¿Estamos sacando la cabeza del agua ( como dijo Rajoy el
miércoles) o estamos con el agua al cuello ( como dijo Mendez)? ¿La botella se
acabó o aún queda un culín? Aunque el presidente parece haberse creído sus
propios deseos (“ nadie cree ahora que España no vaya a salir de la crisis”) ,
sus amigos de la Comisión Europea rápidamente le han despertado del sueño. Como
decía Sánchez- Ferlosio, “vendrán más años malos y nos harán más ciegos”. El
déficit seguirá aumentando a pesar de tanto recorte, el paro se acercará al 30%
a pesar de la reforma laboral y nos esperan al menos dos años más de recesión.
Eso sí, la Comisión europea no propone medidas concretas, nada más que el mantra habitual de profundizar en las
reformas, posiblemente porque o no
las saben o no las quieren decir . Por lo visto, el actual presidente sigue la senda de su
antecesor , auténtico maestro del ejercicio del optimismo patológico contra viento y marea. Según Rajoy,
las reformas van en la dirección correcta y solo queda esperar a que la mano
invisible del mercado venga a arreglar las cosas. Pero como a Mr. Marshall en
la película de Berlanga, al mercado se le espera pero no acaba de llegar.
Barbara Ehrenreich en su imprescindible Bright-Side (en el
que habla de los estragos sociales que crea el optimismo) sostiene que el
fundamentalismo del mercado es la forma económica del “pensamiento positivo”.
Se nos ha hecho creer que positivo es sinónimo de bueno. Pero hay muchas
ocasiones que lo “bueno” es precisamente reconocer que la situación es cualquier
cosa menos positiva. La alternativa al pensamiento positivo, al "buen rollizo",
al optimismo patológico, no es el pesimismo desaforado, sino el realismo.
Optimismo y pesimismo inveterados comparten la incapacidad de diferenciar la
percepción que tenemos, de las emociones que nos genera . Como dice Ehrenreich el
progreso intelectual de la humanidad es el resultado de luchar permanentemente
por ver las cosas como son, y no como proyecciones de nuestras emociones: el
trueno no es una rabieta del cielo ni la enfermedad un castigo divino. Un
cierto grado de “pesimismo defensivo” ha sido siempre imprescindible para la
supervivencia. Queremos que el piloto del avión en que volamos esté preparado
para cualquier incidencia, y que no confíe solamente en su buena suerte; los pacientes buscan médicos que les diagnostiquen con certeza
, no que les den falsas esperanzas. De la misma forma, precisamos políticos que
asuman la realidad, analicen sus decisiones y rectifiquen sus errores. Y parece
indudable que el pronóstico de nuestro país es más que sombrío y el tratamiento
empleado claramente inefectivo.
Mucho daño han hecho en este país tantos panfletos ( ¿Quién se ha llevado mi queso? , El secreto) o tantas conferencias de gurús disparatados,
poniendo la carga de la prueba en la falta de optimismo del sujeto en cuestión,
ya sea paciente, profesional o directivo. Intervenciones que , por otro lado,
son perfectamente coherentes con los intereses de las propias organizaciones. A
éstas en general les interesa que sus trabajadores se sienten permanentemente
culpables: si me despiden la culpa es mía, si no me ascienden yo soy el
responsable por no ser suficientemente empático. Además un despido no solo no
es malo, sino que representa una magnífica oportunidad para
desarrollarte. El pensamiento positivo es infinitamente más fácil de manejar
que el pensamiento crítico. El escepticismo fundamentado es la gran bestia
negra de las organizaciones: queremos alumnos dóciles, trabajadores sumisos, ciudadanos
narcotizados.
Lo último que necesita el paciente ( en este caso un país
profundamente enfermo) son llamadas al optimismo, censuras al haber vivido por
encima de nuestras posibilidades ( muchos de nosotros desde luego no) y
consejos de que con una buena actitud y una visión positiva de la vida
mejorarán las cosas.
Este pensamiento me parece especialmente peligroso en el caso de los pacientes, y sobre todo en el caso de los pacientes con cáncer. No en vano B. Ehrenreich escribe su libro "Sonríe o muere" después del diagnóstico de un cáncer de mama. Tus amigos, tus familiares, e incluso algunos profesionales sanitarios, se encargarán de recordártelo: lucha. Y si en esa "batalla" (como decía Hitchens en sulibro: de qué batalla estarán hablando?) tienes la desgracia de
ResponderEliminarperderla, no sólo tendrás que cargar con la huella que la enfermedad deje en tu cuerpo que en ocasiones puede ser incluso la muerte, sino que además te sentirás culpable de no haber sido lo suficientemente "optimista", de no haber asumido bien tu enfermedad, y en definitiva de no haber estado lo suficientemente "conforme y feliz" con el "designio" previsto en tu vida. Esta es una de las pseudo religiones que más daño hacen hoy día, no solamente culpabilizan sino que además amordazan y acallan aquella rebeldía que todos y cada uno de nosotros deberíamos mostrar en la vida, ya sea porque no tienes recursos, porque te han echado de tu trabajo o porque no quieres aceptar una enfermedad. Gracias por el post. Un abrazo
Gracias Maite. Como me suele pasar cuando te leo , compruebo que no le falta nada ni le sobra nada a tu escrito. Hay muchas veces en que en este blog los comentarios son mucho más interesantes que el post. este es uno de esos ejemplos. No hace falta decir nada más que lo que tan magníficamente has dicho tu.
ResponderEliminarUn abrazo y muchas gracias