El
individuo se subió al estrado hace unos días, y viniéndose arriba rebuznó: "Venimos
de una crisis por una borrachera de gasto público y algunos ya quieren irse de
copas", exclamó ocurrente esperando las risotadas de sus compinches. En el
fondo, el individuo simplemente describía de forma bufa, lo que la corriente
política que representa, y que se extiende como una mancha de chapapote por la
política española piensa y siente: el gasto público es un despilfarro, algo
excesivo e innecesario, malgastado por ciudadanos pedigüeños y funcionarios
desaprensivos.
El
Ministro de Hacienda español, autor del disparate, no debe leer obviamente el
blog de Juan Simó; tampoco lo leerá seguramente ningún político español; pero no
les vendría mal mirarse en el espejo de los datos. Como señalaba en una entrada
magistral ( Reparto de la austeridad sanitaria durante la crisis) en la que se
pone claramente de manifiesto , a partir de los datos de la OCDE, que los
países que impusieron las duras medidas de ajuste y racionamiento (Alemania y
Francia) incrementaban de forma significativa el gasto sanitario público. El
club de los países ricos ( Francia, Alemania, los Países Bajos,o los países
nórdicos) aumentaron el gasto sanitario público muy por encima de la media de
la OCDE e incluso por encima del PIB de sus respectivos países. ¿Quién pagó “esa
borrachera” de gasto público?: Los de siempre, es decir los cerditos que hozan y
se rebozan en la cochiquera del sur de Europa, y de forma muy especial España,
Portugal y Grecia.En este último caso, el maltrato llega al extremo de reducir
el gasto sanitario público casi en un tercio (28%), cuando en 2008 ya era un
tercio del promedio europeo. En el caso de España, el acercamiento del gasto
sanitario público a la media europea desde 1980 a 2007, se fue al traste con el
comienzo de la crisis y no ha hecho más que alejarse de lo que los demás gastan,
esos países que, paradójicamente, reiteran una y otra vez sus mensajes de
austeridad y recorte.Esa es la borrachera del gasto público español.
Los
presupuestos de este año contarán (de momento) con el apoyo del partido del
gobierno, Ciudadanos, el Partido Nacionalista Vasco y Coalición Canaria. Es
decir, la práctica totalidad del espectro político que comulga con ese concepto
de gasto público como rémora y despilfarro. Los presupuestos supondrán que el
ya depauperado gasto sanitario público se sitúe por fin bajo la cifra del 6%
del PIB: un 5,95%. Algo que debe parecer deseable para todos aquellos que han
permitido con su acción política su aprobación.
Entre
los que son cómplices de ello, pero ahora se rasgan las vestiduras en la puerta
del templo, se encuentra también un partido que se llama a sí mismo socialista.
Su inconmensurable portavoz escribía en Twitter estos días: “No estaba tomando el pelo
cuando ha dicho que su máxima preocupación es el gasto social. Este cuadro lo
han hecho ustedes”, escribe sorprendido como si el objetivo presupuestario
fuera nuevo. Hace seis meses ya comentamos aquí cuales eran los compromisos en
materia de estabilidad presupuestaria del gobierno español en funciones, y que
suponían reducir el gasto sanitario público al 5,74% en 2019 (ahora se anuncia
que en 2020 llegará incluso al 5,57%). No eran suposiciones malintencionadas;
eran datos públicos, que no impidieron que ese partido llamado socialista
permitiera con su abstención, el desarrollo de las políticas que continuarán
reduciendo el gasto público sanitario hasta cifras que harán sencillamente
inviable un sistema nacional de salud universal, con la calidad necesaria para
que los ciudadanos no acaben huyendo de él hacia prestadores privados más
solventes.
Por
supuesto cualquier postura o decisión política es legítima, como lo fue aquella
abstención del mes de octubre. Pero lo que no es permisible es que los que la
fomentaron, permitieron y ejecutaron, con la boca chica o la boca grande, salgan
hoy indignados a alertar de las barbaridades perpetradas por los que gobiernan.
Ya está bien de farsas. El individuo del estrado rebuzna sus sandeces porque
otros se le permiten.
Gráficas tomadas del blog de Juan Simó
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