domingo, 31 de diciembre de 2017

La guerra latente: Caso número 5: La devaluación del factor humano



Cada año, quedo con cinco de esos amigos que conocí cuando aún no tenía casi ni conciencia, para rastrear las tiendas de discos de mi ciudad en busca de tesoros. Solo uno de ellos es médico: sin darnos casi cuenta hemos pasado de celebrar el primer trabajo, a escuchar que alguno de ellos recibirá con seguridad la jubilación anticipada.
En todos los casos la situación es la misma: ya sean ingenieros, consultores, pilotos o informáticos son ya demasiado viejos y caros para seguir interesando a sus empresas. En todos los casos se busca que acepten un ERE, jubilación anticipada o despido improcedente (los nombres varían para denominar la misma abyección) a cambio de un cierto dinero con el que arrastrarse hasta la edad oficial de jubilación. La razón no es que sean viejos, resabiados o simplemente pesados; es que de esa forma, en todas esas empresas, podrán sustituirles por jóvenes dispuestos a trabajar el doble por la mitad del sueldo.
El “doble” significa renunciar al horario estipulado, no tener hora de entrada ni salida, abdicar de los fines de semana, estar conectado las 24 horas del día a un teléfono de última generación. “La mitad de sueldo” es literal en muchos de los casos.
Una primera justificación sería que donde antes existía un trabajo aparecerían dos, repartiendo un único salario en dos más modestos. Sin embargo esto casi nunca se cumple.
Otra segunda justificación es la de que es imprescindible la moderación salarial para la buena marcha de la economía. Sin embargo los salarios de los altos directivos no paran de crecer cada año, y la brecha entre los más ricos y los más pobres es mayor que en toda la historia.
La última explicación vendría de la mano de la tecnología y la condición de innecesarios de muchos de los puestos de trabajo, sustituidos cada vez más por engendros e ingenios mecánicos. Pero sin embargo la depreciación de los trabajadores afecta también a empresas y sectores en los que , de momento, se sigue necesitando el trabajo humano, el conocimiento e inteligencia humana, desde pilotos a profesionales de la medicina y la enfermería.
El ganado humano, cada vez más parecido al ovino, bala resignado mientras sigue con adicción la última serie de Netflix.
En sanidad es donde la estratagema parece más astuta: hasta gobiernos claramente comprometidos en la destrucción del sector público y la demolición del estado de bienestar, como son los de Ciudadanos y el Partido Popular, prometen Ofertas Públicas de Empleo, mantra también prometido por gobiernos socialistas o nacionalistas. ¿De qué nos quejamos?
Su sensibilidad, su gran esfuerzo presupuestario, ya sea en Madrid, La Rioja o Andalucía permitirá dar pan de forma regular a tanto desagradecido que muerde la mano que le da limosna en forma de contrato eventual abusivo.
Sin embargo la dádiva tiene trampa: desde la anunciación de una OPE hasta que se publica pasan (en el mejor de los casos) meses; desde que se publica hasta que se realiza el examen años; desde que se realiza el examen hasta que toman posesión aún más años. Durante todo ese tiempo seguirán todos esos aspirantes en la misma situación de precariedad,explotación y angustia sobre su futuro. Y cuando acaben por tomar posesión (si es que no se aburren o mueren antes), buena parte de sus compañeros, aquellos que se convirtieron en titulares o propietarios  hace ya muchos años, se habrán jubilado dejando una situación de provisionalidad todavía mayor. En este lento, burocrático y perfectamente orquestado proceso no solo seguirán sin cubrirse los puestos de trabajo que la crisis se llevó, sino que muy probablemente se seguirán destruyendo plazas o sustituyendo las estables por otras precarias. Ya avisaron McKee y Stuckler en el BMJ en su visionario artículo sobre el asalto al universalismo: para hacerlo bien hay que hacerlo sin que parezca que lo estás haciendo.
La situación en Madrid que denunciaba AMYTS pone de manifiesto que las OPEs en marcha apenas producirán cambios en la situación de eventualidad actual. En Andalucía la ya famosa tasa de reposición del gobierno Rajoy ha servido de perfecta coartada para recortar lo público, empezando lógicamente por lo menos importante, lo que atrae menos votos, la Atención Primaria.
La buena noticia es que el año 2017 acaba. La mala es que empieza 2018. Y dado el rumiante silencio de los corderos no parece que vaya a ser mejor. Feliz Año.

martes, 26 de diciembre de 2017

La Guerra Latente: Caso número 4: el profesional superfluo



“El día de la Navidad; millones de canallas abrazan cínicamente una religiosidad compasiva y generosa hacia el prójimo, que se disolverá tras la fiesta de Reyes, cuando los insensibles lobos dejen colgando su piel de oveja frente al abeto ajado. Quieren todo: tierra y paraíso.”
José Ramón Repullo

Son días de buenos deseos. No hay Hospital, gerencia de Atención Primaria, Consejero o Consejera de Salud, Presidente o Ministra que no envíe su felicitación a todos sus trabajadores, agradeciéndoles su excelente trabajo, recordándoles (como si hiciera falta) que su trabajo es esencial para el funcionamiento del sistema, y deseándoles todo lo mejor para el año que viene, sabiendo perfectamente de antemano que no harán nada en su ámbito de competencia para que realmente mejore su situación.
Posiblemente pensarán que ellos hacen todo lo que pueden, que en el fondo es lo que les deja el que tiene inmediatamente por encima. Pero en ese caso al menos estaría bien que dejaran de practicar este rancio arte de la hipocresía navideña: mientras que su mano derecha envía las felicitaciones navideñas, la mano izquierda organiza los turnos en los centros de salud. Y siguiendo el mandato del buen dios cada una desconoce lo que hace la otra.
Estos días en que el que más y el que menos se toma sus días de moscosos, canosos, añosos o como se les quiera llamar, se da por incuestionable que en ningún caso, bajo ninguna circunstancia o excepción, la ausencia de un profesional será sustituida: simplemente se acumularán consultas de los profesionales de Atención Primaria ausentes, a las de sus colegas presentes. Aunque sean días de alta presión asistencial, de incremento de la incidencia de infecciones respiratorias,la regla es la regla.
Es interesante como las profesiones sanitarias y la médica en particular han acabado por aceptar sin rechistar este planteamiento abusivo. Se considera ya una ley natural, tan indiscutible como la de que el sol sale cada mañana por el este.
Hace unas semanas en el excelente congreso de OSATZEN en Vitoria un colega muy brillante me comentaba que poder asistir al mismo le había supuesto que los pacientes de su cupo tenían que ser atendidos por sus compañeros durante esos dos días. Quid pro quo: a él le tocaría atender los de ellos en justa reciprocidad, incrementando sus 45 pacientes diarios en otros 10 más, si había suerte y se repartía entre varios. Con lo que pasará mucho tiempo hasta que le compense volver a acudir a algún evento científico.
Hace solo unos días un amigo de un centro de Granada me comentaba su continua y creciente decepción con el trabajo: ante la ausencia de varios compañeros, la solución es el desvío de cualquier paciente que se acerca a la unidad administrativa a su consulta, sin valoración alguna de si era procedente o improcedente, si podía esperar al día siguiente o a la vuelta de su médico.
Si se analiza con algo de detenimiento la hipótesis de que la ausencia de un médico no precisa de sustitución se obtienen interesantes conclusiones: la primera (e inevitable) es que no se necesitan tantos profesionales, sean de medicina o de enfermería. Aun reconociendo nuestra bovina tendencia a la aceptación de cualquier recorte, no creo que estuviéramos muy de acuerdo con que las compañías aérea eliminaran uno de los dos pilotos si uno de ellos se pone enfermo, acude a un curso de refresco o se casa; ninguna compañía lo contempla en sus estrategias ( bueno, salvo RyanAir) y por supuesto ningún sindicato de pilotos lo aceptaría. Y no se sustituye, porque se considera imprescindible para el funcionamiento de un avión la participación de su tripulación completa. Ya se que el argumento de los gestores sería el que ambos sectores no son comparables (y no lo son) , pero sí lo es la consideración del carácter necesario o no de un determinado puesto de trabajo. Y es evidente que ni políticos, ni gestores ( y lo que es peor) ni los propios profesionales consideran que el trabajo de medicina de familia o enfermería de familia lo sea.
La segunda conclusión es que la falta de sustitución de una vacante implícitamente supone la asunción de que los motivos por los que la gente acude a Atención Primaria son banales: tampoco nadie aceptaría que se recortasen los equipos quirúrgicos y un trasplante de riñón lo hiciera solo un cirujano, por superhombre que sea. Pero ya se sabe que en el inconsciente colectivo se asume que los profesionales de Atención primaria atienden solo naderías ( y en parte es verdad porque son esos mismos políticos que recortan plantillas los que animan a la población a consultar por naderías). Eso sí, en esas consultas de naderías, un día tonto como hoy, 26 de diciembre, en que un médico atiende a 60 personas, de las que solo conoce a los 40 de su cupo, puede ocurrir que en los 3 minutos que tiene para atenderle, deje pasar esa molestia inespecífica que esconde un infarto, esa disnea similar a tantas otras que oculta un tromboembolismo, ese cuadro febril tontorrón tras el que acecha la sepsis que ignoró la Dra. Bawa-Garva. Y entonces sí, lo que eran naderías dejan de serlo. Cuando ya es demasiado tarde. Cuando el profesional superfluo , apesar de su carácter prescindible, se convierte en culpable.
Somos innecesarios porque permitimos que así sea.

sábado, 23 de diciembre de 2017

La guerra latente. Caso número 3: The Jungle



"Solo abandonas tu hogar
Cuando tu hogar no te permite quedarte.
Nadie deja su hogar
A menos que su hogar le persiga


Cuando se llega al patio de butacas del teatro Young Vic en Londres lo que se encuentra no es una hilera de asientos pulcramente ordenados, sino un merendero que preside la bandera afgana: mesas corridas apelotonadas, bancos comunes, botes de kétchup y mayonesa desperdigados aquí y allá;en una cocina real alguien prepara algún tipo de estofado. Poco a poco se van rellenando los asientos por una muchedumbre de todas las edades, preguntándose uno dónde actuarán entonces los actores.
Al apagarse las luces y comenzar la representación, parte de ese público se convierte en artista, permanentemente entremezclados con el público que les observa. Es The Jungle, una impresionante representación teatral que consigue transmitir la sensación de que uno se encuentra realmente en el restaurante de Salar, un refugiado afgano que vivía en la otra The Jungle,la real,  el campamento improvisado en Calais junto al túnel de la Mancha, donde miles de personas desesperadas aguardaban una oportunidad para subirse a algún camión en los días de atasco que pudiera permitirles entrar en el “paraíso” británico al otro lado del túnel.
Lo que antes de comenzar la función era simplemente “gente”se va convirtiendo poco a poco en una conjunto de personas únicas: el adolescente afgano, el chico sudanés que consiguió atravesar el desierto, Libia y Europa para alcanzar The Jungle, el profesor sirio que huyó de Aleppo para escapar del infierno, los cooperantes inexpertos e impotentes, la niña que pasea completamente sola…
Tanto los guionistas como los directores de The Jungle consiguen convertir al espectador por unas horas en un refugiado más: en definitiva, personas al límite buscando una salida para ellos, sus familias, sus amigos.
Hasta que lo arrasaron las excavadoras hace algo más de un año, el campamento de The Jungle era otra muestra más de la ignominia que lleva ejerciendo la civilizada Europa desde que comenzó la crisis económica. La Europa del recorte, la segregación y la opresión. No es cierto que la amenaza para los cacareados “valores europeos” que enuncian solemnemente los políticos europeos la representen solamente los partidos de extrema derecha, los que poco a poco van ocupando gobiernos en Hungría, Polonia, o Austria, puesto que similares principios comparten los que permitieron que existiera un campamento como The Jungle, los que miserablemente administran con racanería obscena el número de refugiados que su país acoge ( con el presidente español a la cabeza de la indignidad), los que encarcelan a refugiados en cárceles con el argumento de que reúnen una condiciones estupendas…
En el año 2012 el gobierno español echó su cuarto a espadas para figurar en lugar preferente en la historia universal de la infamia. Con el RDL 16/2012 excluyeron del derecho a la asistencia sanitaria a cerca de un millón de personas según su propio informe humillante y servil a la Comisión Europea: una forma de justificar el ahorro; una manera de identificar con claridad quienes NO son los nuestros, apoyados en todo tipo de falacias no demostradas: desde que los migrantes consumían más recursos hasta que con ello se recortarían sustancialmente los gastos. Nunca se demostró nada.
Hace poco más de 2 años el Presidente de la Comunidad valenciana en una de sus primeras decisiones tras asumir el cargo reestablecía el derecho a la asistencia sanitaria para cualquier persona en dicha comunidad.
La osadía no podía quedar impune: el gobierno puso en marcha ese poderoso aparato que quiere hacer creer que es “independiente” de él. Esta semana se restableció de nuevo la infamia, que había quedado peligrosamente en suspenso: esos miles de niños que recorren España solos, los subsaharianos que atraviesan el Sahel y Libia antes de acabar en una balsa de juguete para cruzar el estrecho pueden estar tranquilos: cuando lleguen, cuando necesiten ayuda, el gobierno español lleno de gente de orden y sentido común le cerrará la puerta en las narices. En su "entrañable" lenguaje jurídico el Tribunal Constitucional considera que la norma del gobierno valenciano que daba algo de cobijo a los que no tienen nada, "amplía la cobertura sanitaria en el ámbito subjetivo de las prestaciones no contemplado por la normativa estatal". Atender la tuberculosis o la deshidratación es una "prestación no contemplada" que atiende un problema “subjetivo”. La vida y el sufrimiento no importan nada; lo que cuenta para el tribunal es el hecho gravísimo de que se hayan vulnerado competencias del gobierno central. La humanidad de nuestra justicia.
La xenofobia, el racismo, lo más miserable de la naturaleza humana no está en los partidos fascistas europeos. Está aquí: en nuestra leyes, nuestro gobiernos, nuestros jueces y, no hay que olvidarlo, todos y cada uno de nosotros. Los que cuando vemos la Jungla en que se han convertido nuestros países, pasamos de largo para ver quien ganó el último clásico, las últimas elecciones. El último circo.