One day we
were born,
one day we shall die
The same
day, the same second…
Birth
astride of a grave,
the lights gleams an instant
Then it’s
night once more
Samuel
Beckett
Lucian
Leape, el veterano profesor de Harvard, el hombre que empezó a estudiar el
error y sus causas cuando nadie lo hacía, enmendó la plana a Donald Berwick
sobre los fines que debe tener cualquier sistema sanitario. Berwick hablaba del
Triple Objetivo ( Triple Aim) , que incluye mejorar la salud, aumentar la
calidad y reducir los costes. Leape echaba en falta un cuarto elemento, tan
importante como los otros: el sentido o
significado de lo que hacemos Sin éste ninguno de los otros objetivos es
alcanzable.
Paul
Kalanithi fue desde el principio un hombre en busca de sentido, a la manera de
Viktor Frankl. Cuenta en su libro (que mencionábamos en la última entrada y del
que se hace eco también The Lancet en estos días), que en su búsqueda
particular de significado, la literatura le proporcionó el aporte más
importante. En ese proceso de búsqueda descubrió que la encrucijada en la que se
encuentran la biología, la literatura, la ética y la filosofía no era otra que
la medicina. El sentido resultaba del entrecruzamiento de los valores morales y
la construcción de relaciones, y en ambos lugares la medicina encuentra acomodo.
Porque son las relaciones, con amantes, amigos, pacientes, la que convierte una
vida en algo realmente vivido.
Tal vez
por todo eso, eligió neurocirugía como especialidad. Cada operación sobre el
cerebro “es, inevitablemente, una manipulación de la sustancia de lo que somos”.
Todo neurocirujano debe abordar ese hecho en cada encuentro con un paciente,
puesto que la principal preocupación del paciente es si esa intervención sobre
una parte tan sensible de su cuerpo ,alterará algo de la esencia de lo que él
es.
A
menudo el problema principal no consiste decidir entre vivir o morir, sino que
clase de vida merece la pena ser vivida: “¿podrías
negociar tu habilidad para hablar a cambio de unos meses de vida muda? ¿ ¿Merece
la pena eliminar una improbable hemorragia cerebral si el precio es la
expansión de tu mosca ciega visual?”
Aún
siendo cirujano , Kalanithi es esencialmente un médico. Un buen médico. Como
cualquier otro, cada día se enfrentaba a un cerro de papeles, las historias y expedientes
de sus pacientes. Pero sabía que no eran solo papeles, sino fragmentos de
narrativas personales, con sus riesgos y triunfos. Y precisamente por ello
decidió tratar a todo sus expedientes como lo que eran, pacientes, y no al
revés. Tenía miedo de convertirse en el estereotipo de médico que contaba Tolstoi,
“preocupado de formalismos vacíos, centrado en el tratamiento repetitivo de la
enfermedad ,ignorando completamente el inmenso significado humano”.
Frente
a tanta presión para convertir el ejercicio de la medicina en una actividad
industrial más, capaz de ser estandarizada y despersonalizada , Kalanithi
propone precisamente todo lo contrario: “encontrar
un espacio donde ella es una persona, y no un problema a resolver”.
Porque
por desgracia la medicina va adquiriendo cada vez más ese matiz, la de la
aplicación de procedimientos altamente sofisticados destinados a resolver problemas.
Escribe Kalanithi:
“ La
excelencia técnica no es suficiente. Como residente mi mayor objetivo no era
salvar vidas-todos acabamos
muriendo-sino guiar al paciente y su familia en el entendimiento de la muerte y
la enfermedad. Las familias reunidas alrededor de sus seres queridos a menudo
no reconocen el significado completo de lo que está ocurriendo. Ellos ven el
pasado, la acumulación de los recuerdos, el reciente amor sentido, representado
en el cuerpo que yace ante ellos. Yo veo en cambio los posibles futuros, la
ventilación mecánica a través de un agujero abierto en el cuello, el líquido
macilento que sale del abdomen, la recuperación lenta y dolorosa y a menudo
solamente parcial, que en algunas ocasiones nunca retorna a la persona que un
día conocieron. En esas ocasiones yo no actúo como un enemigo de la muerte,
sino como su embajador. Tengo que ayudar
a esas familias a entender que la persona que conocieron ( el ser humano vital
e independiente) vive ya en el pasado y
que necesito su ayuda para entender qué tipo de futuro quieren para él. Mi
objetivo entonces es construir un acuerdo con un compatriota que sufre: aquí
estamos juntos, y yo prometo guiarte lo mejor que pueda”.
Posiblemente
como escribía Beckett la vida solo resplandece un instante, y ante de que nos
demos cuenta habremos vuelto a la oscuridad. Kalanithi demuestra que es posible
a pesar de su brevedad, darle a esa instante todo su sentido.
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