Hace un
par de semanas, Yuval Noah Harari , el autor de Homo Deus y sobre quien ya
hemos escrito aquí varias veces, publicaba un interesante artículo en Nature
sobre lo que llama “el relanzamiento de la revolución de la Inteligencia
artificial( “Reboot for the AI revolution”). La nueva revolución procede, a su
juicio, de la integración de dos líneas de supuesto progreso: por un lado, el
desarrollo vertiginoso de nuevos algoritmos capaces de “aprender” a partir de
la información suministrada por cantidades ingentes de datos, y por otro el progreso
científico a la hora de descifrar los mecanismos que sustentan las emociones y
las intuiciones humanas. Los nuevos algoritmos podrían desplazar del mercado de
trabajo a una gran parte de la población en el futuro, al ser más mucho fiables
y sin los inconvenientes de las “debilidades humanas” (bajo rendimiento,
problemas emocionales, vagancia, conflictividad,). Aunque Harari considera,
algo ingenuamente, que los gobiernos podrían enlentecer y humanizar el ritmo de
este proceso, caben pocas dudas de que la insaciable avaricia de las empresas procurará
por el contrario acelerar el proceso todo lo posible.
Entre
las profesiones llamadas a desaparecer Hahari incluye la de los médicos generalistas,
dedicados a algo tan “reemplazable” como realizar diagnósticos y poner
tratamientos, que deberán dejar paso a tareas mucho más productivamente humanas
tales como desarrollar nuevos fármacos e innovadoras técnicas quirúrgicas, lo
que ha generado la indignación de algunos de los más influyentes médico
generales británicos. ”Que atrevida es la ignorancia” me decía con resignación
mi abuela cuando yo era pequeño, y es evidente que la infección nos afecta a
todos, incluida una mente tan privilegiada como la de Harari. No tanto por
considerar que nuestro trabajo esté llamado a desaparecer, sino sobre todo por
considerar que lo verdaderamente “irreemplazable y humano” sea diseñar nuevos
fármacos y técnicas quirúrgicas.
Como de
costumbre Harari presenta argumentos interesantes: por ejemplo la idea de que dentro
de apenas 40 años no sólo habrá quedado obsoleta la idea de un trabajo para
toda la vida, sino incluso la de una profesión para toda la vida. Por supuesto
algo así pone en cuestión todos los fundamentos en los que se basa el trabajo
de un buen médico de familia (aquello cada vez más antiguo de la atención de la
cuna a la tumba, o más prosaicamente de la cuna a la cuña), sino que deja de
nuevo en evidencia a todo el modelo educativo actual que sigue feliz en el
siglo XIX.
Esto
era el progreso. El último libro de Bauman, Retrotopia, comienza con la
definición del progreso que escribió Walter Benjamin en su Tesis de filosofía
de la historia a partir del cuadro de Paul Klee: “ el rostro del Ángel de la
Historia está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de
hechos, él ve una catástrofe única que no cesa de amontonar escombros que
aquella va arrojando a sus pies…una tempestad que sopla desde el Paraíso le
empuja de manera irresistible hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras
el montón de ruinas crece ante él, alzándose hacia el cielo.Es el huracán que
nosotros llamamos progreso.”
Para
Bauman sin embargo, las tornas se han invertido hoy y si antes mirábamos con
pavor hacia un pasado construido sobre varias guerras mundiales, ahora al que
miramos con espanto es hacia un futuro en donde el ser humano parece que sobra.
Harari
alerta de que no disponemos de modelos viables para una sociedad y economía en
donde el trabajo no precisa obligatoriamente de seres humanos. Si la idea de
una renta universal que pudiera “salvar” a los no necesarios levanta tantos
recelos a nivel de un país, aún menos
estaremos dispuestos a permitir que nuestra riqueza pudiera servir para salvar
a los que viven en la miseria a miles de kilómetros de distancia, en un mundo
en que solo nos importa “lo nuestro”.
El
poder destructivo de la modernidad es inmenso para Harari. Los retos a los que
nos enfrentamos con el advenimiento de la biotecnología y las nuevas
tecnologías son mucho mayores a los que supuso la industrialización o la
electricidad en el siglo XIX. Y mientras tanto, los ministerios y las
consejerías de salud del país siguen babeando ante lo que llaman progreso.
(reproducción del Angelus Novus de Paul Klee)
Estimado Sergio: El autor del artículo es un catedrático de Historia y escritor de bestsellers. Otras voces disienten ( http://www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/The_Future_of_Employment.pdf ). No obstante, los cambios llegarán (indudablemente) y sin duda nuestro trabajo se modificará.
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