La
primera circunstancia ha producido en 2019, tres muertos y siete abortos y ha
afectado a 214 personas. La segunda circunstancia ha producido en el mismo año
la muerte de 684 (204 en nuestra zona geográfica), y un número no determinado
de abortos, heridos y enfermos.
La primera
circunstancia ha generado una amplia alarma social desde mitad del verano
cuando fueron identificados los primeros casos, siendo portada de periódico y
titular de noticiero a diario. La segunda solo aparece en ellos solo por ser la
causa de declaraciones delirantes de políticos de diferente estirpe.
La
primera nos preocupa mucho, especialmente porque puede afectarnos a cualquiera
de nosotros, los de dentro, los buenos; además sin “merecerlo”, por tomar
inocentemente una tapa o un plato en cualquier restaurante al que acudimos para
disfrutar de nuestro merecido descanso vacacional. Y pone de manifiesto que
nuestro sistema de vigilancia falla, que los controles que deberán realizarse
no se realizan como debieran, que las autoridades y administraciones no se coordinan,
más preocupados por eludir la responsabilidad que por solucionar el problema.
La segunda
circunstancia nos importa un bledo. A nosotros, los de dentro no nos va afectar
nunca, no nos va a generar daño alguno, más allá de la imagen
molesta que produce, si da la casualidad que aparecen afectados en alguna playa
en que descansemos en nuestro merecido descanso vacacional. Afecta a los de
fuera, los extraños, sospechosamente pobres.
La primera
se produce en nuestro territorio, en nuestra casa. La segunda ocurre en nuestra
puerta, fuera de los tranquilizadores muros que delimitan nuestro espacio. Un
eficiente servicio de limpieza evita la desagradable visión.
La primera
de las circunstancias se llama listeria. La segunda migración a través del
Mediterráneo. Sólo la primera es motivo de preocupación para la Salud Pública,
sea eso lo que ésta sea. Capaz de movilizar recursos, dictar informes y
declaraciones y publicar artículos científicos de mucha “p” en revistas de prestigio,
donde publican los científicos eminentes.
Según
los informes de la Organización Internacional para las Migraciones desde el año
1994 han fallecido en el Mediterráneo más de 35.000 personas, aunque la cifra
real es inevitablemente mucho mayor: no todas se conocen, no todas se
registran. En la estación de metro del passaig de Graçia de Barcelona se exhibió la lista de los muertos en el Mediterráneo: nada que envidiar a las listas
de soldados americanos de las múltiples guerras del siglo XX en que
participaron y se exhiben en el mall de Washington.
Las
causas de las causas de esta segunda circunstancia a nadie importan. La forma
de tratamiento es evitar que lleguen. Vox, el partido que sustenta buena parte
de los gobiernos de este país, acaba de presentar una Proposición No de Ley
para la construcción de un muro de “un grosor, resistencia y altura que lo haga
impenetrable e infranqueable”. Su argumento es muestra de una inteligencia
deslumbrante: como la mayor parte de los migrantes hacen agujeros en las
alambradas, un muro de hormigón sería un obstáculo insalvable.
Aunque
los responsables de esta agrupación xenófoba reconozcan que se haya reducido la
entrada de migrantes en un 42% respecto al año anterior, su objetivo sigue
siendo el mismo: “no se tiene que admitir ni a uno solo”.
En el
fondo la segunda circunstancia, esa que produce cerca de mil muertos al año no
deja de ser una forma natural de contribuir a ese objetivo: no admitir a ni a uno
solo de los que pretenden entrar.
Aunque
una institución tan poco sospechosa de bolchevique oomo el Fondo Monetario
Internacional haya llegado a reconocer que lo salvó al sistema español de
pensiones fue precisamente la llegada de migrantes en la década pasada, para
trabajar en aquello que lo que nosotros no queremos.
Quien
salva una vida salva al mundo entero dice el talmud. Toda vida es valiosa; toda
muerte es una pérdida. La de los afectados por los brotes de listeriosis sin
duda. Como la de los miles de muertos que yacen en el fondo del Mediterráneo
para tranquilidad, alivio y alegría de algunos.
(Fotografía: Th List. El Perodico de Catalunya)
Demagogia que no falte : mezclar churras universales con merinas europeas en un país de ésta que hace frontera pobre
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