Nudge no es un término que tenga fácil traducción. A lo más que se parece es al pequeño codazo que te da el amigo para que te muevas mientras haces cola para el concierto de Lapido ( el sábado próximo, por cierto). Un ejemplo, bastante chusco de Nudge son esas moscas de mentira que se ponen en los urinarios para evitar que los hombres orinen fuera de sitio.
Porque un Nudge es “cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos”. Así la definen en su libro ( Nudge. Improving Decisions about health, wealth and happiness), Richard Thaler y Cass Sunstein. Éste ultimo es profesor de Derecho en Harvard; el primero es un “Chicago Boy”, catedrático de Economía y Ciencia Económica en la Universidad de Chicago,la de Milton Friedman, premio Nobel de Economía y gurú de neoliberales y defensores feroces del libre mercado.
Thaler y Sunstein publicaron Nudge hace ya tres años ( aunque la traducción española llegó en 2009). El libro comienza con un ejemplo real de la posible aplicación de un Nudge en salud pública: simplemente reorganizando el orden en que se presentan la comida en un comedor escolar se puede aumentar o diminuir el consumo de alimentos en un 25%. Si colocamos primero la fruta es mucho más probable que los escolares sigan una dieta saludable que si colocamos primero las patatas fritas, la coca cola o el pan. Es decir con pequeños cambios en el contexto podemos conseguir grandes cambios en la conducta de las personas.
A los que maquinan entre bastidores este tipo de artificios, Thaler les llama “arquitectos de las decisiones”, cuyo trabajo principal debe ser el de fabricar “Nudges”. ¿ Y cuando es necesario un Nudge? Pues cuando las decisiones a tomar son arduas, es decir cuando son difíciles o poco frecuentes ( elegir carrera o pareja, aunque esto último es cada vez menos infrecuente), o cuando el feed back no es inmediato ( es decir los beneficios pueden experimentarse a largo plazo).Es decir, lo que nos identifica como personas.
Para ellos un Nudge sirve para todo: desde reorganizar el sistema sanitario ( obviamente hacia su privatización completa) a salvar el planeta, pasando por el matrimonio, institución obsoleta que Thaleb y Sunstein proponen ¡“privatizar completamente” ¡( quizá en esto lleven razón).
La propuesta podría parecer un delirio más de los gurús del imperio. Pero algo de influencia debe de tener cuando el BMJ le dedicó hace unas semanas un magnífico artículo de Theresa Marteau et al y un editorial de (nada menos) Bonell, McKee, Fletcher, Wilkinson y Haines. ¿Vaguedad del concepto “nudge”? Total y absoluta ¿Novedad? Ninguna. ¿Evidencia científica de su efectividad en salud pública? Ninguna hasta la fecha. Además, como señala Marteau, no están exentos de riesgo de producir daños.
Porque un Nudge es “cualquier aspecto de la arquitectura de las decisiones que modifica la conducta de las personas de una manera predecible sin prohibir ninguna opción ni cambiar de forma significativa sus incentivos económicos”. Así la definen en su libro ( Nudge. Improving Decisions about health, wealth and happiness), Richard Thaler y Cass Sunstein. Éste ultimo es profesor de Derecho en Harvard; el primero es un “Chicago Boy”, catedrático de Economía y Ciencia Económica en la Universidad de Chicago,la de Milton Friedman, premio Nobel de Economía y gurú de neoliberales y defensores feroces del libre mercado.
Thaler y Sunstein publicaron Nudge hace ya tres años ( aunque la traducción española llegó en 2009). El libro comienza con un ejemplo real de la posible aplicación de un Nudge en salud pública: simplemente reorganizando el orden en que se presentan la comida en un comedor escolar se puede aumentar o diminuir el consumo de alimentos en un 25%. Si colocamos primero la fruta es mucho más probable que los escolares sigan una dieta saludable que si colocamos primero las patatas fritas, la coca cola o el pan. Es decir con pequeños cambios en el contexto podemos conseguir grandes cambios en la conducta de las personas.
A los que maquinan entre bastidores este tipo de artificios, Thaler les llama “arquitectos de las decisiones”, cuyo trabajo principal debe ser el de fabricar “Nudges”. ¿ Y cuando es necesario un Nudge? Pues cuando las decisiones a tomar son arduas, es decir cuando son difíciles o poco frecuentes ( elegir carrera o pareja, aunque esto último es cada vez menos infrecuente), o cuando el feed back no es inmediato ( es decir los beneficios pueden experimentarse a largo plazo).Es decir, lo que nos identifica como personas.
Para ellos un Nudge sirve para todo: desde reorganizar el sistema sanitario ( obviamente hacia su privatización completa) a salvar el planeta, pasando por el matrimonio, institución obsoleta que Thaleb y Sunstein proponen ¡“privatizar completamente” ¡( quizá en esto lleven razón).
La propuesta podría parecer un delirio más de los gurús del imperio. Pero algo de influencia debe de tener cuando el BMJ le dedicó hace unas semanas un magnífico artículo de Theresa Marteau et al y un editorial de (nada menos) Bonell, McKee, Fletcher, Wilkinson y Haines. ¿Vaguedad del concepto “nudge”? Total y absoluta ¿Novedad? Ninguna. ¿Evidencia científica de su efectividad en salud pública? Ninguna hasta la fecha. Además, como señala Marteau, no están exentos de riesgo de producir daños.
Como señalan en su editorial Bonell y compañía es un libro interesante…pero de política , no de ciencia. Sus propios autores reconocen con desparpajo sentirse influidos por Colin Camerer quien en 2003 propugnó un “paternalismo asimétrico” consistente en "tomar medidas para ayudar a las personas menos educadas o conscientes, al tiempo que se causan los menores perjuicios a los demás”.
La ideología que lo sustenta Thaler y Sunstein la denominan “paternalismo libertario”. La gente debe poder elegir, pero “nosotros” debemos decirles que es lo que les conviene. Porque nosotros sabemos que lo que hace la vida de la gente más larga, más sana y mejor. Una tentación muy grande para los políticos que quieren nadar y guardar la ropa, es decir dejar margen de libertad al ciudadano, pero suficientemente manipulados para que hagan lo que es “más adecuado”. ¡Que miedo¡
La ideología que lo sustenta Thaler y Sunstein la denominan “paternalismo libertario”. La gente debe poder elegir, pero “nosotros” debemos decirles que es lo que les conviene. Porque nosotros sabemos que lo que hace la vida de la gente más larga, más sana y mejor. Una tentación muy grande para los políticos que quieren nadar y guardar la ropa, es decir dejar margen de libertad al ciudadano, pero suficientemente manipulados para que hagan lo que es “más adecuado”. ¡Que miedo¡
Y sin embargo el libro es interesante, se lee en nada y te hace reflexionar un poco, aunque sea para tener miedo :)
ResponderEliminarGracias y disfruta de Lapido!
Tienes razón Miguel. El libro se lee muy bien, es interesante y hay hallazgos brillantes (además de mencionar con profusión a mis admirados Kahneman y Tervski)
ResponderEliminarPero me da mucho miedo este tipo de despotismo ilustrado
Muchas gracias , como siempre
Un abrazo
PD. ya te contaré lo de Lapido
Yo también hago lo de la fruta con mis hijos, no sabía que se llamara así, es simplemente un truco de madre para crear buenos hábitos. Aplicarlo a personas adultas y a decisiones cuya bondad o maldad no son objetivas sí que da bastante miedo...
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