El
entusiasmo de nuestra sociedad por la tecnología y la ciencia no tiene límite.
Rellena las páginas de los periódicos (en especial cuando el verano deja hueco
a otro tipo de noticias) así como los minutos de los telediarios previos a los
deportes. No hay consejero o ministro que no sucumba a las gracias y beneficios
con las que le tientan los grandes científicos y superespecialistas de sus grandes
centros tecnológicos, los últimos en notar los efectos de los recortes presupuestarios,
puesto que el “avance científico” vende, y con ello se ganan elecciones.
Dentro
de las grandes innovaciones del mundo que viene, la capacidad de las nuevas
tecnologías para monitorizar permanentemente nuestro estado de salud, para
anticiparse a las enfermedades antes de que aparezcan es una de las que genera
mayor fervor. Apple, siempre a la vanguardia, ya da información pormenorizada
para controlar nuestros parámetros desde el “alfonsete”.
Ya está disponible, por ejemplo un detector de biomarcadores del desarrollo de
Alzheimer que permiten anticiparla diez años antes de que comiencen los síntomas.
Health Tell, una compañía de la Arizona State University ha desarrollado Inmunosignature,
“inmunofirmas” que nos permiten detectar anticipadamente diferentes
enfermedades infecciosas o neoplásicas a través de la detección de anticuerpos.
Owlstone Nanotech ha desarrollado un test del aliento para el cáncer de pulmón
sin los riesgos de someterse a radiación a través de Tomografías. Zephyr
Technology pone a nuestro alcance la posibilidad de monitorizar nuestros signos
vitales a través de parches que miden la frecuencia cardiaca o respiratoria, la
actividad y postura o el electrocardiograma.
Todos
ellos generan el mismo mecanismo infernal: el nuevo test genera una oleada de
publicidad y noticias en los medios; esto genera la necesidad de desarrollar nuevas
pruebas que incrementan aparentemente la
prevalencia de las enfermedades que dicen detectar, lo que incrementa el temor
a padecerlas , lo que alimenta la necesidad de desarrollar nuevos test. La
estrategia comercial es perfecta. Desde el punto de vista individual si el
resultado es negativo se genera una gran sensación de alivio ( “no tengo
Alzheimer, sida, cáncer, arritmias…); si es positivo, “menos mal que me lo han
detectado a tiempo”.
Hoffman
y Gilbert Welch analizan en el BMJ estas cuatro pruebas como ejemplo de la
política de venta de nuevos test diagnósticos de las industrias tecnológicas de
la salud: revisan sus características, la evidencia que las sustenta (
prácticamente inexistente si hablamos de resultados), sus riesgos y costes.
Aunque todas ellas hablan de los enormes ahorros potenciales del gasto en los
sistemas sanitarios que acarreará su implantación generalizada, a la vez todas
ellas establecen unos objetivos de beneficio escandalosos: Grand View Research
estima que las ventas por test del aliento para cáncer de pulmón alcancen los
11.400 millones de dólares en 2024; Qualcom Life considerq eu, habida cuenta de
que existen 300 millones de personas entre Europa y Estados Unidos con al menos
una enfermedad crónica, y más de 800 en el mundo es probable que al menos el
25% de ellas podrían beneficiarse de la monitorización de sus parámetros en el
domicilio; los 45 millones de personas mayores de 65 años que residen en
Estados Unidos y tiene por tanto riesgo potencial de Alzheimer podrían generar
un beneficio de más de 3000 millones de dólares. El mercado global del llamado
M health , o dispositivos móviles para la salud aumentará sus ventas más de 10
veces en el periodo 2012-2018 según estos autores.
Para
ellos en sistemas sanitarios regulados, como aún es el español, cualquier tipo
de nueva prueba diagnóstica debería ser rigurosamente evaluada antes de ser
aprobada., y sus productores deberían especificar pormenorizadamente cuales son
los supuestos beneficios, riesgos, falsos positivos y coste de sus artilugios.
Puesto que se aducirá que los ensayos clínicos llevan mucho tiempo y los
pacientes no pueden esperar, se considera imprescindible disponer de
evaluadores rigurosos independientes de la industria. Y éstos deberían responder
esencialmente a tres preguntas: ¿realmente la prueba identifica de forma fiable
un problema que preocupa a los ciudadanos? ¿Pueden reducirse al mínimo los
riesgos potenciales? Y la pregunta final: ¿Qué pasa con los que no resultan
beneficiados por la prueba?
Para
Hoffman y Gilbert Welch debemos solucionar los problemas reales de las
personas, pero no crearles otros nuevos.
Si los
responsables políticos de este país de verdad están preocupados por la
sostenibilidad del sistema, deberían comenzar por tomarse en serio de una vez el problema de la medicalización
creciente e insostenible de la sociedad. De lo contrario, no habrá más futuro
que el que diseñen compañías únicamente preocupadas en aumentar sus beneficios.
Me parece un artículo de reflexión francamente interesante y casi urgente para debatir...apoyo la referencia a nuestros responsables políticos pero también a nuestras sociedades científicas, grupos d trabajo, medios de comunicación, etc para que planteen un debate maduro sobre qué sociedad queremos para este presenté y próximo futuro...manifestar nuestro rechazo a la medicación de la vida cotidiana, recuperar el empoderamiento de nuestros pacientes, evitar la dependencia indiscriminada de las nuevas tecnologías...en definitiva seguir comprometidos con cambiar esta realidad desde cada uno como profesionales pro.activos. Gracias
ResponderEliminar