En la
elaboración de la nueva declaración de Astana que vendrá a actualizar la de
Alma Ata, la Organización Mundial de la Salud se encuentra ante un reto
complicado: mantener los principios esenciales de aquella declaración, pulir
los planteamientos faliidos de la misma y actualizarla ante un mundo
sustancialmente distinto del de hace 40 años. Ese desafío implica además encontrar
un tono, espíritu y contenido en la declaración capaz de ser aceptado por todos
los países, puesto que son éstos los que finalmente otorgarán su apoyo o
rechazo a la misma. Una tarea complicada puesto que al igual que ocurrió en
Babel, lo que un día fueron términos de claro significado (Atención Primaria de
Salud, Cobertura universal) han acabado por significar realidades absolutamente
diferentes.
El
nuevo borrador, tras las múltiples sugerencias y propuestas recibidas, emplea como
era previsible un lenguaje genérico, lleno de buenos propósitos, resaltando como
supuesto logro el compromiso histórico que
los responsables políticos adquirieron en 1978 de alcanzar la salud para todos en
el año 2000 a través de la Atención Primaria de Salud. En modo alguno esa meta
se consiguió, y sin embargo no se critica ni analiza en ningún momento las
razones de semejante fracaso, volviendo a enfatizar una y otra vez los
principios que debería ostentar la APS para alcanzar semejante objetivo.
Tal vez
por esa razón, se ha gestado un llamamiento desde un grupo de académicos, expertos
en gestión y políticas o cooperación técnica de Latinoamérica para sensibilizar
a los ministros de la región americana y a los máximos dirigentes de la OMS en
resaltar en la declaración el hecho de que las inequidades siguen estando bien
presentes, el acceso a servicios sanitarios de calidad sigue estando
restringido a unos pocos, y los servicios del primer nivel siguen siendo “
servicios pobres para pobres” más que el eje vertebrador del sistema sanitario.
El apoyo a dicho escrito puede realizarse a través de este enlace.
Será difícil
sin embargo que buena parte de los responsables políticos de los diferentes países
del mundo firmen un planteamiento semejante. En primer lugar por el hecho de
que las políticas que defienden e impulsan la mayor parte de esos países van en
dirección contraria, inspiradas en principios económicos a los que traen
completamente sin cuidado la existencia de determinantes de la salud y su
abordaje, la existencia de inequidades que aumentan año tras año como resultado
de sus propias decisiones económicas, o la exclusión de la atención sanitaria y
la educación de una parte creciente de las poblaciones. Y en segundo lugar
porque la propia OMS se encuentra cada vez más influida por financiadores (
Bill & Melissa Gates Foundation, industria farmacéutica y tecnológica)
interesadas fundamentalmente en cumplir sus propios objetivos de venta y
expansión.
En el
último borrador de Declaración, tan llena de palabras huecas y autobombo, tres
aspectos brillan escandalosamente por su ausencia: en primer lugar, la difuminación
entre tanta palabrería del papel que deben desempeñar los estados (remplazados
por el difuso término de “sociedad” tan del agrado de neoliberales de todo
cuño), únicos agentes capaces de hacer real la reducción de dicha inequidad a
través de sus políticas; en segundo, la necesidad de incrementar el gasto
PÚBLICO ( no el gasto total) para el desarrollo de las citadas políticas de reducción
de inequidad, puesto que el incremento simplemente del gasto total puede
aumentar el uso de procedimientos absolutamente innecesarios del que solo se
benefician ls empresas que los comercializan. Y por último, una gran ausencia,
un inconcebible olvido, sobrevuela declaraciones de unos y otros: el grave
peligro que se cierne sobre todos los sistemas sanitarios del mundo de
medicalización de la sociedad, en la que cualquier tipo de problema ha de
recibir un fármaco, un procedimiento diagnóstico, una intervención tecnológica.,
y que se refuerza con el mensaje de que es preciso garantizar que “los
medicamentos, las tecnologías y los productos apropiados estén disponibles para
todos”, sin considerar que ese “ dar prioridad a la prevención de enfermedades”
a menudo significa realizar cribados innecesarios y medicar a población sana
simplemente porque bajó el umbral que unos expertos decidieron que debería
tener una enfermedad.
Según el
Institute of Medicine cerca de un tercio del gasto sanitario global es
despilfarro: fondos que se pierden en fraude, excesivos costos administrativos,
y especialmente en intervenciones innecesarias, inapropiadas o duplicadas.
Fondos que no mejoran la salud de nadie, que se detraen de actuar contra las
causas de las causas pero que mejoran la cuenta de resultados de las empresas
tecnológicas de la salud que, seguramente, suscribirían entusiastas la futura
declaración de Astana.
Otro
elefante rosa en la sede de la OMS que nadie quiere mirar.
Una reflexión que comparto.
ResponderEliminarGracias Sergio por tu entrada. Me ha gustado mucho y me ha dado a pensar.
ResponderEliminarEl mundo de los 70 del siglo pasado era muy distinto del inicio del sXXI que nos toca vivir ahora. En estos momentos no hubieran nacido ninguno de los SNS que vieron la luz entonces. Pero una cosa que no puedan nacer ahora y otra bien distinta es que puedan enterrarlos.
Estoy muy de acuerdo en las tres ausencias injustificables: el papel de los Estados, la necesidad de + gasto público sanitario (que no total) y la reorientación de los sistemas hacia la desmedicalización, los cuidados básicos y el empoderamiento de las personas y comunidades para autogestionar su propia salud con el soporte de un SNS universal y accesible. En esto último las enfermeras podemos aportar mucho.
El borrador de la declaración de la OMS parte de un nuevo e insuficiente “mínimo común denominador”, y temo que la declaración final no se aleje mucho de él.
Habrá que trabajar con los mimbres que tengamos. La declaración, con sus insuficiencias, será uno de ellos. Pero otro, más importante en mi opinión, será el fuerte apoyo social que gozan los SNS en las sociedades que se benefician de ellos.
La carta a los ministros de Las Américas es una buena iniciativa, hacen falta muchas más. También en esto las estrategias multicomponente serán más exitosas. Y en Europa, donde nos toca a nosotros, hay muchas cosas por hacer.