There’s a somebody I’m longin’ to see
I hope that he, turns out to be
Someone who’ll watch over me
I’m a little lamb who’s lost in the wood
I know I could, always be good
To one who’ll watch over me
I hope that he, turns out to be
Someone who’ll watch over me
I’m a little lamb who’s lost in the wood
I know I could, always be good
To one who’ll watch over me
Someone to watch over me.
George & Ira Gerswin. 1926.
Yo debía tener unos seis años cuando un mal día de invierno me quitaron las amígdalas. Como en esa época mi vida era paralela a la de mi hermano, también se las quitaron a él: el médico entendió que así mataba dos pájaros ( mi hermano y yo) de un tiro. Eran tiempos heroicos , en los que no se andaba uno con muchas contemplaciones, por lo que las necesidades de analgesia y anestesia se consideraban propias de gente débil. Cuarenta años después aún me queda un vívido recuerdo de dolor y toallas llenas de sangre, en un taxi que nos llevaba rápidamente de vuelta a casa.Lo único agradable fue la estricta dieta de helados a la que nos sometiron durante una semana.
Durante años la realización de amigdalectomías destinadas a reducir la incidencia de infecciones respiratorias recurrentes ha sido una práctica bastante común en muchos sistemas sanitarios. Decía un viejo profesor mío de otorrino que las amígdalas son como un puesto de ametralladoras, magnífico si están en nuestro bando ( defendernos de las agresiones infecciosas), pero absolutamente hostiles si acababan en poder del enemigo, en cuyo caso deberían ser eliminadas sin miramientos. Así se enseñaba medicina.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Utretch acaba de publicar en el BMJ un ensayo clínico randomizado en el que evalúan la efectividad de la adenoidectomía en niños con infecciones respiratorias altas, sobre el que también se publica un editorial. En el estudio participan 111 niños de edades comprendidas entre 1 y 6 años con infecciones respiratorias altas recurrentes ,procedentes de 11 hospitales generales y dos centros académicos.
Durante los 24 meses de seguimiento en el grupo de pacientes sometidos a adenoidectomías se produjeron 7.91 episodios de infección respiratoria alta por persona y año , mientras que en le grupo sometido a “espera vigilante “ (watchful waiting) la media de episodios fue de 7.84. Tampoco se encontraron diferencias significativas en resultados secundarios del estudio tales como número de días por episodios, severidad de los mismos, otalgias con fiebre o absentismo escolar. El grupo de niños adenodectomizados tuvieron más días con fiebre en los episodios que los niños sometidos a “watchful waiting”. Dos de ellos sufrieron complicaciones derivadas de la cirugía. En ambos grupos la prevalencia de infecciones respiratorias altas disminuyó con el tiempo.Beneficios de dejar que los procesos sigan su curso natural.
La conclusión del ensayo es clara: en niños con infecciones respiratorias de repetición la adenoidectomía no aporta ningún beneficio sobre la estrategia de espera vigilante.
En el último post ( el arte de no hacer nada) Miguel Melguizo precisaba que más que no hacer nada, lo que se necesita es saber esperar. Esa espera vigilante, aparentemente no hacer nada pero estar perfectamente preparado para intervenir cuando es preciso, es uno de las habilidades clínicas más útiles, más difíciles de adquirir y menos valoradas y enseñadas en nuestro sistema. A pesar de las pruebas ( cada vez mayores) sobre su efectividad.
Durante años la realización de amigdalectomías destinadas a reducir la incidencia de infecciones respiratorias recurrentes ha sido una práctica bastante común en muchos sistemas sanitarios. Decía un viejo profesor mío de otorrino que las amígdalas son como un puesto de ametralladoras, magnífico si están en nuestro bando ( defendernos de las agresiones infecciosas), pero absolutamente hostiles si acababan en poder del enemigo, en cuyo caso deberían ser eliminadas sin miramientos. Así se enseñaba medicina.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Utretch acaba de publicar en el BMJ un ensayo clínico randomizado en el que evalúan la efectividad de la adenoidectomía en niños con infecciones respiratorias altas, sobre el que también se publica un editorial. En el estudio participan 111 niños de edades comprendidas entre 1 y 6 años con infecciones respiratorias altas recurrentes ,procedentes de 11 hospitales generales y dos centros académicos.
Durante los 24 meses de seguimiento en el grupo de pacientes sometidos a adenoidectomías se produjeron 7.91 episodios de infección respiratoria alta por persona y año , mientras que en le grupo sometido a “espera vigilante “ (watchful waiting) la media de episodios fue de 7.84. Tampoco se encontraron diferencias significativas en resultados secundarios del estudio tales como número de días por episodios, severidad de los mismos, otalgias con fiebre o absentismo escolar. El grupo de niños adenodectomizados tuvieron más días con fiebre en los episodios que los niños sometidos a “watchful waiting”. Dos de ellos sufrieron complicaciones derivadas de la cirugía. En ambos grupos la prevalencia de infecciones respiratorias altas disminuyó con el tiempo.Beneficios de dejar que los procesos sigan su curso natural.
La conclusión del ensayo es clara: en niños con infecciones respiratorias de repetición la adenoidectomía no aporta ningún beneficio sobre la estrategia de espera vigilante.
En el último post ( el arte de no hacer nada) Miguel Melguizo precisaba que más que no hacer nada, lo que se necesita es saber esperar. Esa espera vigilante, aparentemente no hacer nada pero estar perfectamente preparado para intervenir cuando es preciso, es uno de las habilidades clínicas más útiles, más difíciles de adquirir y menos valoradas y enseñadas en nuestro sistema. A pesar de las pruebas ( cada vez mayores) sobre su efectividad.
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