lunes, 5 de marzo de 2018

El peso de la Atención Primaria ( y III)


Entre los galardonados con la Medalla de Andalucía de 2018 se encuentra el Equipo Multidisciplinar de Ingeniería Tisular del Hospital Virgen de las Nieves de Granada; así mismo se otorgó el título de Hijo Predilecto de Andalucía al Doctor Guillermo Antignolo, Director de la Unidad de Medicina Materno Fetal, Genética y Reproducción del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. A lo largo de los más de 30 años de existencia, estos reconocimientos se han concedido a cantantes, poetas, políticos, actores y deportistas diversos, con una representación no exigua del mundo sanitario:cardiólogos, psiquiatras, ginecólogos, cirujanos…En ninguna ocasión ha sido concedido a algún profesional o algún centro de Atención Primaria. Razones para esto último no faltan. La Junta de Andalucía podría presumir de haber sido de las primeras instituciones de España en poner en marcha la reforma de la Atención Primaria en los años 80; centros como el de Cartuja, que llevan desde entonces prestando una atención encomiable a poblaciones muy poco favorecidas en el reparto de la riqueza y las oportunidades: no aparecen en prensa, no realizan cirugías al borde de lo imposible, no descubren extrañas mutaciones en pequeños roedores, pero son imprescindibles para sus pacientes cada día. Como Cartuja hay muchos otros centros y profesionales, de medicina y enfermería, que cada día realizan esa labor esencial de atender en el domicilio de las casas, en la humilde consulta de un consultorio rural, en la calle si se tercia.
Andalucía podría presumir de ello pero no lo hace. Como no lo hace ninguna otra comunidad autónoma, ni el Ministerio de Sanidad, ni reparan en ello ninguno de los ostentosos galardones que salpican la geografía, desde el ahora llamado Princesa de Asturias al Rey Jaime I.
La Atención Primaria es invisible para medios de comunicación, escritores, artistas , políticos y por supuesto galardones. Ese es el peso (también) de la Atención primaria.
Por supuesto en buena parte es consecuencia de la falta de interés y compromiso con ella de las diferentes autoridades sanitarias  que hemos sufrido a lo largo de todas estas décadas, y cuya mejor demostración ( como señala Javier Padilla) son las declaraciones del actual Director General de Asistencia Sanitaria del Servicio Madrileño de Madrid, César Pascual: “Si esto no se estuviera grabando diría que la Atención Primaria tiene que desaparecer”.
Sin duda es también consecuencia de una sociedad que ante la “ciencia” y los avances tecnológicos presta la atención embobada de las vacas al tren: hace unas semanas en el programa A Vivir que son dos días, el conocido divulgador científico Pere Estupiñà se mostraba entusiasmado ante el “temazo” (sic) de los apasionantes experimentos realizados en el hospital Vall d’hebrón sobre gases intestinales, y que permiten conocer el flujo del aroma del ajo a través del organismo, desde que entra en nuestro tubo digestivo hasta que es exhalada por los pulmones dando ese inconfundible aroma a nuestro aliento.
Si bien todas estas muestras de la estupidez humana influyen de forma determinante en la invisibilidad de la Atención Primaria no son la única causa. Como es habitual, Javier Padilla acierta plenamente al argumentar en el imprescindible Colectivo Silesia que el problema de la AP no es “solo” un problema presupuestario, sino fundamentalmente de reconocimiento, para cuyo abordaje se precisan soluciones transformadoras de ese reconocimiento.
Para alcanzar ese reconocimiento la Atención Primaria está sola: si espera la llegada de algún mesías, de algún político capaz de despertarla y colocarla donde merece puede darse por muerta.
Solo desde ella, desde los relatos vitales de sus profesionales puede armarse un discurso capaz de convertir lo invisible en relevante: como hizo de forma magnífica Fernando Fabiani en el mismo programa en que el divulgador Estupiñà hablaba del fascinante gas intestinal y los aromas del ajo.
El contenido del trabajo en Atención primaria es infinitamente más variado, asombroso y apasionante que el de cualquier otra especialidad, porque por ella pasa nada más ( y nada menos) que la vida de las personas, llena de grandezas y miserias.

Lo que queda es acertar a comunicarlo.

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