" Trying to put evidence into practice without changing culture is like Sisyphus trying to push a rock up the hill"
Peter Pronovost
Si estuviera trabajando en un laboratorio con ratas para identificar la secuencia del telómero que supuestamente les alarga la vida le habrían dado ya el premio Nobel, pero Peter Pronovost es “solo” un médico clínico. Su contribución a la ciencia no procede de ninguna extraña patente, ni de haber inventado la sexta generación de cefalosporinas. Consiste simplemente en establecer fundamentos para evitar que la gente muera a consecuencia de las intervenciones del sistema sanitario, en su caso , en las UCIs de los hospitales. Un invento que se resume en tres palabras: idear check-list muy sencillos de usar, cambiar la cultura y medir. Bajo coste, baja complejidad tecnológica, alto impacto.
Su empeño personal es convertir la seguridad es un tipo más de investigación, alejada de la pseudociencia a la que a veces nos han conducido los gurús de la calidad empresarial y sus famosos ciclos de mejora continua. Como él dice, en la fase 1 de su investigación revisaron la evidencia disponible y seleccionaron 5 intervenciones sencillas para construir un check list que pudiera prevenir las infecciones asociadas a la implantación de vías centrales; pilotando los resultados en su propio hospital, Johns Hopkins. En la fase 2 (gracias a una ayuda de la AHRQ) pilotaron su programa completo ( checklist, cultura y medición) durante tres meses en el estado de Michigan.En 18 meses se estima que la intervención evitó 1500 muertes y ahorró 175 millones de dólares. En la fase 3 comenzaron a implantarlo en todo el país, ya durante la administración Obama.
Realizar investigación seria sobre seguridad es mucho más difícil que realizar un ensayo clínico con fármacos. En primer lugar porque no hay ninguna gran empresa farmacéutica detrás, ávida de ganar mucho dinero con una nueva droga, ya sea necesaria o irrelevante. Pero es que además, como él señala en su libro ( safe patients, smart hospitals) la gente entiende con facilidad que se invente un dispositivo o una pastilla para curar una enfermedad. Pero es difícil vender que se está desarrollando una intervención para evitar que el sistema sanitario le mate: “ cuando los programas de seguridad tienen éxito nada sucede. Un no evento es mucho más difícil de conceptualizar que una droga, a menudo es invisible. Y los políticos son bastante reacios a dar dinero a algo si no pueden presentar resultados concretos”. Los errores además pueden perfectamente pasar desapercibidos, o lo que es peor, ocultados. Como él dice también “cuando alguien muere a nadie se le ocurre decir a la familia: lo siento; no me puse la mascarilla y la bata cuando le colocamos la vía central, con lo que le produje una infección que le ha acabado matando”. En lugar de eso se soluciona la cuestión con el socorrido “su familiar murió de complicaciones relacionadas con su enfermedad “.
Por desgracia, solo ante la muerte los pacientes llegan a comprender la importancia de mejorar la seguridad. Como la familia de Rory Staunton que comentábamos ayer. O la familia de Josie King , cuyo caso centra obsesivamente el libro de Pronovost. Una niña de 18 meses que en el año 2001 ingresó en Hopkins tras haberse escaldado en la bañera de su casa. El libro describe muy bien la sensación de confianza de la familia al estar bajo el cuidado del “mejor hospital del mundo”. Pero semanas después, y pese a haber estado a punto de volver a casa curada, Josie murió, posiblemente de una infección adquirida durante las intervenciones realizadas en la colocación de una vía central. Pronovost , un médico de Hopkins desde que era residente, señala que lo que mató a Josie King fue la arcaica cultura clínica de su hospital, sin apenas comunicación entre los miembros del equipo clínico, reacia a escuchar los avisos de la madre que fue la única que supo apreciar la deshidratación de su hija.
Sin duda, un reconocimiento semejante de los trapos sucios es difícilmente imaginable en España. Como también es difícil imaginar que aquí los pacientes respondan de la forma que allí hacen a menudo. Con la indemnización derivada de la negligencia en Hopkins la familia King ( al igual que la familia Staunton) constituyó una fundación destinada a mejorar la seguridad de los pacientes. Cuenta Pronovost que la madre de Josie, Sorrel, tiene su particular unidad de medida de los avances que la inversión de su fundación consigue: ¿es hoy menos probable que Josie hubiera muerto que el año en que murió? Porque si no sabemos cual es la respuesta, y la respuesta no es afirmativa, de nada sirve ningún programa de mejora de la calidad o la seguridad.
(Fotografía de Sorrel King y Peter Pronovost tomada de Remarking American Medicine)
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