España tiene el noveno sistema sanitario más eficaz del mundo. Quien afirma tal cosa es la compañía aseguradora Mapfre en colaboración con el Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (IDIS), utilizando un esotérico Indicador de Eficacia de Sistemas de Salud ( IESS), y que permite afirmar a sus autores que seguimos estando a la vanguardia. Eso sí, la pata del lobo asoma por debajo de la puerta , cuando afirman que “los sistemas públicos de salud van a necesitar mecanismos complementarios de apoyo como el fortalecimiento del rol de los seguros privados, comparadores electrónicos de precios y coberturas o planes de ahorro a medio y largo plazo con los que afrontar los gastos en salud”. Porque para estos prestigiosos investigadores del mundo del ranking “ los modelos tradicionales (bismarkiano, Beveridge o de libre mercado) parecen desdibujarse, abriendo todos paso, bajo diferentes modalidades, al concepto de una tendencia hacia la cobertura universal de los servicios de salud…Avanzar hacia una cobertura universal no necesariamente implica ofrecer de forma gratuita servicios a toda la población, sino subsidiar de manera muy importante a los sectores más vulnerables”. Bienvenido de nuevo la Beneficencia, una limosna para los pobres de mano de los más ricos.
El mundo del ranking siempre suele atraer a las mentes cándidas. Seguramente más de un político y tertuliano hablará del excelente resultado obtenido como si fuera la selección nacional de piragüismo en unas Olimpiadas.
Hace solo cuatro años el grupo de Dione Kringos de NIVEL publicó un celebrado y comentado informe sobre la situación de la Atención Primaria en Europa en el que España ocupaba puesto de Liga de Campeones, escapado del pelotón de mediocres y compitiendo solo ya con Holanda y Dinamarca, como si fuera Messi en busca del Balón de oro. Rápidamente aplaudimos con entusiasmo semejante resultado y lo paseamos por el resto del mundo para dar envidia a los pobres indígenas que no saben lo que es Atención primaria de la “buena”.
Y sin duda es de “la güena”: una Atención primaria, universal, pública y gratuita, pero en la cual la atención bucodental se limita a sacar muelas; donde revisiones, empastes o implantes es solo país para ricos; asunto que a nosotros, los de la Primaria, nos preocupa más bien poco porque al fin y al cabo “siempre ha sido así”.
Nuestra Atención Primaria es excelente: por ejemplo, la salud mental la resolvemos con el manejo alegre del talonario de psicofármacos, al ser ya sabido que el horno de los 5 minutos por paciente no está para bollos de psicoterapias ( al margen de que sobre eso no tenemos la más mínima idea ni ganas de aprenderlo). Eso sí, nos rasgamos las vestiduras si alguien osa proponer que haya psicólogos, porque rompe la sacrosanta estructura del hogar médico-enfermera.
Nos llamamos médicos de familia pero sobre lo que ocurre en las familias preferimos no urgar mucho no sea que encontremos algo. Hablamos de medicina familiar y comunitaria cuando lo de la comunitaria no deja de ser un decálogo de buenos propósitos para algunos, cuando no de franco fastidio para la mayoría.
Rotamos por pediatría como residentes de Medicina de Familia, pero a la hora de la verdad los niños los atienden los pediatras por la indiscutible razón de que se necesita dar salida a las promociones de pediatras que, por supuesto , no incluyen la Atención primaria entre sus prioridades de formación como especialistas. Rotamos también con entusiasmo por Obstetricia para presumir de que una vez atendimos un parto, pero a la hora de la verdad eso sigue siendo cosa del “oro lado” porque no es moderno parir fuera del quirófano de última generación.
Hace unos meses Jackson et al publicaron un interesante estudio de cohortes en los Annals of Internal Medicine en el que examinabar las potenciales diferencias en resultados intermedios en pacientes con diabetes atendidos por médicos, enfermeras prescriptoras (Nurse practitioners) o Asistentes Médicos ( Physician Assistant) en Estados Unidos: no se objetivaron diferencias clínicamente significativas en la atención prestada por los tres tipos de profesionales de Atención Primaria, algo que viene siendo refrendado en múltiples estudios desde hace décadas.
Aquí por supuesto no se nos ocurre crear la figura del Physician Assistant, ni del Agente comunitario, ni permitimos que las enfermeras prescriban, acto de leso intrusismo. Aunque llevan décadas obteniendo buenos resultados en otros países, nosotros estamos bien como estamos, con nuestro modelito pret a porter de los años 80, tan rancio y ajado como el peluquín de Frank Sinatra. Ese modelito médico-enfermeril que nos permite seguir disfrutando de 50 pacientes al día, a cinco minutos por paciente.
Una colega latinoamericana comentaba al conocer nuestro gran modelo de Atención Primaria que lo consideraba poco eficiente, puesto que todo tiene que pasar por el médico de familia, que en su opinión debería dedicarse a determinados pacientes, pero no a todos.
Si la Atención Primaria tiene algún futuro, con la diversidad de problemas que atiende y las expectativas inagotables de sus usuarios, solo será posible cambiando radicalmente la composición y el rol de sus equipos. Pero como eso es complicado mejor seguir pidiendo reducir cupos y llegar a 10 minutos. Como si esto fuera suficiente.
La Atención Primaria española…como dicen los rankings, una de las mejores del mundo.
Gracias Sergio. Se echaban de menos tus comentarios.
ResponderEliminarYo soy de esos médicos de familia que piensan que desperdiciamos la labor de enfermería, pero también de fisioterapia, matronas, asitentes sociales, educadores sociales,... que deberían estar integrados en AP. Y también psicólogos, pero siempre he tenido el temor que eso solo sirva para medicalizar los problemas emocionales.
Pero centrándonos en enfermería, eso está claro: enfermeria debe potenciarse. Creo que incluso debería llegar a un rango cercano a 2:1 por cada médico. Porque con la situación de la población que tenemos, cada vez más añosa, más necesitada de cuidados integrales, su labor será cada vez más necesaria. Y también de auxiliares de clínica, aunque eso quizás caiga dentro del ámbito sociosanitario.
Y falta hablar del hospitalocentrismo tan brutalmente ineficiente. Soy internista que ha trabajado en hospitales extranjeros y me permito las comparaciones. Estimo que más del 50 % de mis ingresos son inadecuados o evitables: problemas sociales, pacientes terminales que no tienen opción de cuidados en domicilio, sobrediagnóstico y sobretratamiento invasivo hospitalario. Por no hablar de consultas externas hospitalarias evitables por tratarse de control de factores de riesgo y duplicidad con Atención Primaria. Y por no hablar también de la financiación del sistema de trasplantes que tan tristemente describió el recientemente fallecido Enrique Costas Lomabardía. Falta mucho análisis cualitativo en estos rankings.
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