual las autoreferencias continuas en bucle a los informes previos de la propia organización o revista. Y en cuanto a los autores, es aun más excepcional encontrar a alguno que vea a diario pacientes en algún lugar del mundo, y aun más raro que sea menor de cincuenta años, predominando respetables exministros ( o ex ministras), académicos de reconocido prestigio o asesores de empresas y burocracias diversas.
Hay realidades además que pasan
completamente desapercibidas por los autores de tan brillantes documentos,
aunque su importancia sea sencillamente descomunal. La mayor paradoja para mi,
es cómo todas estas instituciones y revistas, tan aficionadas a la producción
literaria ignoran sistemáticamente el problema de la medicalización en la
sociedad moderna, el exceso de intervenciones, el sobrediagnóstico y el
correspondiente sobretratamiento. Y siempre recuerdo en el año 2018 de
elaboración de la Declaración de Astana, la más relevante de las realizadas
recientemente en Atención primaria en conmemoración de los 40 años de la de
Alma Ata, la declaración formal del Conggreso de referencia sobre este problema en dicha Declaración. Referencia que brilla por su
ausencia, aun siendo el problema que más claramente pone en riesgo la viabilidad y
sostenibilidad de cualquier sistema de salu, y del que se sigue pasándose de soslayo, quizá
con la intención de no molestar a los gigantes que financian el tinglado.
Es interesante comparar cualquiera de estas grandes declaraciones con libros como La Salud Enferma, de Fernando Fabiani. Para los que aún no lo conozcan Fernando es un médico de familia que (él si) atiende a diario, aunque no haga trasplantes de hipotálamo, ni repare genes distópicos ni tan siquiera emplea robots con nombres de artistas del renacimiento. Simplemente atiende desde hace muchos años, en el mismo centro a sus pacientes. Pero además de ello lleva también años haciendo una labor encomiable de luchar él solo, cual Don Quijote, contra molinos de viento que él sabe que detrás llevan un gigante que les mueve a su antojo: ya sea en sus libros o en sus programas en televisión, Fabiani desmonta mitos ( como la de que hay que beber cada día al menos dos litros de agua o andar diez mil ridículos pasos) o intervenciones innecesarias, siempre con una inmensa gracia. Es enorme su mérito de haber sido capaz de hacer visible la realidad de la Atención primaria, el derroche innecesario de intervenciones y recomendaciones que hacen a diario los favoritos de comunicadores, radios y televisiones , esos que con mirada ceñuda y gran solemnidad hablan del enorme avance en la historia de la humanidad que producirá el artículo que acaban de publicar en Nature donde parecen demostrar que el exceso de berilio acelera el metabolismo de la mitocondria abriendo vías prometedoras contra la obesidad en asiáticos. Muy al contrario de estos sabios Fabiani habla de cosas tan sencillas como nuestros supermercados ( que parecen farmacias) o de nuestras farmacias ( que parecen supermercados). Como , por cierto, también lo parecen todos los programas de radio en turno de tarde. O de la obsesión por hacerse chequeos, y la angustia que producen los “pájaros fuera de la jaula” en forma de asteriscos en los análisis.
En un ministerio en que por primera vez hay en su cúpula un médico de familia que veía pacientes hasta hace poco, uno esperaría que las voces como la de Fabiani tengan el protagonismo que merece, y que la lucha contra la medicalización y la escalada armamentística científica se convierta de verdad en una prioridad.
Porque como bien dice Fabiani en
un título antológico, la salud enferma de verdad