En una de sus primeras sesiones de terapia con la Dra. Jennifer Melfi, a las que acude Soprano por sus recurrentes ataques de pánico, el conocido mafioso confiesa inquieto que su dedicación principal es la gestión de residuos. La Dra. Melfi tardarÁ un cierto tiempo en averiguar que los "residuos" a los que se dedica el Sr Soprano no son exactamente basuras, sino más bien los residuos humanos que producen sus intervenciones.
Es entendible la frustración de Tony ante la incomprensión por su negocio. Al fin y al cabo muchos de los que se dedican al mismo, pasan por ser personas respetables, y ocupan cargos de responsabilidad. A una nutrida representación de ellos acabamos de verlos en la isla de Lampedusa, comenzando por el vicepresidente italiano Alfano y acabando por el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso, todos ellos también crispados ante la falta de comprensión de los ciudadanos, que incluso tuvieron la osadía de llamarles asesinos.
Hubiera sido todo un reto para la Dra Melfi abordar el complejo caso de esquizofrenia del gobierno italiano, cuyo fiscalía acusa a los supervivientes del delito de inmigración clandestina ( castigado con 5.000 euros de multa) , mientras su presidente otorga la nacionalidad italiana a los muertos. Luego dirán que Soprano era mala persona.
Por desgracia el problema viene de lejos. Ya en 2.003 Zygmunt Bauman, con su habitual clarividencia, diseccionaba el fenómeno en un libro imprescindible ( "Wasted Lives” reeditado ahora en España). La modernidad líquida que él definió previamente, se caracteriza por ser “una civilización del exceso, la superfluidad, el residuo y la destrucción de los residuos”.
Lo que está ocurriendo ahora no es otra cosa que lo que él definía como “una aguda crisis de la industria de eliminación de residuos humanos”, uno de cuyos mayores problemas, para los grandes empresarios del sector ( Unión Europea, FMI, Banco Central Europeo), es encontrar vertederos adecuados para tanto residuo. Porque, como dice Bauman, “ no hay salidas fácilmente disponibles, ni para su reciclaje ni para su eliminación segura” . Es lógica y comprensible, por tanto, la preocupación de estos empresarios ante el “incidente “de Lampedusa.
Cuenta Bauman que hasta el siglo XIX sí existían alternativas; aún quedaban vastas extensiones de tierras despobladas en los cinco continentes donde poder exportar “seres humanos superfluos hacia vertederos dispuestos para los residuos humanos de la modernización”. Pero los antiguos desagües naturales para estos residuos ( “quizá la única industria próspera en los países rezagados” según Bauman) están hoy obstruidos, incapaces de drenar adecuadamente nuestro límpido mundo.La única alternativa que se nos ocurre, parece ser delegar la tarea en “los trabajadores humanitarios” ( con los guardias armados en un discreto, pero visible, segundo plano), lo que para bauman representa “ el modo ideal de reconciliar lo irreconciliable: el irresistible deseo de desechar los residuos humanos nocivo,s al tiempo que satisfacemos nuestro conmovedor deseo de justicia moral ".
Esta producción de residuos humanos es entendida, en cualquier caso, como " una actividad suplementaria del progreso económico, un aspecto impersonal y puramente técnico. Los actores principales del drama son las demandas del mercado, las presiones de la competencia, la productividad o la eficiencia”. Como se ve, todas las justificaciones que emplean a diario los grandes empresarios europeos del residuo para justificar sus decisiones.
Estamos equivocados si creemos que solo los refugiados, inmigrantes o pobres acabarán formando parte del residuo humano. Una de las recomendaciones que más se hacen a los jóvenes es , como indica Bauman, la necesidad de que “ sean flexibles y no especialmente quisquillosos, que no esperen demasiado de sus empleos, que acepten los trabajos tal y como vienen sin hacer demasiadas preguntas…” . Cualquiera está en riesgo de ser algún día considerado superfluo ( supernumerario, innecesario, “carente de uso “) y eliminado de la cadena de montaje por “los inspectores de calidad” ( tal vez preocupados por la certificación ISO correspondiente).
Bauman concluía su libro con una profecía, por desgracia cumplida. Hablaba de un mundo en el que simultáneamente conviven las dos versiones del Gran Hermano: el viejo hermano orwelliano, obsesionado por la inclusión de los díscolos en el orden establecido, por reintegrar al rebaño a las ovejas descarriadas; y junto a él el nuevo Gran Hermano televisivo, guardián de la exclusión de los que solo son residuos, obsesionado por encontrar un vertedero donde ubicarlos adecuadamente.
En palabras de Bauman: “la única elección ofrecida por el mundo, que tejemos a diario con nuestras actividades vitales y en el cual se tejen nuestras vidas , es la elección entre no salirse de la fila y el rechazo, entre la custodia del primero o del segundo de los dos Grandes Hermanos que presiden conjuntamente el juego de la inclusión obligatoria y la exclusión forzosa”
A este hombre le dieron el Premio Príncipe de Asturias.¿le habrán leído quienes le otorgaron el premio?
No hace falta irse a Lampedusa para estudiar de cerca los residuos. Hace dos días en una de las rotondas con más tráfico de Granada había un señor con una gran pancarta colgada sobre su cuerpo que decía: “tengo hambre, quiero trabajar”. Me imagino que todos los conductores, o al menos algunos, nos sumíamos en ese traje llamado vergüenza ajena al que tanto nos hemos acostumbrado. El fotógrafo Sebastián Conejo http://bit.ly/183rQjC hizo un escalofriante reportaje sobre las lápidas de los náufragos sin identidad enterrados en el cementerio de Algeciras. No solo nos deshacemos de lo superfluo, como dice Bauman es inherente al propio sistema el seguir produciéndolo. En unas recientes declaraciones en el Huffington Post italiano http://bit.ly/1gvwPNE Bauman reflexiona sobre que “nada podrá detener a los que están en busca de pan y agua potable, ni los gobiernos ni las tragedias del mar como el de Lampedusa”. Y mientras tanto los dejaremos habitar las colinas de los cementerios y las profundidades de los mares.
ResponderEliminarGracias Maite por recordar que Lampedusa está la la vuelta de la esquina o en la primera rotonda. Lo que más me imoresiona es que lo que dice Bauman es basolutamente cierto. Aunque no lo reconozcan abiertamente la raíz del problema es que para los que mandan ( políticos, iglesia, entidades financieras, empresas), sencillamente sobran... ( o sobramos)
EliminarSergio, es impresionante esa “esquizofrenia” a la que te refieres, por la que los muertos de Lampedusa son reconocidos como italianos en tanto que los inmigrantes vivos son delincuentes. Si en otra época la muerte le hacía a uno mártir, ahora lo hace italiano, europeo. Nada menos. El muerto alcanza con su aniquilación una ciudadanía salvífica aunque sea en forma de residuo.
ResponderEliminarBauman nos describió un mundo terrible… para quien lo quiera ver. Por eso, es comprensible que, desde la ceguera, se le confieran premios, tal vez pensando que Bauman desea lo que describe, como si fuera Goleman.
¿Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma? Cuando se cantaba esa canción, la respuesta era sencilla: nada. El silencio papal ha sido cómplice de muchas tragedias. Ahora, en cambio, es distinto o, al menos, lo parece. Francisco habló de Lampedusa y lo hizo con una sola y elocuente palabra: vergüenza. Resulta que Francisco es humano en la católica e inhumana Italia. Parece que le asquea ver al hombre como residuo. A ver si es cierto que el Espíritu Santo existe de verdad, porque resulta inconcebible que un cónclave lo haya elegido para papa. Acabará resultando que este papa es cristiano, que dice las dulces y duras palabras de Jesús, que las piensa vivir, como quien inspiró su nombre, el loco Francisco que hablaba del hermano sol y les predicaba a los peces.
El ser humano es, por su mera existencia, susceptible de convertirse en problema para la sociedad que se considera normal. Problema por ser judío, gitano, negro, inmigrante, parado, enfermo, viejo, subnormal o loco. Por salirse de la norma. La sociedad líquida liquida el problema mediante la segregación brutal hacia el objetivo de calidad, hasta que se logre una sociedad constituida por miembros “normales”, ISOficables.
Hoy más que nunca es preciso defender un humanismo radical. Los médicos tenemos un gran papel que jugar en esa defensa de lo humano. Francisco parece intentarlo recordando al apocalíptico Jesús. Él también se sale de la norma, porque si algo anticristiano ha habido es el propio cristianismo transformado en religión. Como mero ejemplo de hipocresía, cinismo y santa envidia, como diría algún peculiar y elitista santo reciente, basta con leer en internet los crueles comentarios que tanto católico de bien ha hecho ante la perspectiva de Hans Küng de suicidarse. Ya no le dejan a uno ni morirse dignamente. Nada como hacerlo en una UVI.o, si se es miserable, en una patera.
Con su liquidez, Bauman nos ablanda. No vendría mal la relectura de Nietzsche.
La sociedad líquida liquida...que gran verdad. El libro de Bauman es aún más escalofriante por el tono tan aséptico que emplea , como si fuera un entomólogo viendo insectos. Pero no puede ser más desgarradoro y deseperado su grito.
ResponderEliminarLa hipocresía de la iglesia y de muchos de los que se llaman cristianos cayando durante tantos años lo que tenían en la puerta es pasmosa. Si las intenciones de Francisco son lo que parecen veremos si le dan opción a hacerlo.