Hace más de diez años el BMJ publicó un número bajo el encabezamiento de Too much medicine, y que incluía un articulo del mismo título de Ray Moynihan y Richard Smith.y que en su día generó amplia controversia. Esta semana nada menos que el propio Moynihan, en compañía de Glasziou, Woloshin, Schwartz, Santa y la actual editora del British , Godee ( el “dream team “del asunto, en el que solo falta Welch) publican un nuevo editorial sobre el tema en la misma revista, , coincidiendo con el lanzamiento de la campaña del mismo nombre.
Como bien señalan diferenciar lo sano de lo enfermo siempre
ha sido uno de los retos esenciales en medicina. Todos, expertos y profanos,
médicos y pacientes, reconocemos el drama personal que supone pasar por alto
una enfermedad grave, no tratar o tratar inadecuadamente cualquier padecimiento
que comprometa la vida de un paciente. Sin embargo la otra cara de la moneda es
mucho menos evidente. Como señala Moynihan en el editorial, el concepto de
sobre diagnóstico o sobretratamiento es contraintuitivo: es difícil entender
para muchos que algo intrínsecamente bueno ( como es la medicina) pueda hacer
daño; porque cuesta comprender que el consumo excesivo de un bien genere algún
tipo de mal. Ayer mismo, en uno de los noticieros de máxima audiencia de la cadena
SER en el abordaje de las enfermedades raras obviamente estaba ausente
cualquier referencia a los daños que puede producir el cribado indiscriminado
de cualquier tipo de enfermedad.
Auqnue la evidencia de los daños producidos por el exceso de
medicina son abrumadores, va ser difícil volver a meter al genio en la lámpara
, una vez que hemos prometido que todo en la vida ( incluida la tristeza
producida por la derrota de tu equipo) tiene un bonito remedio médico. Baste
recordar las recientes evidencias respecto a los riesgo de sobretratamiento del
masivamente implantado cribado de cáncer de mama, o la vergonzosa expansión de
diagnósticos incluidas en la DSM V, que lleva camino de convertir a la vida
misma en una enfermedad mental. Algunos ejemplos: si teníamos poco con los imaginarios
diagnósticos del trastorno por déficit de atención en niños se amplía la
categoría diagnóstica a adultos ( para los distraídos e inquietos); la tristeza
que produce el desamor será a partir de ahora un trastorno depresivo mayor, los
olvidos inevitables de las gafas cuando a uno le acosa la presbicia “ trastorno
neurocognitivo menor”, al que decide irse de restaurantes vascos en las
próximas vacaciones se le etiquetará de “trastorno por comilonas” ( Binge
Ealing disorder) , y las rabietas del niño mimado “Disruptive mood disregulation disorder ( no lo traduzco por
que como ocurre con los buenos poemas hay cosas que merece la pena escuchar en
el original). Por supuesto se ampliará el diagnóstico de "Trastorno de ansiedad
generalizada “ a cualquier frustración de la vida diaria, incluido el que no
esté disponible el último disco de Ron Sexsmith cuando vayas a la tienda.
Etiquetar, a menudo supone que el diagnosticado cargue con
un estigma ( no hay más que fijarse en la situación social de los niños
etiquetados con alguno de los diagnósticos psiquiátricos) . Pero además suele
desencadenar una catarata de intervenciones que no son baratas ( las pague el
sistema o el paciente) y que a menudo no son inocuas.
El editorial señalan diferentes intervenciones
internacionales que vienen alternando del peligro y proponiendo intervenciones:
la campaña americana de Choosing Wisely, dirigida a combatir el mal uso de
pruebas diagnósticas, la conferencia sobre Avoiding Avoidable Care, o la
segunda conferencia internacional sobre Venta de enfermedades ( Selling sickness). Al margen de la imprescindible conferencia a celebrar en Dartmouth
en septiembre sobre el Sobrediagnóstico, posiblemente el acontecimiento médico
del año.