Hace
unas semanas una colega iberoamericana, que realizaba una estancia formativa en
España, me manifestó su interés en asistir al Congreso Nacional de Hospitales, recientemente
celebrado en Sevilla, y que en este año alcanzaba su edición número 20. El
único problema era que el precio de la inscripción, 655 euros, estaba
completamente fuera de su alcance. A pesar de las gestiones que intentó
realizar no le fue posible asistir al mismo. Con cierta retranca me preguntó si
en España podemos permitirnos pagar estas cantidades por asistir a un congreso.
La
respuesta es obviamente no, a menos que uno sea familiar del gran filántropo
Amancio Ortega o implicado en los papeles de Panamá. Y sin embargo más de 2000 profesionales
encontraron la forma de financiar, no solo la cuantiosa inscripción, sino los
inevitables gastos de desplazamiento y estancia.
Esquilmados
muchos de sus tradicionales “bancos de pesca” por las políticas de uso racional de
medicamentos y control del gasto implantadas en las últimas décadas,la industria farmacéutica ha encontrado nuevos caladeros que no van ligados a especialidades
concretas, sino a entornos transversales que pueden interesar y atraer a
múltiples profesionales de muy diferentes entornos: uno de ellos es sin duda el
de la gran moda de nuestro tiempo, el croniquismo ilustrado, que tiene su
momento cumbre anual en la celebración del Congreso Nacional de Atención al
Paciente Crónico, y que ya va por su 9ª edición al módico precio de 500 euros,
algo menos si uno pertenece a las dos sociedades impulsoras de la iniciativa,
semFYC y SEMI, y algo más si uno se despista y se le echa el plazo encima.
La otra
gran iniciativa transversal es este gran congreso de hospitales, que desborda
las fronteras del “castillo hospitalario” (en la afortunada metáfora de Mathers
y compañía) para impregnar la práctica totalidad de la sanidad, desde su
sostenibilidad al big data, de la atención integrada a la gestión de patentes.
Es
interesante observar la aparición de una nueva “colusión de intereses” de este
modelo emergente, en que comparten inauguraciones, discursos magistrales de la
máxima autoridad política correspondiente, canapés y cenas, políticos
sanitarios de cualquier signo y gestores de cualquier modalidad de
gestión, con la “industria farmacéutica” tan denostada por esos mismos políticos
y gestores, pero que de una forma u otra paga el dispendio.
De
nuevo se asistió en Sevilla a ese vistoso espectáculo que ya comentamos aquí, consistente en que cada
mesa redonda lleve incorporado el logo del financiador de turno, de Novartis a
Boheringer, de Roche a Abott, pero de la que no están exentos nuevos
patrocinadores ávidos de buenos negocios, desde American Express a Siemens, de
Medtronic a Elsevier.
En un
sistema sanitario que falsea y oculta sus datos, sobre la que
se cierne la amenaza de su desaparición en la forma en que la mayor parte de
los ciudadanos prefieren ( un sistema público de calidad, gratuito en el
momento de la prestación y financiado por impuestos), será difícil ganarse y
mantener la confianza y el compromiso de los profesionales, y convencerles de
la necesidad de utilizar criterios de evidencia y coste oportunidad en el uso
de las tecnologías, si observan como aquellos que les dirigen se apuntan
también al tentador carro de congresos masivos, fastuosos y cuyos precios desorbitados…pagan
otros. Porque ya se sabe que al final, siempre el que paga manda.
En 2012
Ioannidis ya escribió en JAMA que no existe evidencia que soporte la utilidad
de los congresos. Y además señalaba: “ A la inversa, algunas
pruebas acumulativas sugieren que los congresos médicos pueden servir a un
sistema de valores cuestionables que pueden ser dañinos para la medicina y los
sistemas sanitarios". Las razones de ello eran múltiples para Ioannidis: el
consumo de combustible de tanto viaje inútil, la ingente producción de
comunicaciones y póster de escaso valor científico y aún menor control de
calidad, la limitada utilidad práctica de lo comunicado,... Con su habitual capacidad
de provocación Ioannidis sugería excluir de los comités de cualquier congreso a
cualquier persona con vínculos con la industria en los últimos tres años,
además de,¿por qué no?, realizar algún ensayo clínico controlado de congreso
frente a control.
Las
reuniones de profesionales posiblemente serán siendo necesarias a pesar de las
inmensas posibilidades de intercambio y aprendizaje que ya ofrecen las nuevas
tecnologías. Siempre será interesante conocer personalmente a alguien a quien
admiras profesionalmente y con el que tal vez puedas acabar trabajando juntos.
Y hay formas de hacerlo sin inscripciones obscenas, multitudes que vacían las
salas y abarrotan las playas, y mesas redondas portadoras de carteles
publicitarios como los futbolistas de hoy .
Solo
unos días el I Congreso de la Cabecera demostró que se pueden acabar las
inscripciones a más velocidad que se agotan las entradas del Boss ( con el
consiguiente cabreo para los que se quedan sin entrada), para asistir a un
congreso cuyos temas y ponentes lo deciden estudiantes y residentes, y donde no
hay cuota alguna que pagar ni logo alguno que mostrar.
Conviene
que nos vayamos decantando respecto a de qué lado estamos.
( Fotografías:imágenes de los dos congresos citados)
Hola Sergio ... , no me pude resistir y comentar tu blog de hoy ... en mi Área .., la matrícula al congreso la hemos financiado a todos los que llevaban comunicaciones con nuestro presupuesto ligado a Formación y a asistencia a congresos ... me siento mucho más libre así ... un abrazo !!!!
ResponderEliminarEres un ejemplo Lola. Ojalá cundiera más. Una pregunta, ¿no crees que una matricula de casi 600 euros no es desproprocionada?
EliminarUn abrazo
Desproporcionada no ... intolerable !!!!!
ResponderEliminarUn abrazo !!!!
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ResponderEliminarEl año pasado, en el Congreso de Crónicos, les propusimos a los organizadores un taller de como motivar con coaching la adherencia.
La temática les gustó pero preferencian por los contenidos del congreso que fuese sobre la conciliación y la desprescripcion.
Así lo hicimos.
Y creo que gustó bastante.
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Pero este año los talleres eran patrocinados.
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Un cambio propositivo.
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