Siempre necesitamos referencias. Personas que por su talento
nos puedan orientar cuando estamos perdidos. En el ámbito de la medicina de
familia Iona Heath es una de ellas. Médico general británica, colaboradora
habitual en el BMJ y Presidenta del Royal College of General Practitioners hasta
hace poco tiempo, es quizá la persona de mayor influencia moral en el ámbito de la
Atención primaria desde la desaparición de Barbara Starfield, otro gigante. No
solo por su conocimiento sobre el desempeño del ejercicio profesional de un
médico de cabecera, sino por su capacidad de análisis de los principales
asuntos de nuestros tiempo, desde la medicalización de la sociedad a la
reflexión sobre la muerte (su libro Ayudar a morir , debería ser de lectura
obligada en nuestras universidades).
Iona Heath volverá a visitar Granada apenas un año después de su anterior visita
para impartir la Conferencia Inaugural del XXXIII Congreso de la Sociedad española de Medicina Familiar Y Comunitaria. Especialmente necesario escucharla
en esta época oscura, en que los desatinos abundan.
El último de ellos ha sido la ocurrencia del Presidente de
la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Juan Rosell ,
quien considera que es necesario “industrializar la sanidad”, llegando a decir
que “los crónicos cada vez gastan más, para eso hay que emplearlos de otra
manera”. No es de extrañar que un empresario considere que la enfermedad en sí
misma es un proceso productivo, sin demasiadas diferencias con el que puede
sufrir el proceso de fabricación de ladrillos, televisiones o latas de melva
canutera. Lo preocupante es que a alguien tan insensato se le de tanta
audiencia(por parte de medios de comunicación, organizaciones de todo tipo o
las propias administraciones públicas).
Como contraste con la burda asimilación del paciente crónico
a un empleado despilfarrador empeñado en gastar por gastar, nada mejor que leer
las palabras de la Dra. Heath en el Michael Shea Memorial Lecture, que tuvo
lugar en Edimburgo el pasado mes de septiembre con el shakesperiano título de “
Love’s Labour Lost”.
En él habla del reduccionismo imperante en ciencia y
economía, y especialmente aplicado en
el ámbito de la educación y la salud ( los dos ámbitos que más
reingeniería precisan según Rosell). Heath escribe:
“Ambos implican una falsa certeza. Ambos consideran al
cuerpo como una máquina y a la medicina como la forma de buscar soluciones
técnicas. Ambas están desconectadas de cualquier noción de lo que es el sufrimiento
humano. Pero por mucho que digamos, la medicina no es ingeniería, el cuerpo
humano no es una máquina y no existen soluciones fáciles. La tendencia dominante
es hacia la certidumbre y el control. La certeza finge que hay siempre
respuestas correctas y esa ilusión establece las bases para el control y la
coacción”.
Y respecto a los intereses de las corporaciones ( como las
que representa Rosell) señala: “ Es el interés de los beneficios empresariales
el que respalda la conversión de pacientes y médicos a unidades
reemplazables (uno en lo relativo a necesidades de salud y otro en cuanto a
provisión de servicios ). Dichas tendencias están generando beneficios
comerciales enormes y además crecientes, desviando la atención dentro
de los sistemas sanitarios desde los enfermos a los sanos, de los viejos a los
jóvenes; desplazando los cuidados realizados a través del acto de tocar hacia
un sistema dirigido por papeles y ordenadores. Esas tendencias operan en interés de los políticos, porque un sistema en el que los agentes son
intercambiables, es mucho más fácil
de organizar y controlar , minimizando las posibilidades de que profesionales y
pacientes establezcan alianzas políticas con capacidad de generar atención
pública sobre las deficiencias y fallos del gobierno. Las tendencias actúan en
el interés del capital global porque los beneficios del mercado se maximizan allí donde consumidores y empleados pueden estandarizarse ”.
Las ocurrencias de Rosell aparecieron esta semana en todos
los medios. Las palabras de la Dra Heath apenas tienen repercusión. Razón de
más para escucharla el próximo jueves.
Hola. Espero que nos cuente la charla de la Dra. Heath. Le felicito por su blog.
ResponderEliminarT.
Médico de familia en Asturias.
Muchas gracias. Dedicaremos esta semana a la Dra Heath, incluido por supuesto información sobre su charla
ResponderEliminarUn saludo muy cordial desde Granada
Otro estupendo post, del que me llaman la atención tres cosas.
ResponderEliminarUna de ellas es esa declaración de Juan Rosel: “hay que industrializar la sanidad”. No veo mal que lo diga porque ocurre que ya estamos asistiendo a ella; con tal desatino, al menos Rosel hace explícito un deseo que no es sólo suyo. Al menos pone las cartas boca arriba: eso es lo que hay, el gran fruto de este neoliberalismo salvaje. Algunos de nuestros gestores de la sanidad pública llevan mucho tiempo manifestando su admiración por las supuestas bondades de la empresa privada, actuando como auténticos caballos troyanos, como se suele decir, hasta que lo público se privatice como manzana madura.
Rosel no es un adelantado. La industrialización ya lleva tiempo calando en los hospitales, especialmente en los servicios más automatizables, de los que el laboratorio es el mejor ejemplo: concepción de la actividad como producto (tantos parámetros en tanto tiempo y a tal precio), control informático de actividad (entendida sólo como validación de resultados), dependencia absoluta de grandes firmas comerciales diagnósticas, etc. Lo automatizable y lo telematizable será industrializado con criterios de globalidad en donde la persona simplemente no cuenta (ni paciente ni médico), pero sucede que toda actividad médica será más pronto o más tarde industrializada si no lo evitamos.
En esa prevención de ser concebidos al modo mecanicista, sea en su vertiente molecular o biónica, una gran responsabilidad reside en los medios de comunicación, tan ávidos de difundir noticias sobre pretendidos grandes avances científicos como de dar audiencia a tonterías de políticos o VIPs varios expresadas de forma directa o mediante pantalla de plasma.
En el post también se alude a algo que nos ocurrirá a todos, incluido Rosel, y es que la muerte, como hermana franciscana, o suponiendo la angustia heideggeriana, llegará. Incluso habiéndose “mirado”, incluso sin errores médicos, incluso hartándose de yoguroles o estatinas y haciendo tantos abdominales como Aznar. Por eso, creo muy oportuna la recomendación de ese libro. Confieso que yo no lo conocía. Me permito sugerir también, en esa línea, el ya antiguo de Kübler Ross sobre la muerte y los moribundos (tiene otro interesante sobre el duelo), los de Carlos Cobo Medina y al magnífico Tolstoi, con la muerte de Ivan Ilich, al que seguro que ya se ha citado en este blog en algún otro sitio.
Si la expresión “vis pacem para bellum” es adecuada, no es menos cierto que si vis vitam para mortem. El ars moriendi es hoy una gran laguna en la preparación del médico.
Un abrazo,
Es cierto Javier. El Sr Rosell dice desatinos, que llevan alentando, fomentando e implantando muchos de los que consideran que la actividad sanitaria es algo estandarizable como la fábrica de la PULEVA. Entre los desvaríos de la gestión de la calidad total se encuentran muchas de esas ideas, abrazadas con alborozo por muchos desde hace años. La aplicación sin medida del EFQM, la obsesión por certificar por AENOR cualquier actividad son manifestaciones de ello.
ResponderEliminarGeniales tus recomendaciones como de costumbre, en especial al siempre admirado Tolstoi. Por cierto ¿cuantos porfesores de universidad españoles recomendarán la muerte de IVan Illich?
Esa si que es la prueba del algodón...