Othello. Act
I , scene I.
W. Shakespeare
Dennis Thompson en una trabajo, ya clásico, en el New England
definía el conflicto de interés como el conjunto de condiciones en el un
determinado juicio profesional relativo a un determinado interés primario ( por
ejemplo, la validez de una investigación o el bienestar de un paciente) se ve
influido de forma evidente por un segundo interés ( por ejemplo, un beneficio
económico). Como señalaba Richard Smith en su vieja etapa de director del BMJ,
es una condición, no una conducta, y no hay nada malo en tener conflicto de
intereses. Más bien es algo común.El problema es cuando no se hace explícito.
Por sobradamente conocidos apenas llaman la atención los
evidentes conflictos de interés de la profesión médica, en ocasiones con
beneficios secundarios evidentes en algunas de sus actuaciones clínicas (
aunque no siempre se reconozcan). Tampoco están exentos de tener conflictos de
interés aquellos profesionales aparentemente “asépticos”, que trabajamos para
instituciones oficiales: trabajar para un determinado ministerio, consejería,
instituto o escuela puede suponer también un evidente conflicto de interés , en
el sentido que comentaba Thompson: un determinado juicio profesional ( mi opinión
respecto a un determinado asunto, por ejemplo) puede estar influido de forma
determinante por un segundo interés ( que mayor interés que el de promocionar
en una empresa, ser bien valorado por los jefes o incluso el de mantener el
puesto de trabajo al coste que sea).
Todos los que tenemos la oportunidad de emitir un juicio,
una opinión, que pueda ser escuchada por otros, puede tener,en un determinado
momento ,conflictos de interés.
Sobre todo esto pensaba yo al hilo de la celebración de una interesante mesa redonda sobre la necesidad de reducir la mortalidad materna ,
celebrada en el seno de la 51º Consejo Directivo de la Organización
Panamericana de la Salud, y que contó con la participación , entre otras
destacadas personalidades como Michelle Bachelet ( ex presidenta de Chile),
de Su Alteza Real ( S.A.R.) la Infanta
Cristina de Borbón.
Aunque no deja de sorprenderme que participe en calidad de
experto en un tema tan sumamente complejo como éste alguien como Cristina de
Borbón, cuyas publicaciones en la materia parecen ser escasas, lo es aún más
que su participación en el citado evento lo realizara como Directora del Área
de Internacional de la Fundación la Caixa que, hasta donde yo modestamente se,
es una entidad bancaria.
En su intervención Cristina de Borbón insistió en la
necesidad de “incorporar al sector privado y a la sociedad civil para afrontar
este tema”.
En este sentido, cabe reconocer que sigue la línea
establecida por su augusto padre, siempre dispuesto a hacer publicidad
encubierta o explícita de las bondades del esctor privado en la prestación de
servicios sanitarios cada vez que tiene que someterse a alguna de sus periódicas revisiones y chequeos de nulo fundamento científico. Buen ejemplo siempre para
el ciudadano corriente, que difícilmente puede ser convencido de la calidad del
sistema sanitario público español, cuando las autoridades políticas solo lo
utilizan para inaugurarlos.
¿Hubiera participado Cristina de Borbón en una mesa de
expertos en salud pública si no hubiese sido miembro de la Familia Real
española?
¿Sería Directora de Internacional de la Fundación La Caixa de
no ser Infanta de España?
¿ Es lógico que sea presentada en una reunión a la que
asiste como Directora de una Fundación, también como Infanta de España?
Yo no lo se, pero por lo que veo los conflictos de interés
siguen siendo asunto de plebeyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario