“ La
falla atraviesa el método clínico, que desprecia los afectos y que domina a la
moderna escuela médica.Hasta que esto no sea reformado con emociones
y relaciones no ocupará el lugar que merece en la medicina. Conseguir una medicina autoreflexiva solo será posible
con un gran cambio cultural. En ese cambio, la medicina general está a unos cuerpos
de distancia del resto. La importancia de ser diferentes supone que somos capaces
de liderar ese cambio”.
Ian
McWhinney,1996.
El
debate surgido en relación con la
cuestión de si el médico de familia es un especialista o un generalista tras el
último post, me hace pensar que
posiblemente no sea esa la cuestión verdaderamente importante a la hora de
entender su papel en un sistema sanitario.
Probablemente
la importancia no estribe en ser una cosa u otra ( o incluso las dos) sino
sencillamente en ser diferentes. Echaré mano para argumentarlo de artillería
pesada.
Ian
McWhinney, una de las referencias esenciales de la medicina de familia, dio la
William Pickles Lecture, por encargo del Royal College of General Practice (honor
reservado a los más grandes) hace 21 años en Aberdeen. La tituló precisamente “
la importancia de ser diferentes” y centró su argumentación en cuatro simples
pero contundentes razones:
La primera
de las diferencias de la medicina general respecto al resto de especialidades
es que es la única entre ellas que se define en término de relaciones, de forma
especial la relación entre médicos y pacientes.El resto se define en función de
órganos (hepatólogo), enfermedades ( diabetólogo) o tecnologías ( medicina
nuclear). La relación además es previa al contenido de la interacción ( “conocemos
al paciente antes de saber que enfermedad tiene”), mientras que en el resto de
especialidades en caso de establecerse la relación, es a consecuencia de haber
sido etiquetado como enfermo de la patología, el
órgano o el sistema, o subsidiario de la intervención correspondiente.
No
estar atado a órgano o procedimiento genera una permanente sensación de
enfrentarse a lo inesperado, con la inevitable necesidad de adaptarse
continuamente al cambio, a lo que no todo el mundo está dispuesto.El principal
problema de visibilidad, atracción e interés para las nuevas promociones es que
las relaciones humanas no viste tanto como el aparataje.
La segunda
de las razones de McWhinney tiene que ver con el hecho de que el generalista (
especializado eso sí) piensa en términos de personas concretas y no de
abstracciones.El contacto continuado genera conocimiento, y cuanto más cerca
estemos de una persona “ más seremos conscientes de sus particularidades y más difícil
será verlo como miembro de los de una clase “ ( los diabéticos por ejemplo).La
distancia de los pacientes, por el contrario, genera abstracción y ésta permite
generar categorías neutras (las enfermedades),que permiten categorizar a
las personas.Por supuesto tan necesario es lo concreto como lo abstracto, pero
el reinado absoluto de este último ( en la universidad, la sociedad y la
política sanitaria) ha acabado por relegar a la medicina de familia a los
sótanos del sistema. Toulmin en este sentido oponía el actual paradigma de
conocimiento abstracto, hijo de la Ilustración, al antiguo del Renacimiento ( Leonardo
y su generalismo).
La tercera
razón tiene que ver con la metáfora que empleemos como referencia a la hora de
construir un modelo. En los sistemas sanitarios prima desde hace décadas el de
la máquina, fomentado por todo tipo de gurús expertos en la gestión de las
organizaciones.Sin embargo , como demuestra toda la teoría existente sobre
sistemas adaptativos complejos, poco aplicable puede ser la metáfora de la máquina a procesos como la enfermedad, la relación entre profesionales y pacientes o el
sistema sanitario en su conjunto.Los organismos vivos, escribe McWhinney, "tienen
propiedades de las que carece la máquina: crecen, se regeneran, aprenden,
sanan,se autorganizan o autotrascienden".La medicina actua principalmente
facilitando esas funciones.La medicina general se sustenta más que en la
máquina, en la metáfora del organismo vivo,caracterizado por “ocupar una región
del espacio, persistir a través del tiempo,tener límites y situarse en un
contexto”: tiempo, espacio, límites y contexto, componen la realidad
del ejercicio de la medicina general.Aceptar esto supone aceptar la complejidad
( la especialidad más compleja) y la
incertidumbre, y ambas generan una sensación de incomodidad ante la necesidad
de respuestas rápidas y sencillas que hoy en día se demandan.
McWhinney
cita una última cualidad que hace a la medicina general diferente al resto: es
la única que trasciende la frontera entre cuerpo y mente . El generalista
atiende a la razón del malestar, a la sensación de estar enfermo, pero también
a los sentimientos, preocupaciones y emociones que genera.
Ya se
consideren generalistas o especialistas la clave de la medicina de familia
estriba precisamente en ser diferentes al resto de especialidades. Cuanto más
se acerque a ellas más se desvirtua; cuanto más mantiene su diferencia mejor
desempeña su función. Y a la vez, mayor atracción podrá tener para los
estudiantes y la sociedad.
Sin embargo, la mayor parte de las estrategias de la medicina de familia en España se centran en ser “igual
que los demás”: desde la aceptación de reglas y protocolos generados en los
hospitales a aceptar modelos de especialización basados en “troncos”, y que no permiten
establecer nítidamente esa diferencia
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