lunes, 13 de octubre de 2014

El país que merecemos

Durante muchos años hemos presumido de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. Pero como es habitual, nos convencimos de que su bondad era resultado de un regalo divino, de la misma forma que nos tocó en suerte el aceite de oliva y  un clima envidiable. Y descuidamos las indispensables tareas de cuidado y atención que un sistema sanitario precisa cada día.
Como las fortalezas del sistema se debían solo al deseo de los dioses se instaló la creencia de que la cartera de Sanidad era una cartera “maría”, a emplear en los cambalaches de los partidos una vez que ganan las elecciones. Para dirigir el ministerio de Sanidad sirve cualquiera: y así, personas como Celia Villalobos, Leire Pajín o Ana Mato, sin conocimiento alguno del sistema sanitario, además de absolutamente incompetentes, fueron elegidas por los presidentes de turno, quienes consideraban que no hacía falta saber alguno para dirigir el ministerio que debería ocuparse de la salud de los españoles. En las comunidades autónomas los nombramientos siguieron similares tendencias, prefiriendo a menudo elegir prebostes de partido que profesionales políticos: innumerables son los consejeros cuya experiencia en el sistema sanitario en el momento en que aceptaron el cargo era similar al que podían tener sobre el soul de los años 60.
De la misma forma que el conocimiento en sanidad no es importante a la hora de dirigir la sanidad, tampoco tiene por qué serlo el garantizar la financiación necesaria,  ni abordar de verdad los graves problemas de ineficiencia y despilfarro que tiene el sistema.
En manos de semejantes líderes, la salud pública se ha ido abandonando por considerarse superflua, cuando no ocurrencia de partidos izquierdistas ( como dijo un consejero del Partido Popular de Madrid él era tan partidario de la salud pública como de la privada). Siguiendo esa idea, en Madrid se eliminó la Dirección General de Salud Pública por innecesaria. Hospitales que dedicaron buena parte de su trayectoria histórica a la atención a las enfermedades infecciosas y tropicales, se desmantelaron puesto que aquí no hay trópico ni enfermedades de “negros”. Cuánto nos preocupan éstos lo demuestra nuestra atención a los casos, los muertos, o las tragedias de los seres humanos que viven donde se inició la enfermedad: ni ayuda ( lo que si hacen en cambio otros países tan alejados o más que el nuestro), ni interés alguno, salvo que contagien a algún buen samaritano de los nuestros.
La vergonzosa gestión de los casos aparecidos de infección por Ébola en España no hacen más que reflejar el país que tenemos y que todos hemos contribuido a crear por acción  ( apoyando a políticos y partidos corruptos e ineptos)  u omisión ( encogiéndonos de hombros ante cada imbecilidad que han ido aplicando durante años).
Silvia Ayuso y Elena Sevillano reflejaban muy bien ayer en El Pais la diferencia de la gestión de los casos entre Estados Unidos y España, entre un país que es capaz de gestionar emergencias en salud pública y otro que  convierte la improvisación y la chapuza en su norma de actuación. Un país en que los médicos no disponen de material adecuado para atender a una enfermedad cuya mortalidad puede llegar al 90%, donde la formación ( si es que hay) se limita a ver un video, y donde el médico de urgencias del hospital de Alcorcón que asume el riesgo personal de atender a la auxiliar sospechosa, se entera de los resultados de las pruebas a través de la prensa.
La ministra de Sanidad (ya experta en presentarse ante los medios sin conocimiento alguno sobre lo que habla) protagonizó una de las ruedas de prensa más patéticas que se recuerdan ante el primer caso de Ebola aparecido fuera del continente africano. El Consejero de Sanidad de Madrid (sustituto de otro compinche que tuvo que dimitir como resultado del fracaso absoluto de su prepotencia en el proceso de privatización de centros sanitarios madrileños) cometió el acto más abyecto que se recuerda en un responsable sanitario al acusar a la auxiliar de enfermería infectada por el virus de mentir, haciéndola responsable de su propio contagio.
Ninguno de los dos responsables sanitarios citados ( Ana Mato y Javier Rodriguez) han sido cesados. Sin embargo sus jefes les han relegado de la dirección de la gestión de la crisis, poniendo en evidencia que son incapaces de ejercer su responsabilidad.
Cualquiera que sepa algo de daños, errores y seguridad sabe perfectamente que cuando un paciente resulta afectado es el sistema en su conjunto el que falla , y nunca es consecuencia del error de una sola persona: porque el sistema debería haber establecido los procedimientos para evitar o minimizar ese error. Este post del grupo de Seguridad del paciente de semFYC lo explica muy claramente. Que un consejero de sanidad desconozca los principios más elementales de la seguridad clínica demuestra en manos de quien estamos. En manos de ignorantes, incompetentes y desalmados. Los profesionales sanitarios tenemos una obligación moral de no permitir ni una vez más el deterioro bestial del sistema nacional de salud. No deberíamos permitir ser dirigidos por personas sin la más mínima cualificación técnica ni moral, ni atender pacientes en condiciones que incumplen los más elementales principios éticos y clínicos. Si no hacemos algo al respecto tendremos el país que merecemos.
(Fotografia. el abyecto Rodriguez y la ministra  Mato)

4 comentarios:

  1. Nuestros políticos han demostrado que les importa un pimiento lo que ocurra en África, a la vez que han corrido (relativamente) para ordenar repatriar a dos personas ya moribundas alegando un humanismo tan compasivo como selectivo y del que han excluido a todos los posibles contagios que pudieran darse como consecuencia de esa acción. Y ocurrió lo que era probable: hubo contagio. Y las consecuencias de ese contagio en este país de pandereta no se hicieron esperar, en forma de la culpabilización de la contagiada como clave explicativa de todo.
    Ya sabemos, como se indica en el post, que al frente del ministerio y consejerías de sanidad no está gente brillante. También es conocida la imbecilidad chulesca, vomitiva, de algunos periodistas y tertulianos. Pero, como médicos, lo que más irrita es ver a un jefe clínico diciendo, en plan “House”, ante la televisión, que ya había logrado obtener de una paciente febril la manifestación de la culpa: se había tocado la cara, algo reminiscente de los tocamientos impuros; se mostraba ahí el gran pecado que podía extenderse como epidemia. Lo que desquicia también como médicos es ver a uno, el Consejero, decir sandez tras sandez siendo eso, médico, y sin que ni siquiera lo cesen (parece discutible que no roce ya algo ilegal, además de su manifiesta inmoralidad). Lo que entristece a cualquier médico sensato es asistir al silencio de tantos colegios médicos que en España hay y oír a sociedades científicas hablar de la inconveniencia de la repatriación de moribundos, haciéndolo a toro pasado y no antes (no fuera que la cosa saliera bien y los misioneros se curasen sin efectos de contagio).
    No estamos sólo ante una situación en la que los políticos toman una decisión errónea para pasar después a hablar de los excelentes profesionales que paliarán las consecuencias. Ojalá fuera así, siendo eso malo. Lo peor es que hay mucho profesional que no merece ese calificativo. Hay mucho jefe clínico “de confianza” que puede decir sin rubor todas las tonterías que cree conveniente decir como siervo que es de esos políticos nefastos. Pasa en Madrid como pasa en Galicia.
    Es cierto que hay excelentes profesionales, como quien se juega la vida a día de hoy en el Carlos III. No es menos cierto que también los hay nefastos. Y sucede que, al final, pagan por todos ellos, políticos y profesionales nefastos, los buenos profesionales de distintos estamentos incluyendo el olvidado de la limpieza. Gente que por aquéllos darían su vida enfundada en un traje de protección dudosa, haciendo lo que ninguno de esos próceres “bien comidos” de despacho, secretarias y hojas Excel haría jamás. A día de hoy, de momento, paga por todos los imbéciles una mujer, paga su marido y paga hasta el perro, al que no había que matar vista la bibliografía existente. Y pagamos todos porque no nos merecemos tanto escándalo. Si el ébola es malo, la improvisación chapucera, la estupidez y la sumisión servil son peores.

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  2. Un comentario acertado que subscribo.
    Si la paciente supera la enfermedad, se iniciaráuna carrera de políticos para apuntarse las medallas.

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  3. Ante los sucesos que describes nadie parece dudar de que estamos en manos de administradores ignorantes e incompetentes. ¿Descartamos que los ignorantes no sean los administradores sino los administrados (los profesionales entre ellos) por dar por supuesto lo que no debieran dar por supuesto?.

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  4. Si, Javier. Somos nosotros los que contribuimos con nuestra condescendencia, nuestra colaboración y nuestro silencio a que sigamos siendo dirigidos por patanes e inútiles
    Dudo mucho que decalaraciones como las de Mato y Rodriguez no hubieran supuesto su destitución inmediata en paises serios. No hubieran podido soportar la presión mediática y social. Pero aqui todo se consiente y tolera. da igual que se desfalque a través de tarjetas negras o se humille aprofesionales que tienen su vida pendiendo de un hilo por la incompetencia de los que les ofenden
    Eso si, los colegios profesionales llaman a la calma. Y el resto seguiremos muy calmados...hasta que nos toque a nosotros

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