viernes, 31 de marzo de 2017

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto



En el congreso de Hospitales que se celebra estos días en la ciudad de Sevilla varios consejeros de salud de diferentes comunidades autónomas han coincidido en la necesidad de considerar a la Atención Primaria como una prioridad. Mucho debe ser el cargo de conciencia cuando se acuerdan de ésta en un congreso de hospitales. Enfocando la escena desde otro ángulo, cuesta imaginar que cualquier consejero o consejera de salud afirmara en la inauguración de un congreso de Atención Primaria que la prioridad para los próximos años es la de invertir en hospitales.
Hablar de la Primaria en el terreno de éstos no tienen riesgo alguno, porque los hospitales saben perfectamente que sus inversiones, innovaciones y plantillas están a buen recaudo, que las buenas intenciones consejeriles hacia la Atención Primaria no son otra cosa que un encomiable intento de calmar al hijo llorón, al que se trae un peluche del aeropuerto cuando se va uno de viaje.
El señor consejero de Galicia por ejemplo, confiesa incluso “haber mantenido reuniones con los representantes de Atención Primaria para trazar una estrategia, ya que muchos de sus profesionales admitían sentir que habían perdido protagonismo en los últimos años”. A los colegas del hospital cuando andan faltos de protagonismo, y amenazan con movilizaciones, se les apacigua habitualmente con contrataciones y aparatajes. A los de Primaria con "estrategias", el sonajero para los terrores nocturnos de la Atención Primaria: se elabora un hermoso documento, se forman múltiples grupos de trabajo, se presenta a bombo y platillo y…el resto es silencio , como decía Fortimbrás tras entrar a saco en el reino de Elsinor para recoger el cadáver de Hamlet.
Dos hechos demuestran la futilidad de esta farsa. El primero es de carácter económico. Uno de los exdirectivos de la Organización Panamericana de la salud lo decía bien claro en Buenos Aires hace unos meses, hablando precisamente de las políticas sobre Atención Primaria en América Latina: “una prioridad política sin respaldo presupuestario no es una prioridad política”. En un escenario tan favorable como aquel al que se ha comprometido el gobierno conservador español (que es gobierno gracias al Partido Socialista y Ciudadanos), y que establece un porcentaje de gasto público en salud del 5,74 para 2019, no es descabellado imaginar cual es el futuro que espera a esa Atención Primaria tan “prioritaria” para los señores consejeros: la inversión en materia de salud siempre acaba siendo un juego de suma cero, y si de verdad se pretende poner a la Atención primaria en primer término, la financiación para ella solo podrá venir de la partida destinada a hospitales;para que un consejero fuera creíble en este tipo de buenos propósitos debería convertirse durante unos años en una especie de Robin Hood sanitario que quita al rico para dárselo al pobre. El resto es retórica.
Un ejemplo cercano en tiempo y espacio: se desconoce el coste de la inversión hospitalaria en Granada, y en especial cuanto supusieron las reformas en los centros hospitalarios que ahora se van a desmantelar, y cuanto supondrán las nuevas reformas para volver al punto de partida. Si es posible respaldar económicamente un despropósito semejante no es descabellado imaginar que las partidas que se resentirán del invento serán las invisibles, las que no son demandadas por 50.000 ciudadanos en jubilosa manifestación, las que no aparecen en los medios porque son muy deprimentes, las que no existen salvo en el recuerdo de los que reciben sus servicios y los prestan.
El segundo hecho que demuestra la falsedad de tantas buenas intenciones respecto a la Atención Primaria es precisamente lsu inexistencia en la realidad mediática cotidiana: hablar de hospitales es hablar de nombres concretos de gente fascinante que lleva a cabo operaciones majestuosas al filo de lo imposible; “números uno” del campo correspondiente que se fotografían con la consejera o consejero de turno embutidos aún con el pijama que vistieron en la hazaña; prestigiosos investigadores o cirujanos entrevistados en los telediarios y a los que se dedican reportajes extensos en los dominicales donde cuentan el largo camino de esfuerzo y privación recorrido hasta llegar donde están.
La gente de la Primaria por el contrario no tiene cara, ni reportajes en color ni el número de teléfono personal del consejero. La “Primaria” es un conglomerado amorfo, compuesto de gente anónima e intercambiable. A nadie le interesa la historia del médico rural que lleva treinta años en el mismo pueblo abandonado, el último recurso público tras desaparecer el tren, el banco o la escuela. O la de los médicos y enfermeras de Cartuja y Almanjayar, las 3000 viviendas o la Cañada Real, demasiado en contacto con la mugre y la chusma como para ser interesante su experiencia en horario de máxima audiencia; o la de los chiflados que realizan las guardias en su hospital de referencia sin que nadie se lo pida, por mantener su capacidad técnica y atender a sus pacientes a lo largo de todo su recorrido por el enrevesado sistema.
Nadie hablará de la Primaria cuando haya muerto. Nunca habrá cátedras con el nombre de algún destacado maestro, ni premios Jaime I a una humilde enfermera (reservados como están a grandes trasplantadores de órganos y sistemas), ni complejas técnicas con el apellido de su inventor. Atender a la gente desde la cuna a la cuña no merecerá nunca el recuerdo de nadie.
Pero por favor, al menos que no nos tomen por tontos.

( Foto: cartel de la película "Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto", la magnífica película de  Agustín Díaz yanes sobre mujeres sin futuro)

viernes, 24 de marzo de 2017

El Reino de las Dos Caras (Segunda parte).



En el mismo reino de tecnologías, hospitales de vanguardia y magos poderosos, existe también otra mitad, invisible como el aire. Invisibles son sus habitantes e invisibles son los centros que les prestan atención, en los que no existen fusiones, desfusiones ni caballeros andantes.
Almanjayar y Cartuja, en el norte de la ciudad de Granada, comparte un triste presente de pobreza, paro y ausencia de oportunidades, al que ninguna autoridad política ha prestado nunca la atención que merece. El mejor ecosistema para que germine  la marginalidad y la violencia:actualmente representa uno de los más innovadores y productivos laboratorios en producción de marihuana del Reino. En el mismo bloque de viviendas conviven ancianos, muchos de ellos en muy delicada situación de salud, con plantas feraces que medran en el piso de arriba al calor de la luz y el calor que aporta la red eléctrica.
A veces la sobrecarga de la red produce cortes, que sufren a diario vecinos con contratos en vigor, “enganchados” ilegales a la red y por supuesto las plantas. Lo sabe todo el mundo pero también casi todo el mundo se encoje de hombros. Las mafias de la zona poco a poco amplían sus áreas de influencia, habitando los inmuebles con su frondosa vegetación. En ese confortable ambiente siguen resistiendo como pueden personas con muy escasos recursos, a los que el apagón supone la ausencia de electricidad con la que encender el brasero en días helados, con la que encender el fuego y calentar una bolsa de agua o enchufar un aparato imprescindible para su apnea del sueño.
En los últimos meses tres personas han muerto por arma de fuego, en escenas que son una versión mediterránea del Baltimore de The Wire.Sin planes, inversiones ni futuro, el centro de salud representa el último reducto de una mínima integración social. El único lugar al que acuden tanto tirios como troyanos, ancianos sin luz y miembros de las bandas. No es nada fácil trabajar allí. Y sin embargo, a pesar de su dureza, peligrosidad y dificultad sus profesionales siguen realizando su trabajo año tras año, recorriendo esas calles y corralas que quizá el resto no se atrevería a atravesar, entrando en esos bloques habitados por plantas y seres humanos, a partes casi iguales.

Esa gente nunca sale en la prensa, y las consejeras de turno no se fotografían con ellos, quizá porque no andan embutidos en pijamas verdes con gorros vistosos, quizá porque la atención al marginado, pobre o violento es mucho menos “vendible” que el último trasplante multiorgánico.
Sin embargo esa gente silenciosa y absurda, sigue manifestando su compromiso de seguir trabajando allá, aportando su pequeño pero inmenso grano de arena al esfuerzo por una cohesión social al que el resto del reino apenas preocupa ( o como se escucha a veces en la calle, “¿para qué entrar?...que se maten entre ellos”).
Algunos llevan décadas sin moverse de allí, sin caer en la tentación de acercarse a lugares más cómodos del reino, quizá incluso de los de la “otra mitad”, la de las tecnologías y las fusiones. Otros acaban de llegar, precisamente porque lo que buscan en la medicina o en la enfermería es esa forma silenciosa y comprometida de ejercer el cuidado y la atención a los demás. Gente que también podría haber elegido otra especialidad más rumbosa, que le permitiría tal vez salir dentro de unos años con la consejera de turno tras haber realizado el primer trasplante de hipocampo.
La mitad del reino que no se fusiona, ni desfusiona, ni protesta se llama Atención Primaria, y algunos de sus centros trabajan en condiciones tan exigentes como los equipos de Cartuja y Almanjayar. A pesar de atender 40 pacientes cada uno de sus médicos muchos de los días del año las ausencias no se sustituyen, la eventualidad es frecuente e incluso debe justificarse pormenorizadamente  la necesidad de mantener las plazas existentes cuando algún profesional se jubila.
No es difícil deducir quien será el pagano de los juegos de silla, fusión y desfusión, construcción y demolición de la mitad soleada del reino.
Y pese a todo, sigue habiendo algunos de esos seres invisibles que siguen creyendo que lo mejor de su vida profesional lo han vivido allí. En el mundo invisible donde nunca hay fotos ni noticias en el telediario de las 9.

jueves, 23 de marzo de 2017

El Reino de las dos caras ( Primera parte)




“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos directos al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.”
Historia de dos ciudades. Charles Dickens.

Érase una vez un extraño lugar en el que, al igual que en la novela de Dickens, todo lo poseíamos pero no teníamos nada; alternaban días de tiniebla y noches de luz,  prontos de locura y fogonazos de sabiduría. En aquella distinguida corte convivían un viejo hospital, situado en las eras del Cristo, y un complejo hospitalario más moderno conformado por un hospital general, un centro materno-infantil y otro traumatológico.
Un buen día, hace cerca de veinte años, se llegó a la conclusión de que el viejo hospital necesitaba con cierta urgencia buscar nuevo acomodo donde albergar a los “magos”, los que con bolas de cristal y manos de acero solventaban las graves dolencias de la mitad del reino. El viejo Rey decidió construir un nuevo centro, en la parte sur de la ciudad, donde no existía nada que pudiera parecerse; y así fue surgiendo entre planos y planes funcionales, una nuevo concepto de atención a los enfermos imbuida de las últimas tendencias en procesos asistenciales, tan de boga entonces. Pasaron los años, el centro fue tomando su forma, llegó la crisis y cuando ya se acercaba el deseado momento de su puesta en marcha, la nueva reina,bajo la influencia de sus consejeros, tomó una decisión insólita : en lugar de trasladar un hospital de lugar, se recolocarían todas las estructuras hospitalarias de la ciudad. Tocaba barajar las cartas y repartir de nuevo. Y así el flamante centro sería ocupado por un nuevo hospital quirúrgico y traumatológico, el viejo hospital traumatológico por el futuro centro materno-infantil, y el viejo hospital materno-infantil por un moderno centro dedicado a la oncología y la hematología de primer nivel. El nuevo reparto de cartas implicaba fusionar servicios y culturas, no pareciendo que estuvieran muy por la labor los afectados por la ocurrencia. Pero como la opinión de los súbditos solo es tenida en cuenta cuando coincide con los designios del monarca, se siguió adelanto con el proceso que (a falta de cifras oficiales), parece ser que fue de todo menos barato.
Y así cerca de quince años después de colocar la primera piedra del nuevo centro, éste comenzó a funcionar para un uso distinto a su uso inicial. Sin embargo el juego de las sillas no funcionó como se esperaba, y la muchedumbre empezó a mostrarse francamente descontenta, puesto que se precisaban ciertos estudios para saber a dónde acudir en función de la dolencia que a uno le afligiera. El malestar necesitaba su cauce, y así, un buen día apareció un caballero andante que emprendió su particular revuelta contra aquel estado de cosas: la mecha prendió un verano particularmente seco, arrasando cuanto a su paso encontraba: sucesivas manifestaciones multitudinarias en que participaban juntas señoras con abrigos de piel y músicos ambulantes, se llevó por delante a dos gerentes, un vice-consejero y el máximo responsable del servicio de salud, de forma que su alteza se rindió incondicionalmente entregando armas, bagajes y argumentos: primero fue la promulgación de la orden que derogaba la fusión de los centros hospitalarios, y hace dos días la rendición final con lo que implica: como en la viejo clásico de los Hermanos Marx, se procederá a rellenar el hoyo que se había escavado, de forma que el nuevo y flamante hospital quirúrgico volverá a ser un hospital general, el nuevo y flamante hospital materno-infantil ( dotado de modernos paritorios preparados para toda modalidad de parto y habitaciones infantiles) volverá a ser traumatológico, y  el futuro hospital del cáncer regresará a su pasado como centro materno-infantil.
La muchedumbre aplaude alborozada.
¿Y el coste? En el Reino de la abundancia eso no importa.
 ¿Y el coste de oportunidad? En esta parte del Reino de las Dos Caras eso no existe.

Fotografía: El Dr. Jesús Candel ( Spiriman) a lomos de un Policía Local en el juzgado de paz de Albolote.Agencia Efe