Cada
año, quedo con cinco de esos amigos que conocí cuando aún no tenía casi ni
conciencia, para rastrear las tiendas de discos de mi ciudad en busca de tesoros.
Solo uno de ellos es médico: sin darnos casi cuenta hemos pasado de celebrar el
primer trabajo, a escuchar que alguno de ellos recibirá con seguridad la
jubilación anticipada.
En
todos los casos la situación es la misma: ya sean ingenieros, consultores,
pilotos o informáticos son ya demasiado viejos y caros para seguir interesando
a sus empresas. En todos los casos se busca que acepten un ERE, jubilación
anticipada o despido improcedente (los nombres varían para denominar la misma
abyección) a cambio de un cierto dinero con el que arrastrarse hasta la edad
oficial de jubilación. La razón no es que sean viejos, resabiados o simplemente
pesados; es que de esa forma, en todas esas empresas, podrán sustituirles por
jóvenes dispuestos a trabajar el doble por la mitad del sueldo.
El “doble”
significa renunciar al horario estipulado, no tener hora de entrada ni salida, abdicar
de los fines de semana, estar conectado las 24 horas del día a un teléfono de
última generación. “La mitad de sueldo” es literal en muchos de los casos.
Una primera
justificación sería que donde antes existía un trabajo aparecerían dos,
repartiendo un único salario en dos más modestos. Sin embargo esto casi nunca
se cumple.
Otra segunda
justificación es la de que es imprescindible la moderación salarial para la
buena marcha de la economía. Sin embargo los salarios de los altos directivos
no paran de crecer cada año, y la brecha entre los más ricos y los más pobres es
mayor que en toda la historia.
La última
explicación vendría de la mano de la tecnología y la condición de innecesarios
de muchos de los puestos de trabajo, sustituidos cada vez más por engendros e
ingenios mecánicos. Pero sin embargo la depreciación de los trabajadores afecta
también a empresas y sectores en los que , de momento, se sigue necesitando el
trabajo humano, el conocimiento e inteligencia humana, desde pilotos a
profesionales de la medicina y la enfermería.
El
ganado humano, cada vez más parecido al ovino, bala resignado mientras sigue
con adicción la última serie de Netflix.
En
sanidad es donde la estratagema parece más astuta: hasta gobiernos claramente
comprometidos en la destrucción del sector público y la demolición del estado
de bienestar, como son los de Ciudadanos y el Partido Popular, prometen Ofertas
Públicas de Empleo, mantra también prometido por gobiernos socialistas o
nacionalistas. ¿De qué nos quejamos?
Su
sensibilidad, su gran esfuerzo presupuestario, ya sea en Madrid, La Rioja o
Andalucía permitirá dar pan de forma regular a tanto desagradecido que muerde
la mano que le da limosna en forma de contrato eventual abusivo.
Sin embargo
la dádiva tiene trampa: desde la anunciación de una OPE hasta que se publica
pasan (en el mejor de los casos) meses; desde que se publica hasta que se realiza
el examen años; desde que se realiza el examen hasta que toman posesión aún más
años. Durante todo ese tiempo seguirán todos esos aspirantes en la misma
situación de precariedad,explotación y angustia sobre su futuro. Y cuando acaben por tomar posesión (si
es que no se aburren o mueren antes), buena parte de sus compañeros, aquellos
que se convirtieron en titulares o propietarios hace ya
muchos años, se habrán jubilado dejando una situación de provisionalidad todavía
mayor. En este lento, burocrático y perfectamente orquestado proceso no solo
seguirán sin cubrirse los puestos de trabajo que la crisis se llevó, sino que
muy probablemente se seguirán destruyendo plazas o sustituyendo las estables
por otras precarias. Ya avisaron McKee y Stuckler en el BMJ en su visionario
artículo sobre el asalto al universalismo: para hacerlo bien hay que hacerlo
sin que parezca que lo estás haciendo.
La
situación en Madrid que denunciaba AMYTS pone de manifiesto que las OPEs en
marcha apenas producirán cambios en la situación de eventualidad actual. En
Andalucía la ya famosa tasa de reposición del gobierno Rajoy ha servido de
perfecta coartada para recortar lo público, empezando lógicamente por lo menos
importante, lo que atrae menos votos, la Atención Primaria.
La
buena noticia es que el año 2017 acaba. La mala es que empieza 2018. Y dado el
rumiante silencio de los corderos no parece que vaya a ser mejor. Feliz Año.