En el silencio de la sala, la señora parlamentaria, encendió el micrófono, se quitó las gafas y soltó el exabrupto, la burrada, el disparate: “hay pacientes, como yo, que no creen en la longitudinalidad”.
Podría entenderse que cuestionara la evidencia que sustenta la longitudinalidad, incluso los posibles inconvenientes que pudiera suponer ésta, pero la señora parlamentaria (siguiendo la línea habitual del partido al que pertenece), cuestiona la Longitudinalidad en términos de fe: No creo. La longitudinalidad, simplemente no existe. Como si fuera Chus Lampreave haciendo de testiga de Jehová en Mujeres al borde un ataque de nervios.
Algo del mismo grado de insensatez que si le hubiera dicho a un cardiólogo “¿sabe qué? Que yo no creo en el ecocardiógrafo”. Porque la longitudinalidad es a la medicina de familia como el ecocardio a la cardiología, un poderosos instrumento para reducir incertidumbre y dar una respuesta efectiva al problema de un paciente. Nada más y nada menos.
El hilarante, y a la vez deprimente episodio, se produjo en la Comisión de Sanidad de la Asamblea de Madrid. A petición del grupo de Más Madrid, la Dra. Ana Pereira, especialista en medicina familiar y comunitaria, había sido invitada a presentar los resultados de su artículo, recientemente publicado, sobre los motivos por los que los médicos de familia abandonan la Atención Primaria (AP). Pretendía dar alguna información adicional sobre un asunto que está deteriorando gravemente los servicios sanitarios públicos en toda España y buena parte del mundo.
Pero en lugar de aprovecharse la circunstancia para un debate racional, fundamentado y profundo sobre el problema, la sala se convirtió en un tribunal de tesis donde los portavoces se erigían en evaluadores de un trabajo científico, que ya había sido evaluado por los evaluadores de la tesis y los revisores de la revista correspondiente.
La Sra. Cuartero portavoz del grupo parlamentario de Vox y autora del inaudito dislate con el que comenzábamos este comentario, ya advirtió de sus intenciones al comenzar: “ya le anuncio que voy a ser bastante crítica”. Como si fuera la señorita Rottenmeier recriminando a Heidi.
Acto seguido se lanzó a mezclar supuestas valoraciones críticas de la metodología del trabajo (lo que en principio no debería ser el contenido de una comisión parlamentaria) con opiniones a cual más disparatada, demostrando su profunda ignorancia sobre la AP, la longitudinalidad y el grado de satisfacción existente entre los profesionales de la Atención Primaria.
No merece la pena transcribir su discurso (disponible como el resto de la comisión aquí) pero son destacables algunos de sus disparates. La ignorancia siempre fue muy atrevida:
1.- “Si hubiera esa longitudinalidad los profesionales de la atención primaria permanecerían en sus puestos, cosa que no se desprende de este estudio, porque no es eso lo que usted ha estudiado”.
Afirmación digna del gran Yogui Berra (ya saben, el de “el juego no acaba hasta que acaba”), puesto que la longitudinalidad supone el contacto regular de los pacientes con el profesional sanitario. Es uno de los atributos que definen a la Atención Primaria, y que por lo tanto no era preciso demostrar en este estudio.
2.- “Usted está asumiendo que la Longitudinalidad es un valor en sí mismo, independientemente de lo que opine el paciente”.
La señora parlamentaria demuestra que tiene tanta ignorancia sobre el concepto de longitudinalidad como dificultades para pronunciar la palabra. La longitudinalidad es un atributo (no un valor) descrito por el Instituto de Medicina americano y definido posteriormente por Barbara Starfield en los años 90, que se asocia en múltiples estudios internacionales (desde poblacionales a ensayos clínicos, de revisiones sistemática a metanálisis) con reducción del uso de servicios hospitalarios, mayor confianza de los ciudadanos, menor coste para el sistema y reducción de la mortalidad. De los que hemos hablado hasta la extenuación en este blog.Donde además, hay estudios que demuestran cómo se produce esa relación entre causa (longitudinalidad) y efectos (los antes citados) que por supuesto la señora parlamentaria desconoce.
3.- “Si el objetivo de este trabajo es demostrar la falta de satisfacción de los profesionales de la AP…bueno, es palpable ¿no?.Las conclusiones que arroja este estudio serían las hipótesis que nos daría cualquier profesional insatisfecho en cualquier ámbito de la vida…de que tiene sobrecarga de trabajo, o de que gana poco, o de que no hay proyección profesional o de que no hay autonomía en las decisiones”.
Por supuesto, nadie considera a los profesionales de la AP marcianos, diferentes en sus necesidades en materia laboral de cualquier otra persona, algo que se sabe desde Maslow. El problema es que todos esos factores impiden ofrecer servicios de calidad accesibles a esos ciudadanos a los que pretende representar.
4.- “En qué tipo de estudios se ha basado usted en que nos dé un valor de referencia en cuantos profesionales deben mantenerse en su tiempo en su sitio para considerar que estamos en un grado adecuado de Longitudinalidad, y que ese es el grado de Longitudinalidad para no considerarse insatisfechos”
Aunque no sea la longitudinalidad el objeto del estudio, alguien capaz de hablar en una comisión de sanidad con esa displicencia debería saber que obviamente no hay un valor de referencia puesto que el efecto es dosis dependiente: cuanto más tiempo de relación, mayor confianza y reducción de la mortalidad,
5.- “Su estudio ¿a qué se dirige a mejorar la AP o a conseguir profesionales satisfechos?... Porque también habría que estudiar si teniendo muy contentos a los profesionales de AP, la AP es capaz de abastecer... ¿Qué tenemos que poner por encima, que los profesionales estén contentos o que la población esté atendida?”
La realidad es tozuda y aunque no lo crea la parlamentaria, sin satisfacción de los profesionales que prestan un servicio es difícil dar un servicio adecuado, entre otras razones porque esa insatisfacción puede llevarles (como es el caso) a rechazar las ofertas de trabajo, dejando finalmente a la población “desabastecida”.
6.- “Pues ya le digo que hay pacientes como yo que no creen en la Longitudinalidad porque 4 ojos ven más que dos”. Más bien es al revés señora parlamentaria. A mayor número de profesionales que intervienen en la atención a un paciente mayor número de efectos adversos y mayor iatrogenia.
El señor, Brabezo, del Partido Popular, también consideró más entretenido sustituir su papel de portavoz por el de inquisidor metodológico de tesinandos, gracias al cual nos enteramos de que existen cátedras enteras y grados enteros dedicados a este tipo de estudios (¡¡¡), recriminando a la Dra. Pereira el haber hecho un estudio tan desactualizado (2022), lo que no parece indicar que esté muy al tanto de los plazos para la publicación científica. Aportó el interesante dato de que más de un 130% de los MIR de familia se han incorporado al SERMAS, lo que supone un admirable esfuerzo de desdoblamiento, y el aún más sorprendente de que dotar de ecógrafo elimina la burocracia. Y por supuesto demostró que de longitudinalidad sabe casi tanto como la portavoz de Vox al exhibir la llamada agenda de absorción de la demanda como gran innovación madrileña, que permite fragmentar aún más la longitudinalidad cada día.
Por su parte el señor portavoz del partido socialista señor Moreno sí felicitó a la Dra Pereira por su trabajo, aunque sus referencias a que las bondades de la AP sean el seguimiento del “paciente sano” (alarde de la tarde junto al 130% de MIR de familia del Sr Brabezo), y la gran labor en el ámbito de la prevención ( como si no resolvieran el 90% de los problemas de salud de las personas) no ponen de manifiesto precisamente un conocimiento real de lo que es la AP. Y hay que tener valor para hablar de que “no se apuesta y no se decide invertir en AP" cuando la inversión del gobierno de la nación, de su partido, es simplemente ridícula, y su Ministra de Hacienda además de penalizar siempre a la AP cuando fue consejera en Andalucía, impulsó además con entusiasmo los contratos basura en Atención Primaria.
De cuatro portavoces parlamentarios sólo uno (la Dra. Carmona) sabía lo que era la Atención Primaria y cuales eran sus problemas reales. Tanto en su intervención como por supuesto en la de la excelente exposición del trabajo por parte de la Dra Pereira se encuentran argumentos sólidos para rebatir tantas ocurrencias como aparecieron en la sesión.
“Me da mucha pena”. Así comenzó la réplica final de La Dra. Pereira. Y es cierto que produce una enorme tristeza comprobar no sólo el enorme grado de desconocimiento que existe entre los supuestos representantes de la voluntad popular sobre los que és la Atención primaria, sino que su interés en mejorarla es prácticamente nulo.
En una reciente jornada organizada por Comisiones Obreras comenté que en mi modesta opinión ninguna posibilidad de mejora real de la AP puede venir de arriba, de gobiernos y partidos políticos. Esta comisión es una triste demostración de ello
Totalmente de acuerdo, Sergio. Sin embargo, también me produce tristeza ver cómo algunos médicos de familia rechazan atender a pacientes de su cupo que acuden sin cita porque las agendas están colapsadas en varias semanas, siendo derivados a otros médicos y se justifica en que "no se deben acostumbrar a qué si vienen sin cita les atiende su médico". Ahí, parece que los profesionales olvidamos la bonanza de la longitudinalidad
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