La
equidad aparece en todos los discursos, todas las declaraciones de valores,
todas las argumentaciones políticas. Sin embargo son muy escaso los intentos en
abordarla de verdad.
El
gobierno británico anunció el desarrollo de una estrategia frente a la
inequidad en 2003 que definía una serie de objetivos en esta materia a alcanzar
en 2010; en ella se incluía la puesta en marcha de una reforma de la Atención
Primaria (AP) orientada hacia la lucha frente a dichas inequidades que incluyó
en 2006 la reducción de la inequidad en la mortalidad por todas las causas en el
Top 6 de prioridades del NHS. Una de las medidas de la reforma de la AP implicaba la inversión específica en consultas
de medicina familiar en comunidades desfavorecidas: en lugar de asignar los
recursos de forma igualitaria, se invirtió más donde mayor era la necesidad. Además
de ello se realizó un programa específico dirigido a los gestores sobre cómo
reducir dichas desigualdades. No era una acción directa para intervenir sobre “las
causas de las causas” , pero sí orientaba la gestión sanitaria hacia éstas
empleando como instrumento el propio servicio sanitario.
Para
comprobar si una medida de esas características es efectiva un grupo de
investigadores de las Universidades de York, Toronto y Amsterdam realizaron un
estudio publicado en PLOS comparando las tendencias en mortalidad evitable por
los servicios sanitarios por niveles de deprivación de los diferentes barrios
en un país en la que la inversión en AP se realizó en función del nivel de
inequidad ( Inglaterra) frente a otro donde la inversión fue homogénea sin
tener en cuenta dicho parámetro ( Ontario, Canadá).En el primer caso se
analizaron 32482 barrios, mientras que en el segundo se estudiaron 18961.
Las
tendencias en inequidad fueron similares en ambos países en el periodo 2004-6
pero comenzaron a divergir en 2007 que se mantuvo hasta 2011.En comparación con
Ontario la diferencia absoluta en mortalidad evitable descendió en 19,8 por
100.000 habitantes del periodo 2004-6 al periodo 2007-11, y la diferencia
relativa en ambos periodos fue del 10%.
Por
supuesto los autores no descartan la posible influencia de otros factores en
esta reducción de la inequidad. Pero parece evidente que tratar de manera
diferente a los diferentes ayuda a que no lo sean tanto.
También
en España las diferencias entre barrios, provincias y regiones existen. Sin
embargo a la hora de la planificación y asignación de los recursos sanitarios
siguen predominando los criterios centrados en los ratio de población como si
tuvieran las mismas necesidades los ciudadanos de barrios deprimidos como los
de renta alta. En el mejor de los casos
se intenta ajustar por la casuística, a menudo sin tener en cuenta que las
enfermedades son siempre más frecuentes y más graves allá donde la deprivación
es mayor, como ya demostró Venkatapuram.
Por
supuesto que reducir las desigualdades evitables no es una tarea fácil. Obliga
a realizar intervenciones que van mucho más allá de simples declaraciones en
palacios de congresos, interviniendo de verdad sobre los determinantes de tales
diferencias. Pero paralelamente es hora ya de reconocer que los profesionales
sanitarios que trabajan en dichas zonas no pueden ser evaluados por el mismo
rasero que los que trabajan en zonas mucho más cómodas. Que precisan de mucho
más tiempo, muchos más recursos, materiales y humanos además de una forma
diferente de evaluar su desempeño
De
obvio es ya aburrido hablar de que la Atención primaria precisa de un cambio
radical para seguir existiendo; para contribuir a que el sistema sanitario
vuelva a ser un sistema digno del que sentirse orgulloso. Y ese cambio debe
comenzar por donde más se necesita.
( Gráfica tomada de PLOS)
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