jueves, 18 de junio de 2020

"La nueva normalidad"(II): el Experto, emperador del nuevo Imperio

La gran novedad que ha aportado la pandemia COVID-19 a la historia de comunicación en momentos de crisis ha sido la introducción de una nueva estrella mediática: el “Experto”. Ya sea Boris Johnson con sus  Chris Witty y Sir Patrick Vallance, Sánchez con su Fernando Simón, o Trump con el Dr. Fauci (reconvertido de oscuro autor del Harrison en rutilante cómico moderno), todo estadista que se precie ha puesto en su alacena de trofeos vistosos a un epidemiólogo, académico o investigador al que presentar como hace el padre orgulloso al hijo listo que resuelve problemas de álgebra con solo 5 años.
El “Experto” es una pieza sumamente útil para un gabinete en tiempo de crisis sanitaria: delega toda la responsabilidad en él y sus colaboradores, que pasan a ser responsables implícitos de lo que ocurra; la argucia permite esgrimir siempre la coartada perfecta:”hicimos lo que recomendaban los expertos, la OMS, el CDC, la literatura científica, la evidencia más reciente…"Y habiendo hecho eso, habiendo confiado en la sagrada Ciencia, nosotros, los políticos, estamos a salvo de cualquier responsabilidad y podemos presumir del “éxito” de nuestra gestión, que no se mide en número de muertos, en profesionales contagiados, en puestos de trabajo perdidos o colas en los bancos de alimentos, sino en algo mucho más importante: el seguimiento del protocolo, la recomendación o la norma. Sólo así puede explicarse que una ministra sea capaz de afirmar que España estaba "en la gama del éxito contra el COVID 19".
Tal es el éxito mediático de la introducción de los expertos ( muestra del cual es la propuesta del propio Simón de utilizar sus memes en campañas humanitarias) que El País proponía recientemente “elevar el pensamiento científico a las esferas de poder como se hizo con la economía o el derecho en el pasado”, porque “ de ello depende nuestra salud”. Yuste y Gil, autores del escrito urgen a la creación de vicepresidencias científicas y "cuerpos internacionales de reservistas científicos" porque “un mayor conocimiento científico podría haber minimizado el impacto de una crisis como la actual”.
Ignoro cómo podrían haberlo hecho más, cuando si algo ha caracterizado al abordaje de la COVID-19 ha sido el imperio absoluto de las decisiones de los científicos en el proceso. Y con unos resultados sencillamente patéticos.
Neil Fergusson (del Imperial Collage de Londres) fue el responsable del informe “más influyente en la historia de ciencia pero también el más erróneo”,en opinión de Johan Gieseke ( el antiguo jefe científico del European Centre for Disease Control and Prevention): ese informe cambió la estrategia británica, tras dibujar un panorama apocalíptico de no realizarse confinamientos masivos: pronosticaba más de 500.000 muertos en Reino Unido, de 2 millones y medio en Estados Unidos y de 100.000 muertos en Suecia en junio. En este último país las cifras a día de hoy superan los 5000, y en Estados Unidos los 120.000, cifras terribles, pero muy lejos del Apocalipsis del Imperial College. En una actitud escasamente compatible con la que debería impregnar la ciencia, el Imperial College ( ya sin su líder, obligado a dimitir por incumplir la cuarentena que tanto recomendaba) insiste en el número de vidas salvadas por el confinamiento ( más de 450000 en España según ellos y más de 3 millones en Europa), probablemente  con similar fundamento que sus anteriores predicciones.
En Estados Unidos, el antaño prestigioso Anthony Fauci se ha convertido en un personaje de ópera bufa, donde su falta de dignidad y ética arropando a un fantoche del tamaño de su presidente ( quien recomendaba beber lejía y tomar cloraquina), no admite ya justificación alguna.
En el caso de España basta leer el reportaje de ayer del periódico El Pais, para comprobar el encadenamiento progresivo de errores del equipo de expertos del gobierno de España liderado por un ministro bienintencionado pero que ha demostrado ( por si hiciera falta) las dramáticas consecuencias a las que lleva el optimismo: creer que se puede dirigir un área de conocimiento de la complejidad de la Sanidad sin tener la más remota idea.
Nadie duda de la buena intención de Simón al frente del Centro de Coordinación de Urgencias y Emergencias; todos nos equivocamos al infravalorar la gravedad de la pandemia y pensar que era como una gripe; el problema es cuando lo reiteras siendo el máximo responsable en el control de las pandemias, cuando empleas los protocolos como bálsamo de Fierabrás, o cuando sencillamente mientes. Lo hizo Simón al afirmar que se estaban haciendo pruebas a todos los sanitarios, como bien señala Gabriel Heras, el médico intensivista autor de “En primera línea”.
El problema no son los errores de todos estos asesores “científicos”. Son las consecuencias de sus recomendaciones, convertidas de hecho en leyes, normas y prohibiciones. Basta que el experto de turno considere que deberemos llevar mascarilla hasta que exista una vacuna ( sin considerar siquiera si ésta va a existir, si será suficientemente efectiva , si será segura) para que todo un país se vea obligado a cambiar su forma de vida. Mucha responsabilidad para una sola persona.
Sobre todo cuando las pruebas en que se sustentan sus recomendaciones son tan discutibles. Los profesionales sanitarios son los verdaderos responsables de que la pandemia no haya sido aún más grave. Profesionales a los que se vuelve a engañar de manera escandalosa pasado el peligro. La ciencia y sus científicos, en cambio, han fracasado clamorosamente, de lo que hablaremos en el próximo post. 

Un balance muy pobre como para darle más poder a la ciencia.

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias por este análisis.
    La Ciencia, si es que tal cosa, así dicha, existe, sigue siendo utilizada como escudo para no asumir las responsabilidades que a cada uno le tocan.
    En nombre de la Ciencia se ha instaurado una nueva forma de control social que será muy difícil de revertir. Además, y esto me fascina, la Ciencia se impregna paradójicamente de fe, pues de fe vivimos cuando escuchamos que las medidas han frenado el virus, que sin estas exactas medidas la situación hubiera sido apocalíptica, que habrá una vacuna eficaz y segura que solucionará todo...
    Ojalá la Ciencia "minusculizara" su inicial y la política hiciera lo contrario...
    Un afectuoso saludo.

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